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Brasil sigue haciendo la más grande, alegre y pacífica fiesta popular del mundo
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antos clichés, a favor y en contra, se gastan anualmente sobre el carnaval brasileño. Agencias de turismo se encargan de vender una imagen de exportación, que van del samba a las mulatas, sugiriendo aventuras libidinosas. Crónicas policiales se encargan de reproducir las escenas de violencia. Cadenas televisivas difunden los imágenes de los desfiles que, según sus críticos, habrían comercializado las fiestas con intereses económicos y eliminado el carácter popular de la celebración.

Sin embargo, año tras año, el pueblo brasileño protagoniza su más linda fiesta, la más grande, alegre y pacífica del mundo, en varios días de febrero, que se alargan cada vez más. Antes, terminaba, religiosamente, el miércoles de ceniza, día en que se purgaban en la iglesia los pecados o excesos cometidos durante los tres días de carnaval.

En la actualidad, terminadas las fiestas de fin de año, empiezan los preparativos para el carnaval, cuando sea que el calendario reserve una parte para el carnaval. De la festividad tradicional lo que prácticamente ha desaparecido son tanto los bailes en los clubes, como los concursos de fantasías. En cambio, lo que ganó fuerzaextraordinaria es el carnaval de calle en todo el país.

No sólo el espectacular carnaval callejero de Río de Janeiro, de Salvador, de Recife y de Olinda. Han adoptado la fiesta ciudades donde el carnaval no tenía arraigo como Sao Paulo (que, según Vinicius de Morais, era la tumba del samba), ha ganado recientemente concursos de escuelas de samba de primer y segundo nivel. Todas las grandes y medianas ciudades de Brasil gozan hoy de grandes festejos de calle, que congregan a millones de personas del viernes al miércoles de carnaval.

Todo ocurre en condiciones de tranquilidad, de paz, con mucha menos violencia que en los otros días del año. En un clima protagonizado por una mayoría de jóvenes, pero también gente de la tercera edad, en un tipo de comunión que Brasil no conoce en otro momento.

Los desfiles de los blocos (grupos de distintos vecindarios) son el espectáculo más sensacional que se puede ver. Lo que pasa por televisión es una imagen lejana a la realidad, no solo por los colores, sino por el sonido espectacular de las baterías de las escuelas, en que 400 o 500 personas emiten una percusión que envuelve completamente a los desfiles.

En Río de Janeiro son 24 blocos, divididos en dos categorías, que desfilan entre viernes y lunes, toda la noche. El momento auge es el desfile de la Mangueira, la más carismática y bonita de la escuelas, con la combinación de sus colores –verde y rosa– vencedora del año pasado con desfile alrededor de Marielle y gran candidata este año, con el tema de Jesús negro, con críticas directas al discurso del gobierno.

El canto carnavalesco de Mangueira, la coordinación de toda la escuela, estuvo con nosotros en la reunión de Lula con artistas e intelectuales a finales del año pasado en Río. Fue el primer año en que la escuela no pudo contar con Beth Carvalho, su sambista mayor, –muerta recientemente– y homenajeada.

Las escuelas tienen una hora y cinco minutos para desfilar con sus imponentes carros alegóricos, seis en cada escuela, sobre los temas centrales escogidos por cada una. Portela, Salgueiro, Beija Flor, entre tantas otras, exigen el lujo de sus fantasías y coches gigantescos (Joaozinho Treinta, el más conocido carnavalero, decía que “al pueblo le gusta el lujo, al que le gusta la miseria es al intelectual).

El resultado se da el miércoles, en el mismo Sambodromo, espacio idealizado por Oscar Niemeyer. En ese día se conoce a la vencedora de cada grupo, los que ascienden y los que bajan de grupo. El sábado se hace el desfile de las campeonas. Ahí recién empieza el año en Brasil.

El país sigue haciendo la más linda fiesta popular del mundo, que ahora ni siquiera se puede decir que es una expresión de la alienación popular, porque nunca como ahora es expresión política de la voluntad popular en contra del gobierno.