15 de febrero de 2020 • Número 149 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

La batalla por nuestro derecho a saber


El tabaco: nace en la tierra y a quien lo fuma lo entierra

Eduardo del Castillo V. y Livia Olvera S. Códice, SC

Consumo responsable

Para algunas opciones de negocios cero residuos en el país, descarga la Guía de consumo responsable de Greenpeace:

https://actua.greenpeace.org.mx/directorio-sin-plasticos

Hace un par de décadas era común preguntarse ¿por qué si el consumo de tabaco mata a seis millones de personas anualmente en el mundo y 66 mil en México sigue produciéndose, comercializándose y consumiéndose? ¿Por qué –continuaban las preguntas— no se prohíbe el tabaquismo o se le somete a una regulación muy fuerte como sugiere la Organización Mundial de la Salud? ¿Por qué los gobiernos no emprenden intensas campañas de información señalando los daños del tabaco, de la adictiva nicotina y las sustancias cancerígenas que contiene?


Desafiando intereses.

En las clínicas y hospitales la evidencia era ineludible. ¿Fuma? Preguntaban las y los oncólogos, neumólogos o cardiólogos porque resultaba que ya andaba por ahí un cáncer de pulmón o de garganta, uno o dos infartos cardiacos o la desesperante insuficiencia respiratoria. Y aunque un diez por ciento de los enfermos consultados no eran fumadores compartían aire y destino de quienes fumaban.

Había que tomar medidas profundas y globales y se tomaron. La OMS propuso en 2008 el Convenio Marco para el Control del Tabaco y a ese instrumento se adhirieron casi todos los países del mundo. ¿Qué hacer? Legislar en los países para que frenar la publicidad y patrocinio del tabaco, subir impuestos a esos productos, imponer espacios 100% libres de humo de tabaco en todo lugar cerrado, público y de trabajo, exigir los pictogramas en las cajetillas de cigarros… Con muchas variantes los países firmantes del CMCT procedieron a imponer las recomendaciones de la OMS y en México se avanzó… a medias. ¿Sería que la industria tabacalera, con sus millonarios sobornos, le llegó al precio a los coordinadores de diputados y senadores, a los dirigentes de los partidos, a los funcionarios públicos incluyendo los titulares de Salud y del Ejecutivo?

Luego de una lucha de once años fue posible que 14 entidades superarán gradualmente a la federación y que sus congresos locales aprobarán leyes 100% libres de humo de tabaco en todo espacio cerrado, público y de trabajo con el impulso de una ONG, Códice SC, a partir de alianzas con organizaciones sociales defensoras del control del tabaco, de los derechos sexuales y reproductivos y del medio ambiente. En el ámbito federal, Salud Justa y Polithink lograron que se avanzara en aumentar un poco los impuestos al tabaco y hasta ahí. Con sus tareas a medias, sus retardos y ausencias, a México lo alcanzó la nueva realidad con el arribo del nuevo ardid de la industria tabacalera: el cigarro electrónico y otros glamours del engaño como los saborizantes al tabaco.

Mientras el cigarro convencional, ya reumático pero aún vigente, vaga con sus rechazos cada vez mejor argumentados, los cigarros electrónicos entraron al mercado como una virtual pandilla de fascinerosos envueltos en un manto de pureza. Se trataba de cambiar nombre y forma para mantener intacta la nicotina adictiva y los metales tóxicos: cigarros electrónicos, e-cigs, vapeadores, vaporizadores, tanks, MOD’s, vapepens, son algunos de los muchos términos usados para describir a los Sistemas Electrónicos de Administración de Nicotina (SEAN). Y con su nueva envoltura, se han ido a conquistar el mercado de las adicciones, sobre todo el dirigido a menores y adolescentes, quienes prometen larga rentabilidad.

Nuevamente despliegan los trucos para atraer a poblaciones especificas a imágenes de glamour, sofisticación, inteligencia: jóvenes rebeldes, mujeres sensuales, hombres en busca de libertad. No obstante que las regulaciones prohíben publicidad, patrocinio y promoción de estos productos, las grandes corporaciones tabacaleras han encontrado maneras de eludir las leyes. En una era en que hay múltiples canales de comunicación, se cuelan en todos: en la películas y series con altísima exposición de tiempo en pantalla, en las redes sociales con fotos de jóvenes líderes aparentemente casuales y en los puntos de venta, donde se exhiben paredes enteras de cigarros convencionales o electrónicos. Paredes privilegiadas tras las cajas de cobro, lugar obligado a la mirada.

Las compañías tabacaleras han mentido una y otra vez desde la década de 1950, cuando sus estudios internos les confirmaron el vínculo del tabaco con enfermedades letales. En 1994 los presidentes de las pricipales empresas de tabaco juraron que la nicotina no era adictiva, pero sus propios estudios extraídos clandestinamente y exhibidos públicamente los desmintieron. ¡Lo sabían décadas antes, pero negocios son negocios, aunque se finquen sobre la enfermedad y muerte de millones de personas!

Hoy, los cigarros electrónicos, con sus múltiples presentaciones y contenidos, son promovidos como los dandis, los objetos del deseo. Les anteceden estrategias agresivas de mercadotecnia fomentando la asociación de sus productos con lugares placenteros, personas atractivas, rituales asociados al acto y legitimación/ aceptción del uso, entre otras (Estrategia Surinse de Philip Morris, enero 1997, 1). Los personeros de la industria tabacalera afirman no fomentar la adicción en los niños y jóvenes, pero sus acciones demuestran todo lo contrario. Sus sofisticados productos van orientados a los librepensadores, a construir los mejores momentos de la vida…y si no se detiene esa maquinaria de engaño, será en el lecho de muerte, a una edad prematura y después de gran sufrimiento, que pesará en la sombra de estas perversas corporaciones. •