l martes pasado fue un día negro para la aviación mexicana. En el aeropuerto de la ciudad de México se cancelaron unos 200 vuelos. La causa: falta de pasajeros por el coronavirus y el cierre de fronteras que decretaron varios países para protegerse de la pandemia. Las mayores fueron de Aeroméxico (94), Interjet (85) y Volaris (14). Aunque menores, también las hubo de aerolíneas de Estados Unidos.
Pero esas cancelaciones originaron muchos problemas a los viajeros. Una de las aerolíneas, Interjet, resolvió sin consulta previa con los usuarios, cambiar a su muy real parecer el itinerario de los vuelos que tenían confirmados. Y, además, no advirtió de ello a los afectados con suficiente antelación. El último mes he padecido en dos ocasiones esos cambios. Y si ahora hago publico el más reciente es en nombre de otros viajeros que no tuvieron recursos para adquirir un boleto en otra aerolínea.
Reservé y reconfirmé con Interjet un boleto para regresar el pasado miércoles 25 a la Ciudad de México desde Cancún. Pero casi a la medianoche del día anterior, recibí por email un mensaje de la aerolínea en el que me informaba que mi vuelo había sido reprogramado para el sábado 28. Imposible tener comunicación telefónica con personal de esa empresa, pues todos nuestros ejecutivos se encuentran ocupados
, grabación que se escucha cual disco rayado en el número destinado a atender al público.
Al llegar el miércoles desde el sur de Quintana Roo al aeropuerto de Cancún para viajar por otra compañía, comprobé que a numerosos pasajeros Interjet tampoco les advirtió de la cancelación de nueve vuelos programados para ese día en dicha terminal. Igual que a mí, les fijaron su traslado para fechas posteriores, sin consultarlos. Y en cuanto al pago de hotel y comida de los frustrados pasajeros? Cero. ¿Explicación de lo ocurrido por parte los empleados de Interjet? Muy simple y paciente ante el malestar de los frustrados viajeros: Nosotros solamente documentamos pasaje y, en su caso, damos teléfono y email del área de atención a clientes
.
Interjet es un negocio de la familia Alemán que está en el ojo del huracán financiero desde hace tiempo por adeudos cercanos a los 51 mil millones de pesos, equivalente a 11.6 veces el capital de la empresa. Los menores,con el gobierno federal: con el Servicio de Administración Tributaria (SAT), al que por concepto de IVA entre 2013 y 2017 le debe más de 549 millones de pesos, y con el proveedor de turbosina (ASA) por ese energético. En febrero, el gobierno federal le dio facilidades para cubrir el adeudo fiscal. Y en cuanto a la turbosina, la que consuma la debe pagar de inmediato.
Interjet también ha tenido problemas con sus empleados. Se quejan de salarios bajos y prestaciones sociales insuficientes. Sin embargo, y ante la pandemia que azota al mundo, sus 6 mil trabajadores de las áreas administrativas y operativas, acordaron con la empresa recortar en 50 por ciento los salarios. Una forma sensata de mantener el empleo ante el desplome de las operaciones de la compañía.
Según información publicada, Interjet está en quiebra. Sus directivos señalan que esa versión es instigada por sus competidores. Con o sin problemas, la aerolínea debe aprovechar esta crisis para reafirmarse como lo que es: la segunda más importante del país. Y necesaria. Su flota de aviones es moderna y los espacios para el pasaje más cómodos que los de las otras aerolíneas. Ha extendido sus conexiónes a Estados Unidos, Centroamérica y Sudamérica. Su personal de tierra y aire busca hacer su trabajo lo más eficiente y amable posible.
Pero incumple lo que anuncia en su revista mensual, por cierto de buen contenido literario: los derechos de los usuarios. Los viola cuando sin consulta previa les cancela un vuelo ya confirmado y les asigna otro. Cuando no cubre los gastos que ello ocasiona al usuario. Y, además, si los teléfonos para servicio al cliente están sobresaturados de llamadas.
Las compañías aéreas de México encaran ya severos problemas económicos. Es una oportunidad para mejorar su atención a los millones de viajeros. Y para que todas hicieran frente común para racionalizar gastos, evitar cancelación de empleos y brindar mejor servicio.
Mientras, yo me quedo en casa.