A tres años, una Constitución perfectible
yer se cumplieron tres años de la finalización de los trabajos que culminaron con la creación de la Constitución Política de la Ciudad de México, que en tan poco tiempo ya ha sido reformada en casi una cuarta parte de su contenido.
Nadie, ni quienes la discutieron ni quienes la observaron en su desarrollo, podría estar satisfecho con el trabajo que durante tres meses trató de dar vida a las reglas de convivencia para la capital del país, entre otras cosas porque la nave no llevaba rumbo.
¿Qué se quería de la Constitución para la Ciudad de México cuando el momento político en el país apuntaba ya a un cambio inminente? Sin temor a equivocarnos bien podríamos decir que en muchos momentos se legislaba poniendo cuidado a las espaldas, con la seguridad de que el futuro no auguraba cosas mejores para ciertos grupos.
Un buen grupo de diputados a la Asamblea Constituyente entendió que era el momento de asentar en el documento todos los derechos que por mucho tiempo se conculcaron a los capitalinos, y las garantías a esos derechos se prodigaron en las páginas de la Constitución.
Se trabajaba contrarreloj; las mesas de labor donde se discutían cada uno de los artículos que formarían la Carta Magna de la ciudad se efectuaban casi a la misma hora, lo que impedía que muchos de los diputados pudieran asistir con sus tesis a otras comisiones que les interesaban.
Pero eso no era lo grave, lo que a final de cuentas pesaba era que nadie, se diga lo que se diga, tenía una idea clara de cuál sería el final ideológico de ese trabajo. Para el priísmo, que de un día para otro dejó de bloquear las iniciativas que eran suyas para aprobar todo sin mayor reparo, el asunto estaba claro: se trataba de cumplir con los tiempos, el 5 de febrero se tenían que terminar los trabajos.
Total, para ellos el asunto no tenía remedio. Todos, o casi todos, los artículos serían impugnados ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así que la discusión de los mismos ya no era importante, su juicio se daría en los tribunales. Mientras parecían divertirse con lo que pasaba en el pleno del Constituyente.
En el PAN afloraron las diferencias que hoy tienen profundamente dividida a esa organización. Incluso la interrupción legal del embarazo fue un tema en el que los azules no pudieron ponerse de acuerdo; sus liderazgos se hicieron añicos y la confusión entre ellos, fuera real o aparente, no les permitía definiciones claras.
Y el PRD, que amenazó desde el primer momento con la imposibilidad de tener una Constitución si no se daba una alianza con los azules, ahondó las confusiones, los perfiles políticos se desvirtuaron y nada bueno salió de esa pretensión que resultó prácticamente estéril.
Morena anunciaba lo que ahora es un escándalo. Cada quien tenía sus propias convicciones y nadie parecía entender que los horizontes políticos del país empezaban a mostrar esos signos de cambio que aún no comprenden.
Sí, la Constitución Política de la Ciudad de México quedó lista hace tres años. En algunos planos fue aplaudida, en otros abucheada y en unos más muy incomprendida. Se le han hecho casi 25 por ciento de ajustes, como dijimos al principio, pero aún no se concluye su revisión. Ojalá sea para bien y no el ejercicio del tablajero que destaza sin ton ni son, como dijo el diputado Jorge Gaviño.
De pasadita
En el caso de los mafiosos que se fugaron de la cárcel ayudados por los empleados del reclusorio, y que son parte importante de la mafia que nació en Sinaloa y que ahora está por todas partes, hay que hacernos, todos, una pregunta: ¿A quién no le conviene que esos narcos sean extraditados y eventualmente unan sus voces delatoras a la de García Luna? Ahí la dejamos.