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El legado de Samir Flores
D

esafiante, el busto de Samir Flores mira a Palacio Nacional. Esculpido en grafito y resina, montado en una base de concreto, fue colocado sorpresivamente en el Zócalo capitalino, en una jardinera cerca de la calle Madero, al lado de la escultura de Cuauhtémoc.

La escultura de Samir fue puesta allí el pasado 21 de febrero, al terminar una manifestación de más de 7 mil indígenas, grandes contigentes del Movimiento Urbano Popular, campesinos y jóvenes, convocada para recordar el primer aniversario de su asesinato a manos de pistoleros. Le señala a las autoridades del Estado mexicano su obligación de proteger y garantizar las condiciones de defensa y seguridad de las personas que ejercen la defensa de los derechos humanos.

La imagen del indígena nahua morelense en el Zócalo contrasta con la escultura de un caballo rampante, de 3.20 metros de altura, elaborada con microesfera, que el gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, le obsequió al general Juan Antonio Bernal, comandante de la séptima región militar, el pasado 19 de febrero. Símbolo de la austeridad republicana que ejerce, el regalo que fue acompañado de una escultura de jade, es copia de un corcel que perteneció al militar.

Con la instalación del busto del campesino, herrero y comunicador popular de Amilcingo, defensor del territorio, opositor a la instalación de la Termoeléctrica de Huexca y al Proyecto Integral Morelos (Daliri Oropeza, https://bit.ly/3c1ObUi), suman ya siete los antimonumentos erigidos en la Ciudad de México, sin permiso de autoridad alguna, en su mayoría a lo largo del emblemático Paseo de la Reforma. En ellos se cuenta la otra historia del país: la de las grandes tragedias favorecidas por los abusos del poder y la resistencia popular. Son una llamada de atención que no pretende perpetuar el momento sino impulsar la percepción de que no es un hecho inamovible.

El +43 es una escultura roja de tres metros y 800 kilos, colocada en el cruce de Reforma y Bucareli, que rinde homenaje a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Un enorme lego tridimensional con pintura acrílica color pastel con el número 49 y las letras ABC, de una tonelada de peso, levantado frente a las oficinas centrales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), rememora a los 49 niñas y niños fallecidos en el incendio de la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora.

De cara a la Bolsa Mexicana de Valores, se yerguen tres módulos de cuatro metros y medio de alto, con un 6, un 5 y un signo de más, con los nombres de los 65 mineros que quedaron enterrados en el derrumbe de la mina de Pasta de Conchos. También en el Zócalo, como el busto de Samir Flores, pero en la jardinera ubicada entre la Plaza de la Constitución y Madero, se levantó una figura rojinegra de tres metros de altura con la insignia del Comité 68. No muy lejos, en avenida Juárez, frente a Bellas Artes, se colocó el símbolo del espejo de Afrodita con el puño en alto, para denunciar la violencia feminicida que azota al país (Gloria Muñoz, https://bit.ly/2HLDCqy).

Frente a la explanada de la alcaldía Gustavo A. Madero se puso un enorme número 12 acompañado de coronas de flores, para honrar a las víctimas de la tragedia de la discoteca News Divine. El actual alcalde, Francisco Chíguil, al frente de la delegación cuando se produjo la desgracia, ordenó retirarlo.

Samir es otro de una larga lista de in­tegrantes del CNI asesinados en lo que va del sexenio. Son parte de ella: Julián Cortés Flores, mephaa de la Casa de Justicia de San Luis Acatlán, Guerrero; Ignacio Pérez Girón, tzotzil del municipio de Aldama, Chiapas; José Lucio Bartolo Faustino, Modesto Verales Sebastián, Bartolo Hilario Morales e Isaías Xanteco Ahuejote nahuas organizados CIPOG-EZ; Juan Monroy y José Luis Rosales, nahuas de Ayotitlán, Jalisco; Feliciano Corona Cirino, nahua de Santa María Ostula, Michoacán, y el músico de rap y jaranero Josué Bernardo Marcial Campo, conocido como TíoBad, popoluca de Veracruz.

El antimonumento de Samir fue parte de la jornada de lucha de tres días, convocada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en defensa del territorio y la madre tierra Samir somos Todas y Todos. En esas fechas, hubo protestas en varios puntos del país y estados (entre las que desatacan las movilizaciones del EZLN), foros de análisis y debate y una Asamblea Nacional del CNI (fundado en 1996), en Amilcingo.

Más allá de la resistencia a los megaproyectos, uno de los hechos que resaltaron de la campaña es que, en un momento en que las mujeres salen a las calles en todo el país contra la violencia que sufren, en territorio zapatista no hay un solo feminicidio.

La asamblea mostró un notable crecimiento y vitalidad de la convergencia indígena en marcha. Participaron en ella 600 delegados, pertenecientes a 17 pueblos originarios, provenientes de 21 estados y 11 países. La incorporación de sectores urbanos y de nuevas comunidades es –a decir del dirigente del CNI, Carlos González– muestra de un mayor descontento social.

Como señala el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua de Morelos, Puebla y Tlaxcala, el busto de Samir Flores mirando a Palacio Nacional es un recordatorio de la situación de riesgo y represión que viven las personas defensoras de derechos humanos en el país y un atento llamado a que se haga justicia.

Twitter: @lhan55