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Juana Molina creó una atmósfera energética y llena de empatía al cerrar Nrmal

Pese a la cancelación de Flying Lotus, el festival dejó momentos para recordar

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▲ Juana Molina, durante su actuación.Foto tomada de la página del encuentro
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de marzo de 2020, p. a12

Cada año una comunidad diversa espera la primavera. Marzo en la Ciudad México desde hace seis años también es la temporada del Nrmal, festival que nació en 2010 en Monterrey y se mudó a esta capital para ofrecer una propuesta con identidad propia.

Han sido 10 años de configurar su personalidad para públicos no masivos, curiosos y con una empatía con el encuentro que no se construye en los festivales corporativos. Por aquí han desfilado artistas míticos como Silver Apples, Swans, Black Angels, Psychic Tv, Slowdive o Brian Jonestown Massacre. Y los asistentes se saludan con la certidumbre de que aquí todos forman parte de una comunidad.

Este año el festival, que se realizó en el Deportivo Lomas Altas, se enfrentó a un escenario inesperado que puso en aprietos a los organizadores. El cabeza de cartel, Flying Lotus, canceló un día antes su presentación programada para el sábado. Nuevas audiencias acudían interesados en presenciar este concierto en particular. La cancelación provocó malestar y decepción en algunos, y se entendía el enojo.

Fuerza

Pero el festival tenía aún una oferta que defender. La presencia de Sam Prekop con su elegante banda The Sea and Cake, un combo de pop-jazz que incluye a John McEntire, de Tortoise en las percusiones; las potentes Bush Tetras, testigos del surgimiento del No Wave, la respuesta neoyorquina al post punk inglés; también una banda que confirmó que tiene fuerza respaldado por sus seguidores, Belafonte Sensacional, y la responsable de cerrar la noche, Juana Molina, que lo hizo con una dignidad y fuerza que seguramente captó nuevos fieles.

Fueron días difíciles, admite Alfonso Muriendas, ex director del festival y programador desde 2013; con una cancelación un día antes es imposible conseguir un artista para cubrir ese espacio.

El festival ha mantenido un equilibrio razonable con la presencia femenina en el escenario. Por tanto, estaban convencidos de que tenía que cerrar una mujer –cuenta Muriendas– y nadie podía cargar con una responsabilidad en un momento tan comprometido.

Juana Molina lo hizo con una dignidad y fuerza que fue capaz de crear una atmósfera energética y repleta de empatía. Momentos antes las Bush Tetras habían incendiado el ambiente con ese bajo funk y pesado del post punk de finales de los años 70 y principios de los 80. Las neoyorquinas hicieron un despliegue de ritmo y furia que puso a bailar hasta al más timorato.

El ambiente estaba calientito. La falta del Flying Lotus planeaba en el ánimo. Y en ese estado Juana Molina salió a dar una presentación honesta, que por momentos parecía que estaba haciendo una extensión del sonido bravo de las neoyorquinas que la precedieron. 

Por la tarde, en esa suerte de día de campo en que también se convierte el Nrmal, los Belafonte Sensacional hicieron una exhibición de músculo.

En medio de la emergencia, el Nrmal terminó un año más con momentos para recordar. Algunos opinaban que había que mantener el apoyo al festival, otros aún sentían cierta decepción. El compromiso que le queda a la organización será grande: reconfortar a sus fieles, esos que los aprecian como se hace con un amigo, y restañar los raspones de quienes se fueron con una sensación de deuda.