21 de marzo de 2020
• Número 150
• Suplemento Informativo de La Jornada
• Directora General: Carmen Lira Saade
• Director Fundador: Carlos Payán Velver
|
DESPLAZADXS
Natalia De Marinis CIESAS-Golfo
Huir forzosamente del hogar y el territorio, sea de manera individual o colectiva, genera afectaciones que se experimentan de manera diversificada según los contextos, los territorios y los lugares de destino. Si bien estas experiencias tienen en común el trauma generado a partir de las transformaciones abruptas dadas por la violencia directa, el asesinato de familiares, la amenaza, entre otras causas, la situación dramática del desplazamiento forzado para la población indígena continúa y se profundiza en los lugares de destino. La movilidad forzada es solo la punta del iceberg del complejo problema de la violencia en el país, el cual se monta sobre un continuo de violencia histórica. Ser indígena y estar en situación de desplazamiento implica enfrentar condiciones de violencias acumuladas sobre sus territorios y cuerpos racializados, tanto en los lugares de origen como también en los recorridos que encaran para salvar la vida.
La situación de despojo territorial que enfrentan los pueblos indígenas y que se ha agravado en años recientes por las incursiones militares, paramilitares, criminales, por el extractivismo y las disputas territoriales, entre otras razones, ha generado condiciones de violencia extrema que provocan que grupos amplios de población se vean obligados a huir para salvar la vida. Podemos ubicar el comienzo de estas prácticas de despojo en los desplazamientos forzados masivos en Chiapas en la década de los noventa, cuando cerca de 80,000 indígenas pertenecientes al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fueron desplazados. Más de una década después, y ante la grave crisis de derechos humanos que enfrenta el país, los desplazamientos forzados adquirieron más fuerza en las regiones indígenas y rurales, sobre todo en los estados de Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Se sumó también la diáspora de personas de ciudades que enfrentan niveles de violencia inédita, la cual dio origen al desplazamiento gota a gota, es decir, de manera individual. En 2010, se dio el caso del desplazamiento forzado masivo de triquis en Oaxaca, que tres años antes habían creado un municipio autónomo. Trabajamos en la documentación de los testimonios de sobrevivientes de la masacre que orquestaron paramilitares, donde murieron 32 personas, incluyendo mujeres y niñas, y que provocaron que cerca de 800 personas escaparan, perdiéndolo todo.
Los testimonios documentados en el espacio organizativo de las mujeres en el plantón de desplazados en la ciudad de Oaxaca, y que fueron recientemente publicados en el libro Desplazadas por la guerra. Estado, género y violencia en la región triqui (editado por CIESAS en 2019), construían un agravio que iba más allá de la movilidad. Hacían inteligible lo oculto del despojo, la incertidumbre y los daños que no acaban con el desplazamiento. “Se quedaron mis dos marranitos, uno grande y uno mediano, las gallinas, dos gatos grandes y uno chico. No alcancé a traer nada, ni siquiera alcancé a agarrar una bolsa de ropa. No alcancé. Lloré... estaba triste porque se quedó mi casa. Me preocupa que se quedaron mis huipiles. Me robaron el machete, el metate, el hacha, me robaron todo. Todo el daño que me hicieron […]” (desplazada triqui, febrero de 2011).
“La tristeza no es una emoción momentánea, sino que refiere a una pérdida de parte del alma- ni ma ja’, en lengua triqui-, agravada por la pérdida del acceso a su territorio para su sanación y recuperación”. Que quienes provocan el desplazamiento toquen los objetos personales y ocupen sus casas deja a toda una comunidad desprotegida y expuesta a daños e incertidumbre. A la fecha, las y los triquis no han retornado a su pueblo y el caso es uno más de los muchos otros que aguardan por justicia en el país.
Se han documentado otros casos de desplazamientos forzados masivos en Guerrero y Chiapas en años recientes, sin embargo, al no haber registros oficiales, poco sabemos sobre la condición étnica, de género y otras dimensiones que nos permitan conocer más a profundidad el fenómeno, pero también las afectaciones diversas que está generando. Sabemos que una buena parte de los desplazamientos forzados internos en el país se dan en contextos indígenas y que en algunos años, como en 2017, representaron un 60.44% (12,323 personas) del total de la población desplazada. Sin embargo, hay una ausencia significativa de víctimas indígenas en los foros y consultas que se han realizado para la incitativa de ley que se está impulsando. De la voz y testimonios de los propios indígenas conocemos que tanto en la iniciativa, como en las acciones que se han llevado a cabo, no se están contemplando las causas y a los causantes de los despojos y las particularidades de los agravios que enfrentan como indígenas.
La principal preocupación es el territorio. Empezar de cero, lograr reubicaciones y atenciones en los lugares de destino, puede apaciguar las condiciones que enfrentan en las ciudades, pero no atiende las afectaciones que viven como indígenas cuando han perdido mucho más que una casa, cuando han perdido acceso a su territorio y sus derechos como indígenas. Se suma a esta situación el hecho de que, en muchos casos, no están dadas las condiciones para rehacer sus vidas porque el racismo y la exclusión que experimentan en los lugares de destino dificultan enormemente el reasentamiento. Fue impactante escuchar de la voz de una lideresa indígena desplazada con quien había trabajado por tantos años que el desplazamiento había sido difícil y traumático, pero también lo había sido la negociación que tuvieron para que los vecinos de un predio que les habían dado a las afueras de la ciudad de Oaxaca aceptaran el asentamiento de personas triquis. También sus preocupaciones actuales que comparten con otros colectivos indígenas desplazados acerca de la posibilidad que tendrán de regresar a su territorio cuando ciertas reglamentaciones y acuerdos locales de tenencia de la tierra establecen pérdidas de derechos para personas que se ausentan por una determinada cantidad de años. Los desplazamientos son provocados para generar controles territoriales a partir del terror y despojos que no pueden remediarse solo implementando acciones de atención en los lugares de destino. Se requiere de una reparación integral que reconozca las causas y a los causantes del despojo, a través de la cual se puedan implementar acciones para la pacificación de territorios, el retorno y restitución de tierras y garantías de no repetición. •
Opiniones, comentarios y dudas a [email protected] |