21 de marzo de 2020 • Número 150 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

DESPLAZADXS


El colapso agrícola también ha ocasionado el desplazamiento forzado.

TAMAULIPAS

Escapar de un campo empobrecido y seco

José María García Báez Cronista de Río Bravo, Tamaulipas

En el norte de Tamaulipas la agricultura ha sido por generaciones la actividad preponderante para la economía regional. Desde su impulso en los años veinte, el boom algodonero de los años cuarenta a los sesenta, la posterior época del maíz en los sesenta y setenta y después la producción de sorgo hasta nuestros días. La agricultura motivó que familias procedentes principalmente de Nuevo León, Coahuila y San Luis Potosí se afincaran en núcleos ejidales, colonias agrícolas y ranchos, más que en las ciudades. La ocupación de abundante mano de obra que era necesaria y el buen pago generaron condiciones de bienestar que fomentaron el arraigo y con ello, el poblamiento rural.

Sin embargo, el actual colapso económico en el campo es la causa principal del desplazamiento. Puede situarse su origen en la caída del boom algodonero y el inicio del monocultivo del maíz y del sorgo, en la década de los sesenta. En la actualidad, debido a una paulatina y constante baja rentabilidad en la producción agrícola, sumada al constante problema climático de las sequías y el de la inseguridad, los agricultores y ganaderos están al borde del colapso.

Esto ha devenido en un constante desplazamiento de familias campesinas a núcleos urbanos del norte tamaulipeco y a los Estados Unidos. Varios factores intervienen en el desplazamiento. El más importante es que los campesinos gastan más de lo que ganan con la producción agrícola, lo que hace imposible sostener a sus familias. Otro problema es el de las sequías, fenómeno que en años recientes se ha agudizado, con fuertes consecuencias para la agricultura. Además, a quienes tienen parcelas de riego, el déficit de agua en las presas (por la escasez de lluvias y los tratados internacionales), les ha impedido realizar los riegos necesarios para obtener una cosecha que les permita recuperar su inversión.

Por si esto fuera poco, los apoyos en subsidios al campo han sido paulatinamente limitados hasta ser de plano suspendidos, lo que ha derivado en que muchos campesinos requieran de dinero a través de agiotistas, complicando la crisis en la producción. Para colmo de males, al momento de cosechar, los precios de garantía del maíz y del sorgo suelen bajar por la llamada oferta y demanda, porque los precios se regulan en el comercio internacional. Esto ha terminado por hundir la economía de los agricultores y trabajadores agrícolas; en el caso de estos últimos, la mecanización les ha perjudicado por el desplazamiento de la mano de obra en el jornal.

La paulatina ola de violencia detonada en 2007 que prevaleció en intensidad hasta 2015, generó un verdadero éxodo del campo a las ciudades fronterizas (hoy día, la concentración poblacional es mayormente urbana que rural), pero también a los Estados Unidos. Despojos, secuestros, levantones, extorsiones y desapariciones que, con toda libertad e impunidad, se llevaron a cabo en el campo tamaulipeco fueron la causa de un éxodo forzado en aquellos años. Hoy día existen vestigios de ranchos abandonados por familias campesinas. Casas en comunidades ejidales y colonias agrícolas en las que algunas familias, no soportando la inseguridad (o luego de ser víctimas de ella), tuvieron que salir.

Si bien en su momento la inseguridad fue el factor principal de desplazamiento forzado en el área rural del norte tamaulipeco, actualmente (aunque no se puede negar la presencia de grupos delictivos en el campo), los movimientos migratorios y flujos poblacionales tienen su razón de ser en la búsqueda de satisfacer las necesidades básicas familiares. La gente se desplaza hacia los núcleos urbanos, donde la maquila suele ser la primera opción de empleo; también van en búsqueda de opciones de educación superior.

El colapso agrícola es inminente en las condiciones actuales, y con ello el desplazamiento forzado de familias ejidales y de pequeños propietarios, que no por gusto han tenido que rentar o vender las parcelas y ranchos que recibieron de sus padres y abuelos para buscar mejores derroteros. Ello ha derivado en bloqueos carreteros y manifestaciones de campesinos tamaulipecos en el norte de del estado, quienes desde el año pasado han externado su desesperación al anterior y actual gobierno, sin recibir hasta hoy respuesta alguna.

No deja de ser interesante que hay jóvenes migrantes, principalmente de los núcleos ejidales, quienes vieron como su opción primera migrar a EUA. Ellos han buscado invertir en sus comunidades: casas, maquinaria, aperos de labranza y hasta en la recuperación de la parcela paterna para retornar al seno familiar, pues a pesar de todo, aún mantienen un fuerte arraigo y amor a la tierra de sus ancestros. •