l aire que sopló toda la tarde de la corrida de aniversario llenó la Plaza México de un rico olor a canela, a tono con el traje de luces y el pellizco
del torero sevillano Morante de la Puebla.
Un pase llamado del desdén, que llevaba el alma sevillana, se quedó grabado sobre el redondel. ¡Qué torería! Naturalidad que deslizaba el toreo grande.
Extraño duende torero, inesperado, revelador de extrañas excitaciones, vértigos, zumbido de oídos y desmayos en alientos que nacían y se apagaban, crecían y se dilataban, le iban dando al coso los clamores que lo definían.
Toreo de Morante de pocos pases, en tejido de sol y sombra, limón redondo, talle ondulado que me recordaba el quehacer de los grandes toreros andaluces.
Toreo que fue contrapunto del quehacer de Antonio Ferrara, El Zapata, y El Payo, que a base de valor y entrega le llegaron a ese público especial de corrida de aniversario. Antonio Ferrara volvió a salir en hombros con su toreo contorsionado, pero que enlaza los pases y acaba sacudiendo a la plaza.
El Zapata, en un tercio de banderillas de a trenecito
, colocó tres pares, en uno, levantó a la gente de sus asientos y fue obligado a una vuelta de ruedo al terminar el tercio.
El Payo, con el toro más a modo del toreo que hoy gusta, le puso el sabor del Bajío queretano a su faena y luego la dejó caer en un bajonazo al entrar a matar.
Los toros de Jaral de Peñas, burracos, jaboneros, ensabanados y negros, muy bien presentados. El séptimo fue regresado a los corrales, no entiendo por qué. Como en el resto de la temporada, algunos toros de un solo puyazo caían al ruedo débiles, con excepción del último que le tocó en suerte a El Payo.
Corrida que fue homenaje al torero mexicano universal de las 110 corridas en un año en España, Carlos Arruza.
Hasta el domingo, en la tercera corrida de aniversario, en la que repiten Ponce, Ferrara, Morante, José Mauricio, Joselito y Luis David, con toros de diversas ganaderías que sacarán chispas.