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Ver día anteriorLunes 16 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Levantar la mirada
E

l panorama global cambió radicalmente a partir de dos factores: la decisión de Arabia Saudita de presionar el mercado de hidrocarburos sobre la base de su producción y liquidez y la evolución del Covid-19 o coronavirus de epidemia en China a pandemia mundial. El efecto combinado de ambas ha sido brutal para los mercados globales, México incluido. Los mercados perciben –con razón– la amenaza más inmediata de una recesión, de la interrupción de las cadenas de abasto, de un menor flujo comercial y de un severo golpe al empleo. Las bolsas más importantes han tenido la peor semana desde la crisis financiera de 2008 y la volatilidad ha pegado al peso a niveles no vistos desde la llegada de Donald Trump al poder o la citada crisis financiera global.

El mundo cambió. La vida cambió. La economía no. Ésta tendrá que soportar los embates de la incertidumbre a partir de acciones y decisiones concretas. No son tiempos para ganar, sino para perder lo menos posible; acotar riesgos, minimizar costos, paliar afectaciones. Está claro que 2020 estará marcado en términos de crecimiento por el coronavirus y la caída en los petroprecios. En el primer caso, al país sólo le queda evitar sicosis y tomarse en serio el dilema para la salud pública; en el segundo caso, la caída en los precios del petróleo –con el marco jurídico y fiscal que prevalece– ya está significando menores precios en los combustibles. Aunque las coberturas petroleras ayudan y mucho, la gran presión vendrá para los proyectos estratégicos de Pemex de escaso margen financiero y para las finanzas públicas.

Dentro del alud de malas noticias conviene destacar dos elementos que cambiron –para bien– en México en los años recientes: la despetrolización de las finanzas nacionales, que rondaba 90 por ciento de los ingresos del sector público a principios de los años noventa, y que hoy no llegan a la cuarta parte. El choque externo provocado por los árabes –en específico por Mohamed Bin Salman, heredero del imperio petrolero saudí– hubiese generado hoy una crisis similar a la de los años 80, cosa que no está ocurriendo. La segunda es que el marco legal vigente permite el movimiento de precios en la comercialización de combustibles, lo cual era impensable.

Es momento de activar políticas contracíclicas con un enfoque claro: la preservación y promoción del empleo. Para lograrlo, es imperativo un nuevo acuerdo entre el Estado y la iniciativa privada. En el caso específico del sector de hidrocarburos, la coyuntura presenta una oportunidad para dispersar el riesgo en la cadena de valor. Otro factor adicional que juega en positivo es que no se necesitan cambios legales para promover estas acciones, la legislación vigente permite la participación privada que el Estado juzgue pertinente, desde los contratos de servicios hasta rondas. En el sector petroquímico, al tener un valor menor el insumo base que es el petróleo y toda vez que somos importadores netos de petroquímicos, se podrían acelerar alianzas industriales público privadas dedicadas específicamente a este sector. Insisto, la rectoría y determinación, la última palabra la tiene el Estado; lo que prevalece es el cambio coyuntural y un marco jurídico explotable.

Para el sector servicios la palabra fundamental será el acceso a crédito. Nafin y las secretarías de economía de los estados tienen un papel relevante para que esto sea una realidad. En ese senti-do, ayudan mucho anuncios como el realizado por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, hace unos días para reactivar la construcción. La economía tiene motores que el Estado puede abonar a que no se apaguen. A los programas de empleo existentes se pueden agregar emergentes (pago de jornales por trabajo en espacios públicos o rehabilitación urbana). El tema es cómo se conservan las fuentes de empleo para los mexicanos con una lógica y previsible caída en la actividad económica.

El New Deal y John M. Keynes tienen mucho que enseñarnos sobre los retos actuales. Es momento de unidad nacional y cese al fuego de las mezquindades políticas. Es hora de enfrentar la adversidad, detectar oportunidades, levantar la mirada y restablecer la confianza entre nosotros.