El plebiscito y el destino de los políticos
l 21 de marzo de 1993 un grupo de diputados de la Asamblea del Distrito Federal y de ciudadanos, encabezados por Demetrio Sodi, organizamos un plebiscito para apoyar la iniciativa que convertiría a la Ciudad de México en un ente autónomo con su propio gobernador. Fuimos apoyados por Manuel Camacho Solís, entonces regente de la capital. En 1991 el presidente Carlos Salinas de Gortari y el PRI lograron reposicionarse y superar los efectos del desastre electoral de 1988. Entonces Camacho le aconsejó a Salinas que abriera las puertas de la democracia. La mayoría de los colabora-dores de Salinas se oponían y su consejero José Córdova Montoya convenció al presidente de que no tenía para qué hacer reformas, que conservara el poder y lo ejerciera a plenitud. En Salinas empezó a bullir la idea de la relección.
El plebiscito tuvo éxito y los resultados se dieron a conocer la misma noche. Salinas no designó a Camacho como su sucesor, sino a Luis Donaldo Colosio, quien dio pronto muestras de independencia. El primer día de 1994 estalló una rebelión indígena en Chiapas. La paz fue negociada con éxito por Camacho, pero el 23 de marzo fue asesinado Colosio. Salinas designó a Ernesto Zedillo como su sucesor y la situación del país y las elecciones se volvieron muy turbulentas. Salinas no pudo contener la fuga de capitales y el desprestigio del PRI y su régimen terminó en un desastre.
Destino impredecible
Zedillo tuvo que hacer las reformas que Salinas no quiso. Al fin se abrieron las puertas de la alternancia y los capitalinos eligieron en 1997 a Cuauhtémoc Cárdenas como primer jefe de Gobierno de la capital. El PRI perdió el control del Congreso de la Unión. Salinas terminó sin capital político. Si le hubiera hecho caso a Camacho tendría hoy un enorme prestigio y nos habríamos librado de muchos males que hemos padecido. Córdova tenía razón a corto plazo y Camacho a largo plazo. Córdova ha desaparecido del escenario, Salinas no puede convocar a nadie, la vida y carrera de Manuel Camacho se truncaron con una muerte temprana. El destino de la política y de los políticos es, por lo general, impredecible.
Colaboró Meredith González A.