Taboada, lastre para el panismo capitalino
or más que el alcalde panista de Benito Juárez, Santiago Taboada, ha intentado acercarse al gobierno actual, la demarcación que ha tratado de gobernar desde hace más de un año sigue sumida en las formas de ejercer el poder que llevaron a los azules al total descrédito político.
Tal vez por eso es que dentro de su partido ya se da una división entre quienes consideran que Santiago debe dejar el puesto a Mauricio Tabe, hoy a cargo del gobierno del Congreso de la ciudad, y el propio Taboada, que por seguirle los pasos al panismo de Calderón, es decir, al gobierno entre cuates, por apuntar lo menos, ha puesto en riesgo a la alcaldía de no volver a ser gobernada por los azules.
Los panistas están divididos y parte de los argumentos de esa división se hallan, precisamente, en el dominio de lo que se considera el último bastión azul: el territorio de Benito Juárez, donde entre recomendaciones y algunas otras formas no muy éticas, los amigos
pasan por sobre las leyes y se forran de impunidad con el beneplácito de las autoridades que les permiten ejercer sus propios códigos para hacer negocio, sin que la ley sea un impedimento para sus ambiciones.
Un ejemplo del que bien conocen las autoridades, porque ha sido denunciado durante años sin tener una respuesta por parte de la alcaldía, es el de un restaurante ubicado en la hoy muy dolida avenida Cuauhtémoc, en el número 1409, donde un individuo de nombre Javier Espinosa Bringas ha instalado un negocio donde la ley lo prohíbe, y a estas fechas, para mantener más o menos limpio el lugar, se apropia del agua de los habitantes del edificio donde se halla el restaurante.
En el 1409 de Cuauhtémoc la mayoría de los habitantes del edificio, que data de la mitad del siglo pasado, son adultos mayores que carecen de la fuerza para manifestar públicamente su desacuerdo con el comercio que les quita el líquido.
La situación ha sido denunciada una y otra vez; es más, hasta hubo un momento en que los panistas lo clausuraron, pero a la entrada del nuevo gobierno, con Taboada a la cabeza, resurgió el comercio, cuyo verdadero dueño parece ser un tal Juan Fernando Díaz, del que no se sabe mucho porque quien siempre da la cara es Espinosa Bringas.
Para muchos el asunto podría ser menor, pero para el panismo en general resulta una muestra de lo que uno de los errores fatales de los gobiernos azules puede ocasionar: la pérdida de los pocos votos que aún conservan. Y perder Benito Juárez es, para el panismo, casi desaparecer.
De pasadita
El dato no es menor: en Tabasco y Chiapas, cuando menos el huachicol se vende a pie de carretera a razón, nos cuentan, hasta de 10 puntos de venta por cada kilómetro, pero el asunto es que los datos oficiales aseguran que el robo de combustible es casi nulo.
Aunque no hay aún una explicación clara del fenómeno, la gente que casi a diario usa las carreteras para trasladarse asegura que no tiene mucha confianza en ese huachicol. Dice que tiene un color raro, que su olor es fuerte, agresivo, que no se parece al que produce Pemex.
Como siempre los rumores llenan los silencios oficiales y ahora se comenta que se trata de un combustible que se trae de Guatemala, que lo produce en no muy grande escala, y hay quienes están seguros que viene de algún otro lugar, pero todos están de acuerdo en que no se trata de gasolina mexicana.
Muy seguramente estamos frente a una nueva forma de latrocinio que hoy por hoy perjudica al país en cualquiera de sus modalidades. La Guardia Nacional mexicana, cuando menos, debe estar enterada porque en sus rondines diarios miran –tal vez sin mirar– los humildes puntos de venta que cada vez son más. Hay que parar este asunto antes de que se convierta en otro problema imbatible.