unque México es considerado como un país en vías de desarrollo, por su dependencia económica de Estados Unidos, así como por sus reducidos porcentajes de población con estudios superiores y sus altos niveles de pobreza, sus cuadros médicos y epidemiológicos han sido y son hoy considerados entre los mejores del mundo, a partir de varios logros importantes que datan de mediados del siglo pasado, cuando en nuestra nación se logró erradicar la viruela (1951), una de las entonces enfermedades más temidas por los estragos que causaba en la población. En esa misma época nuestro país sufría periódicamente otras epidemias de enfermedades igualmente peligrosas, como el tifo, la meningitis, la difteria y el paludismo, además de una enfermedad que se había desarrollado en épocas recientes a la que se dio el nombre de poliomielitis, generada por un virus que atacaba al sistema nervioso central y que podía dejar inválidos de por vida a los enfermos (tal fue el caso de Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos) y a otros causarles la muerte por parálisis de su sistema respiratorio. Todo esto dio lugar a la formación de amplios grupos de especialistas epidemiólogos y de médicos, que hicieron de nuestras escuelas de medicina e investigación en enfermedades tropicales, verdaderos centros de formación médica a los que acudían estudiantes de todo nuestro continente, y aun de Europa, a realizar sus estudios.
No tengo duda de que toda esta tradición médica nos permite contar hoy con los epidemiólogos y especialistas necesarios (el doctor Hugo López Gatell es un ejemplo de ello), para enfrentar la nueva epidemia generada por el coronavirus, que en unos cuantos meses se ha dispersado por todo el planeta, generando una de las más graves crisis económicas, sociales y de salud de los tiempos recientes.
Por el acelerado desarrollo tecnológico y la globalización de la economía es recomendable que lejos de caer en situaciones de pánico o en actitudes irresponsables (como el decir a mí, la epidemia me hace los mandados
) estemos atentos a las instrucciones y mandatos de las autoridades médicas encargadas por el gobierno de la República para enfrentar la epidemia y asegurar que el número de enfermos y sobre todo de muertes, sean reducidos, y asimismo lograr que la crisis que habremos de enfrentar termine lo antes posible.
Por otra parte, es necesario entender que, en este tipo de situaciones, la población más vulnerable es la que vive en condiciones depobreza. Por una parte, su nivelde hacinamiento familiar es mayor que el de los otros segmentos y al mismo tiempo su dependencia del transporte público, siendo total, los expone a mayores posibilidades de contagio, acrecentando con ello los riesgos para la población entera.
¿Cómo podemos contribuir a reducir los riesgos de la propagación? El gobierno federal ha dado ya instrucciones para reducir al mínimo la asistencia de sus trabajadores, así como de estudiantes y maestros de las escuelas. Pero es igualmente necesario e importante que las empresas reduzcan en lo posible sus ritmos de producción mediante la rotación de sus trabajadores, aun sabiendo que esto les generará pérdidas. Lo más importante es la salud de todos; un ejemplo en este sentido es el de algunas de las compañías automotrices que no sólo en nuestro país, sino en sus plantas en otras partes del mundo, han aplicado esta medida. Los trabajadores informales, que tienen un mayor riesgo de contagiarse y convertirse en portadores del virus, representan un factor de riesgo importante para la sociedad en su conjunto, en tanto estos trabajadores no tienen recursos para un sostenimiento autónomo. ¿Cómo podríamos solventar este problema? Recordemos que, durante catástrofes naturales del pasado, incluyendo inundaciones, huracanes y sismos, se han creado fondos de apoyo para los damnificados, y si en esos casos no quedó claro el destino de los fondos recabados, (como fue el caso de los sismos en Oaxaca y Morelos de 2017) hoy debemos pensar que los tiempos de la corrupción, han sido combatidos con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia dela República. Por ello sería desea-ble una iniciativa del propio gobierno para atender el problema de la economía informal, que hoy resulta prioritario.
Termino este texto mencionando algunos de los nombres de los médicos epidemiólogos a los que hice referencia en un principio, disculpándome por alguna eventual omisión : Guillermo Román y Carrillo, Felipe García Sánchez, Roberto Pintado, José Fernández de Castro, Ortiz Mariotte, Adán Ornelas Viniegra y Carlos Calderón Rodríguez, este último mi padre, a cuya memoria dedico este artículo.
*Director general del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE)