l 31 de enero de 2020 fue la fecha oficial de salida del Reino Unido de la Unión Europea, aquélla en la que se celebrarán o deplorarán los aniversarios del Brexit. No fue, sin embargo, la data de conclusión de las complejas negociaciones euro-británicas derivadas de tal retiro. Marcó, más bien, el inicio de una transición que deberá desembocar en convenios entre ambas partes acerca de su intercambio comercial –el tan mencionado acuerdo de libre comercio– y numerosos otros asuntos definidos a lo largo del casi medio siglo de membrecía británica en la UE, y que ahora habrá que negociar de nuevo: desde las pesquerías y los servicios financieros, hasta los mercados de trabajo y la cooperación en ciencia y educación. Por ello, la primera inquietud de la era post- Brexit es el angustioso límite de 31 de diciembre de 2020, impuesto por Boris Johnson para tal lapso de transición, así como su amenaza de echar por la borda todo empeño negociador, si para finales de junio no se han alcanzado avances que la parte británica considere adecuados. Por otra parte, pero al mismo tiempo, el Reino Unido ha ofrecido llevar adelante la negociación de un amplio acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos, que constituiría la nueva áncora de su posición global ahora que la proporcionada por la UE ha sido desechada. Once meses –diez, ahora– para negociar alcanzar dos complicados acuerdos comerciales y algo más. Si uno parecía difícil, dos..., imposible.
Recuérdese, para entrar en materia, que en el año 2018 la Unión Europea adquirió 45 por ciento de las exportaciones británicas (EU 19 por ciento) y suministró 53 por ciento de las importaciones (EU 11 por ciento).
El acuerdo comercial trasatlántico, con Estados Unidos, significaría para Johnson –más que liberar de la injerencia europea a la apreciada relación especial
– confirmar ante el mundo el nuevo estatus global del Reino Unido, libre ya del yugo continental; una reafirmación de su posición secular como par entre los primeros, que ahora resulta más ilusoria que real.
Al presentar en el Parlamento en Londres el mandato negociador con EU, la ministra británica de Comercio, Lis Truss, anunció que, el Reino Unido, ahora que está en libertad para negociar fuera de la Unión Europea, se propone iniciar conversaciones con Estados Unidos tan rápidamente como sea posible
. Le corresponderá encabezar la delegación británica, mientras que la de EU estará a cargo del representante comercial, Robert Lighthizer. La ministra Truss subrayó, de entrada, los objetivos negativos de su país, es decir las cuestiones que no está dispuesto a aceptar o incluir en el acuerdo. Táctica negociadora con la que Johnson espera contrarrestar la grandilocuencia de Trump, que por meses ha hablado del magnífico acuerdo
que espera alcanzar con el Reino Unido.
El mayor obstáculo para el acuerdo trasatlántico proviene del calendario político-electoral de Estados Unidos. Es difícil imaginar que Trump, quien suele implicarse personalmente en las negociaciones comerciales, al menos por medio de sus tuits, quiera distraerse en la recta final para los comicios de noviembre.
Una delegación de un centenar de funcionarios británicos descendió en Bruselas el lunes 2 de marzo para iniciar la primera ronda negociadora entre la Unión Europea y el Reino Unido. Las siguientes se realizarán de manera alternada en una y otra capital. Michel Barnier, quien encabezó la delegación europea en las pláticas previas al Brexit, continuará con tal responsabilidad. El negociador-jefe británico también seguirá siendo David Frost.
Un reciente ensayo, publicado en The Guardian (01/03/20), ofrece un muy útil sumario de los asuntos contenciosos que deberán ser resueltos en las pláticas europeo-británicas. Se indica que los ocho tópicos cruciales, cuyo grado de dificultad o nivel de combustibilidad
se mide en una escala de 1 a 5, son los siguientes: ciencia e investigación, 1; transporte, 1; defensa y política exterior, 2; seguridad, 2; servicios financieros, 3; solución de controversias y rol de la Corte Europea de Justicia, 3; pesquerías, 4, y arreglo comercial y piso parejo de juego, 5. Como se advierte, es el contenido político de los temas el que parece determinar el grado de combustibilidad. Muchos asuntos y poco, muy poco tiempo.
Aunque ambas partes desean alcanzar un acuerdo de libre comercio sin aranceles y sin cuotas, quieren también asegurar condiciones equitativas (piso parejo
). Esto significa, por ejemplo, que las ayudas británicas a la exportación se sujeten a los límites definidos por la UE, requisito difícil de aceptar para los británicos. Significa, por otra parte, que en materia de, entre otros temas, condiciones laborales, prestaciones sociales, normas ambientales y política impositiva, el Reino Unido se ajuste a las modificaciones que la UE decida para la normatividad comunitaria. El documento británico establece una total oposición a aceptar cualquier compromiso para que nuestra legislación se alinee con la europea
. Las dificultades son evidentes.