uiza es el paraíso fiscal por antonomasia. Allí suelen resguardar su dinero quienes lo poseen en abundancia para protegerlo de los vaivenes de la economía mundial. Como la actual. También allí lo esconden políticos, funcionarios públicos, empresarios y testaferros de los capos del crimen organizado.

Las nuevas regulaciones mundiales para evitar el lavado de dinero obligaron a Suiza a trasparentar muchas de las cuentas que los extranjeros tienen allí. Una de ellas es investigada por Ives Bertossa, fiscal de Ginebra. Involucra a Juan Carlos de Borbón, monarca ‘‘emérito’’ de España.

La investigación del fiscal pone al descubierto el sistema utilizado para lavar dinero por quien fue rey 40 años. En este caso, 100 millones de dólares, supuesta dádiva de otro rey, el de Arabia Saudita. Los depositaron en 2008, cuando España padecía una enorme recesión económica.

La punta del entramado ilegal son las grabaciones que en 2015 hicieron a Corinna Sayn Wittgenstein, por varios años amante de Juan Carlos. En ellas Corinna revela cómo parte de la fortuna del ‘‘emérito’’ está oculta en Suiza bajo la identidad de tres personajes señalados por sus negocios turbios: un familiar, Álvaro de Borbón, el abogado Dante Canonica y el bróker Arturo Fasana.

Esos 100 millones serían parte de una dádiva por la participación de empresas españolas en la construcción de la línea ferroviaria de alta velocidad (453 kilómetros) entre las ciudades de La Meca y Medina. Costó más de 15 mil millones de euros. Una de esas empresas es OHL, que hizo negocios muy turbios en México al amparo de los ex presidentes Calderón y Peña.

Juan Carlos siempre dijo dentro y fuera de su país que los funcionarios debían tener un ‘‘comportamiento ejemplar’’. Él era la encarnación de esa prédica. Todo indica lo contrario. Cabe recordar que lo designó rey Francisco Franco, el dictador a quien la jerarquía católica llamó ‘‘Grande por la gracia de Dios’’.

Mientras en Suiza lo investigan, el Congreso de los Diputados de España le garantiza impunidad.