a crisis civilizatoria que se levanta sobre la humanidad nos exige repensar profundamente nuestro estar en el mundo, en específico, nos pide identificar las múltiples formas de cómo el sistema capitalista es responsable del caos que impera en la tierra.
En México los proyectos extractivos son una de las aristas por donde el gran capital busca seguir alimentando a la matrix sedienta de minerales, agua, aceite, petróleo y un largo etcétera. Sin olvidar la guerra que vivimos, la cual se materializa en miles de muertos, desaparecidos, feminicidios, represión, encarcelamiento y asesinatos. Por ello, es curioso observar cómo en la opinión pública de arriba
impera un calendario anclado en el razonamiento estatista. En esa ruta, lo que importa es el espectro mediático de una declaración, una nota, una pregunta fugaz.
Por su parte, los pueblos indígenas y su terca memoria se levantaron una vez más para enfrentar la anestesia social que el Supremo pretende imponer. Hace apenas un par de meses, reunidos en Chiapas, el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Concejo Indígena de Gobierno (CIG), acordaron realizar las Jornadas en Defensa del Territorio y la Madre Tierra Samir somos todas y todos
donde se llamó al pueblo, colectivos y organizaciones de México y del mundo a realizar acciones dislocadas según su forma y modo el 20, 21 y 22 de febrero del presente. Las jornadas buscaron ser un espacio para evidenciar los asesinatos de integrantes del CNI –cifrada en una decena de personas– y por ello lleva el nombre de Samir Flores, asesinado en 2019 por oponerse al Proyecto Integral Morelos. De igual forma, se buscó que las luchas por las defensa de la vida y los territorios no sólo encontraran eco entre el colectivo que somos, ante todo es el espacio de construcción por donde rebelarse, resistir y construir la autonomía en tiempos de guerra.
En el caso de la ciudad de Guadalajara nos encontramos con un mosaico diverso y digno de luchas que siguen caminando para construir la liberación de los pueblos. Hace unos días, en el contexto de la conmemoración de los 478 años de la fundación de la urbe tapatía, la historia colonial siguió reproduciéndose y celebrando la llegada del invasor, sin embargo, se registró un hecho histórico: el colectivo de Jóvenes Indígenas Urbanos (JIU) después de seis años de caminar organizadamente, lograron abrir la Casa-JIU en el corazón mismo del centro de Guadalajara. La Casa-JIU –un espacio conformado por indígenas universitarios de diversas partes de México y que actualmente residen en la capital jalisciense– será fundamental para fomentar el uso de las lenguas maternas, realizar talleres, conversatorios, reuniones y charlas. En una ciudad que es cuna del mestizaje y donde el racismo es de largo aliento, era fácil creer que los indígenas se quedarían en el pasado, en las salas de museos y en los libros de historia oficial. Ahora sabemos que no es así.
A su vez los zoques urbanos –originarios de Chapultenango, Chiapas– que actualmente residen en la ciudad, han decidido inaugurar el Semillero Zoque de Guadalajara: Miguel Domínguez Cordero. Éste es un espacio ubicado en el municipio de Tonalá, donde se siembra yuca, frijol boti, cebollín, pomarosa, jamaica, machetón, hoja santa, ñame, plátano, hoja de piedra, etcétera, con la finalidad de convertirse en una granja agroecológica zoque, pero además es un espacio comunitario para realizar reuniones, talleres, conversatorios, proyecciones de cine, comparticiones y para honrar a nuestros muertos. Con estas acciones es necesario reconocer la reterritorialización que los pueblos indígenas están desplegando en los contextos urbanos del México del siglo 21, y al mismo tiempo nos recuerda que la lucha de resistencia, cifrada para el caso de Guadalajara en 478 años, debe seguir.
De esta suerte, los pueblos indígenas están levantando el desafío más grande al defender a la Madre Tierra en medio del neoliberalismo voraz que flagela estas tierras. En el México de la 4T
la lucha de los pueblos indígenas implica desde hace varios lustros ejercer jurisdicción plena sobre los territorios (levantando otra geografía), la reconstrucción de autoridades tradicionales y autónomas (el ejercicio de la otra política), la lucha jurídica contra las empresas transnacionales y los estados nacionales que buscan colonizar la naturaleza (utilizando para ello las herramientas jurídicas del orden moderno y reinventándolo para la lucha), tejiendo organización colectiva entre los migrantes y las comunidades de origen (lo cual implica la construcción de espacios transnacionales que rompen los muros de los estados y el capital), manteniendo una relación distinta con la tierra, lo que implica vivir de otra forma en el mundo, y construyendo los sistemas de educación autónomos para nuestras familias y comunidades (levantando la otra educación). Ese esel desafío que los pueblos levantan an-te el capital y el Estado: descolonizarse y defender la tierra desde el campo y la ciudad.
*Zoque de Chapultenango, Chiapas, historiador, antropólogo e integrante del Centro de Lengua y Cultura Zoque