a pandemia del coronavirus representa para México y el mundo quizás uno de los retos globales más grandes para nuestra generación. Ante el reciente anuncio del inicio de la fase 2 de la contingencia sanitaria por el Covid-19 en nuestro país y de las medidas dirigidas a contener su propagación, se hace cada vez más evidente la necesidad de sumar esfuerzos para prever y mitigar los efectos que la pandemia provocará aquí. Ello exigirá indudablemente la toma de decisiones difíciles para los sectores público, privado y de la sociedad civil, que podrían cambiar el rumbo de México y del mundo no sólo en el corto plazo, sino también en el mediano y largo término en prácticamente todos los ámbitos, no sólo el económico y el político.
Desde los inicios del pensamiento político se sabe que en política no todo es capacidad, destreza o voluntad, sino que también el azar juega un papel determinante en el rumbo de los países. Es este azar impredecible, que hoy nos tiene inmersos en una pandemia global, el que hoy debemos aprender a manejar todos los diversos actores que conformamos la sociedad mexicana actual. La premisa inicial de la sabiduría que necesitamos consiste en reconocer que el poder público y el poder privado no pueden solos ante las dimensiones y complejidad de la actual emergencia y, por ello, necesitan colaborar entre sí y convocar y sumar conjuntamente la voluntad de la ciudadanía para disminuir los efectos negativos de la contingencia.
El escritor israelita Yuval Noah Harari califica la situación global actual como un momento decisivo que plantea dos grandes opciones: la vigilancia totalitaria y el aislamiento, o el empoderamiento ciudadano y la solidaridad global. La crisis actual se verá reflejada en el corto plazo principalmente en el rebasamiento de las capacidades de los sistemas de salud ante la sobredemanda de servicio, y también en el estancamiento de las actividades productivas con el consecuente decrecimiento económico. En esta circunstancia de emergencia, las decisiones que normalmente se meditan por meses hoy deben tomarse en minutos, y ello entraña el peligro de que la crisis sirva para legitimar medidas totalitarias que podrían convertirse en la nueva normalidad posterior a la contingencia.
Por tanto, de entre la disyuntiva propuesta por Harari, creo que debemos apostar en favor de la opción por la solidaridad global. La elección entre la defensa de la privacidad o la salud, a cos-ta de la intromisión en lo privado, la considera él –y creo que otros muchos estamos de acuerdo– una falsa decisión, pues la obligación del Estado es garantizarlas ambas por igual. Para superar ese falso dilema, lo que corresponde es exigir y vigilar la transparencia de la información científica por parte de una ciudadanía a la que la actual crisis le demanda ser cada vez más activa, comprometida, responsable y empoderada, de modo que sepa por sí misma tomar medidas ante la pandemia, y que impida una asimétrica distribución del poder que eventualmente pudiera conducirnos a escenarios autoritarios.
En México, otro gran reto del momento es el de la transparencia narrativa. Deberemos estar atentos de que las argumentaciones de los distintos poderes públicos, y privados respecto de y ante la crisis, tengan como agenda el bien de la sociedad y estén arraigados en evidencias y razonamientos consistentes que se dirijan a convocar de manera honesta y consciente a la ciudadanía, en vez de infundir miedo y alentar el caos generalizado o, en el otro extremo, inducir un exceso de confianza sin fundamentos frente a la emergencia. Para ello, es importante que cada quien haga lo que le corresponde. El poder público debe responsabilizarse de invertir en el sistema de salud para que éste no se vea sobrepasado, pero además debe pensar en la formulación de políticas sociales y económicas para contrarrestar la crisis que se avecina debido al paro de muchas actividades, que se aúna al proceso de decrecimiento y a la caída de los pre-cios del petróleo que ya veníamos padeciendo. En todo ello, es fundamental que se ponga en el centro del interés a los grupos sociales más desfavorecidos, quienes suelen ser los más perjudicados en contextos de crisis.
El poder privado tiene también una responsabilidad histórica. La iniciativa privada (IP) debe desempeñar no sólo un rol de influencia y vigilancia ante las decisiones y acciones del gobierno, sino establecer y gestionar una agenda propia que favorezca la dinamización de la economía mexicana. El sector terciario –el sector con mayor influencia en nuestro PIB– será el más afectado por las medidas sanitarias ante la pandemia, por ello la IP deberá asumir la corresponsabilidad junto con el poder público de generar incentivos y alternativas para la inversión y la reactivación de la economía durante y después del periodo de emergencia sanitaria por el Covid-19.
Por último, instituciones sociales fuertes, como la Iglesia, deben aportar también un mensaje potente a la ciudadanía, reivindicando la legitimidad del poder social que tienen. En vez de difundir mensajes de odio, como el del obispo de Cuernavaca, quien calificó al coronavirus como un castigo divino por las luchas feministas y de género, deberán aceptar un papel clave en la difusión de mensajes que privilegien la reconstrucción y el fortalecimiento de lazos familiares, vecinales y comunitarios, así como el cuidado de las reservas espirituales de la sociedad. Esta etapa de aislamiento y de sana distancia
puede ser también una gran oportunidad para multiplicar nuestras actitudes de cuidado y afecto en los núcleos sociales en los que nos desarrollamos.
En suma, la circunstancia de crisis epidemiológica, económica, social y política que enfrentamos hoy en día, es sí un reto para nuestra sociedad, pero también una oportunidad para reconfigurarnos como ciudadanía y fortalecer los lazos de diálogo y colaboración entre los distintos poderes y entre los sectores y grupos que conforman a la sociedad civil. Es un momento óptimo para sumar esfuerzos, caminar en una misma dirección y dejar atrás el clima de polarización en el que se halla atrapado nuestra nación. El Covid-19 pasará, pero las decisiones que hoy tomemos marcarán el futuro. La suma o no de nuestras voluntades hará de la pandemia un tropiezo o una dolorosa caída.