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FMI no lo vio venir // Cepal: aviso puntual

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penas en octubre de 2019 el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimaba que, ese año, el crecimiento económico mundial reportaría el nivel más bajo desde la crisis de 2008-2009, y para 2020 consideraba que el panorama podría repuntar, por llamarle así, más que nada gracias a la mejora proyectada del desempeño de varios mercados emergentes de América Latina.

De por sí el vaticinio del FMI ya resultaba complicado por la desaceleración que reconocía el organismo y por su semejanza con los niveles reportados en el periodo 2008-2009, pero apareció el Covid-19 y no solo tiró al bote de la basura tal augurio, sino que pegó en la deteriorada línea de flotación del modelo económico imperante en las pasadas cuatro décadas.

Desde mediados de 2018 resultaba obvio que la economía global iba en descenso, tal vez escalón tras escalón, aunque con firmeza, pero cuando surge (China en primer lugar) la crisis sanitaria por el Covid-19 y más adelante estalla como pandemia, la caída económica se dará sin peldaños de por medio, especialmente en la zona que, según el FMI, reportaría una mejora en su desempeño.

Así, de la forzada confianza que intentaba transmitir meses atrás, el organismo pasó a la desesperación total, porque con la agudización del Covid-19 en América Latina –México incluido–, ahora advierte un impacto profundo en la economía de la región. La recuperación que esperábamos hace unos meses no ocurrirá y un 2020 con crecimiento negativo no es un escenario improbable, advirtió Alejandro Werner ( La Jornada, Dora Villanueva), subsecretario de Hacienda en el sexenio del comandante Borolas y desde 2013 director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI.

En un abrir y cerrar de ojos, de ser la salvación de la economía global –versión FMI–, América Latina pasó –de acuerdo con el mismo organismo– a ser una de las zonas gravemente perjudicadas por el contexto externo y las medidas internas. Para México el asunto es terrible, porque “se verá afectado por una desaceleración en Estados Unidos, que repercutirá en menos inversión extranjera directa, baja en flujos de turismo y monto de remesas, al tiempo que los brotes locales tensarán la actividad económica en el próximo trimestre y agravarán las condiciones comerciales ya inciertas (ídem).

Si se atiende la versión del FMI (concretamente la de Werner), entonces fue el Covid-19 el que reventó a Latinoamérica. Sin embargo, desde diciembre de 2019 la Cepal advirtió sobre el contexto particularmente complejo de la región, que lo llevaría a registrar un crecimiento de 0.1 por ciento en 2019 y, en el mejor de los casos, de 1.3 por ciento en 2020, porque muestra una desaceleración económica generalizada y sincronizada a nivel de países y de sectores, completando seis años consecutivos de bajo crecimiento.

Entonces, mientras el FMI estaba de fiesta y auguraba un –a todas luces falso– futuro venturoso para América Latina, la Cepal subrayaba que la región muestra una desaceleración tendencial de la actividad económica, con una disminución del PIB per cápita (4 por ciento en un lustro), caída de la inversión, baja en el consumo por habitante, menores exportaciones y sostenido deterioro en la calidad del empleo.

Y junto a esa lectura, el organismo especializado de la ONU remarcaba: ante ese escenario, la región no aguanta políticas de ajuste y requiere estímulos al crecimiento y reducción de la desigualdad. Las condiciones actuales necesitan que la política fiscal se centre en la reactivación del crecimiento y en responder a las crecientes demandas sociales, porque el periodo 2014-2020 sería el de menor crecimiento para las economías de América Latina y el Caribe en las últimas siete décadas.

Tarde que temprano sucedería, pero el Covid-19 aceleró el proceso.

Las rebanadas del pastel

Los tecnócratas insisten en que el peso mexicano tiene un régimen de libre flotación, pero, más allá de eufemismos y disfraces cambiarios, la devaluación ha sido permanente desde hace 40 años, y lo que se acumule.