ntre 2005 y 2015, el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), nacido en 1995 y con la sigla MAS prestada para su primera contienda electoral, logró una hegemonía política y social nunca antes vista en la historia de Bolivia, más longeva incluso que la del MNR de la revolución de 1952. Evo Morales llegó a cumplir más de 5 mil días consecutivos ejerciendo el poder (frente a los 4 mil 586 que había acumulado Víctor Paz Estenssoro en cuatro periodos discontinuos).
Sin embargo, lo sucedido el 10 y 11 de noviembre de 2019, golpe de Estado cívico-policial-militar y la llegada de Evo Morales a México en calidad de asilado político, al mismo tiempo que una mediocre senadora de los Demócratas, partido que había sacado 4 por ciento de los votos en la elección general, asumía la presidencia interina con el objetivo de convocar a nuevas elecciones, rompió una hegemonía que ya había comenzado a fracturarse en 2016.
Son muchos los errores cometidos desde 2016, errores intensificados en 2019 y agravados durante los 20 días posteriores a la elección general del 20 de octubre, pero ahora mismo, con unas nuevas elecciones generales el 3 de mayo, toca mirar hacia adelante, incluso, más allá de las propias elecciones.
El MAS ha tenido que moverse rápido para escoger candidato y ha optado por el ex ministro Luis Arce Catacora, autor intelectual del milagro económico boliviano, acompañado como candidato a vicepresidente por el ex canciller David Choquehuanca, lo que le permite mantener la identidad indígena originaria campesina en el binomio, pero interpelando también a quienes se vieron beneficiados por 14 años de estabilidad económica.
El binomio del MAS-IPSP va a enfrentar a todos quienes criticaron a Evo por su repostulación y aseguraban que no serían candidatos, desde Carlos Mesa a Fernando Camacho, pasando por una Jeanine Áñez, quien a pesar de que un congreso sin quorum la declarara presidenta interina y el comandante de las Fuerzas Armadas le pusiera la banda presidencial, o quizás gracias a eso, ha decidido postularse. Más paradójico aún el caso de Samuel Doria Medina, que tras criticar la postulación de Áñez, aceptó ser su candidato a vicepresidente.
La dispersión de los golpistas en hasta siete candidaturas no debe llevarnos a falsas lecturas optimistas. Lo que está en juego en la primera vuelta es la composición de la Asamblea Legislativa Plurinacional, y por eso cada sector del golpismo, más moderado o más radical y de ultraderecha, busca colocar sus piezas. Pero en una hipotética segunda vuelta, todos irían unidos contra el MAS-IPSP.
Lo que hay de fondo es la rearticulación de un nuevo bloque de poder, alineado a los intereses de Estados Unidos, y conformado por las clases medias urbanas desencantadas con el MAS en el centro, los comités cívicos y sus expresiones violentas a la derecha, así como sectores de la policía y las fuerzas armadas del Estado.
La filtración de las reuniones mantenidas en la elitista Universidad Católica Boliviana de La Paz a convocatoria de la Conferencia Episcopal y con presencia de Mesa, Camacho, Doria Medina, Tuto Quiroga como principal operador del Departamento de Estado, los cívicos y los embajadores de España, Italia y la Unión Europea, junto con la postulación de Jeanine Áñez, confirman la voluntad de convertir un golpe de Estado irreversible en un golpe permanente.
La designación esta misma semana como vicecanciller de Manuel Suárez, secretario privado de Gonzalo Sánchez de Lozada, ministro de la Presidencia de Carlos Mesa y asesor de Samuel Doria Medina, confirma que más allá de quien gane las elecciones, hay voluntad de facilitar el retorno de las viejas élites al control del Estado para reorientar la política económica y de relaciones internacionales.
Ante eso, el MAS peca de optimismo al pensar que puede ganar las elecciones y recuperar el poder. No se están calculando bien los efectos del golpe en las clases medias urbanas. Es posible que el voto duro se vea cohesionado a pesar de perder a Evo como candidato a Presidente por la represión racista, pero la adhesión blanda ha sufrido un desgaste muy grande. La polarización post golpe va a hacer que el MAS mantenga su núcleo duro de alrededor de 35 por ciento de los votos, pero el gran ganador de estas elecciones va a ser el centro (se llame Mesa o Áñez-Doria Medina), la apuesta por la distensión y no confrontación: ni los golpistas representados por Camacho, ni los masistas. A todo ello contribuye el encarcelamiento de ex altos cargos oficialistas, una persecución que ayuda a consolidar la idea sembradadurante años por el principal partido de oposición, los medios de comunicación, de que el gobierno del MAS ha sido el gobierno más corrupto de la historia.
Pudiera ser incluso que el MAS ganara la primera vuelta con 10 puntos de diferencia sobre el segundo, pero si no llega a 40 por ciento de los votos se queda sin chances en una hipotética segunda vuelta.
Al MAS le toca, por tanto, la misma travesía por el desierto que hicieron el kirchnerismo en la Argentina o están haciendo el correísmo en Ecuador, el PT en Brasil y el FMLN en El Salvador. Será necesario hacer un ejercicio profundo de autocrítica, pensar en que momento se bajaron las banderas del proceso de cambio y se dejaron seducir por los cantos de sirena de unas clases medias politizadas por los medios, y trabajar desde la trinchera parlamentaria y la territorial de las alcaldías y gobernaciones, para enfrentar durante cinco largos años un golpe que ha venido para quedarse.
* Politólogo vasco-boliviano, especialista en América Latina