Jueves 13 de febrero de 2020, p. 7
Para el escritor israelí Etgar Keret, ‘‘el valor que tienen las historias es abogar por nosotros, por la especie humana”.
En un encuentro que sostuvo el martes con sus lectores en la librería Mauricio Achar, en el sur de la Ciudad de México, Keret compartió que su primer contacto con la literatura fueron los cuentos que le narraban sus padres antes de dormir, pero los relatos de su papá le gustaban más porque había situaciones violentas con personajes siniestros y jodidos.
‘‘Mi padre siempre hacía un esfuerzo por encontrar un vínculo de empatía con los personajes, por tratar de comprenderlos. Fue ahí donde entendí que el valor de las historias es abogar por nosotros, por la especie humana.
‘‘Si en algún momento hubiera una especie de invasión de alguien y vinieran a tratar de aniquilarnos por ser una especie sin remedio quizá sí le contáramos nuestras historias podríamos encontrar puntos de encuentro con ellos y de aproximar un poco nuestras diferencias.”
El autor de Extrañando a Kissinger dictó la conferencia La escritura como plan B, en la que recordó cómo desde pequeño surgió su gusto por la lectura y las historias, pues sus padres, supervivientes del Holocausto, le narraban cuentos.
Esa experiencia con las historias lo acompañó toda su juventud. ‘‘Cada vez que me encontraba en una situación que tenía como resentimiento o rabia contra otro niño, otro maestro, me tomaba un momento y trataba de construir otra historia que abogara por ellos, y esta necesidad de contar historias se volvió dramáticamente urgente cuando entré al servicio militar en Israel”.
Apuntó que la escritura lo ayudó a sobrevivir emocionalmente durante tres años de servicio militar obligatorio. En esa etapa su primer lector fue su hermano y recordó la anécdota cuando le llevó su primer cuento y cómo el papel en que lo escribió sirvió para limpiar los excrementos de un perro.
Con ese hecho Keret se percató de que ‘‘el valor de las historias no está en papel, sino verdaderamente donde viven es en la mente y el corazón de los lectores”.
Escribir, definió, ‘‘es como una especie de confesionario católico literario y para ser honesto uno tiene que decir las cosas que son más importantes”.
Los relatos, sostuvo, son parte integral de nuestras vidas y mencionó que si llegamos tarde al trabajo construimos una historia para explicarle al jefe. ‘‘Me gustaría que las historias fueran más parte de la vida cotidiana”, concluyó.