18 de enero de 2019 • Número 148 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

estar Comunicadxs


La comunicación también permite potenciar historias colectivas.

La vida que va ganando terreno: comunicación y territorio en Colombia

Daniela Parra Hinojosa

Leí por primera vez sobre comunicación comunitaria en Colombia en el 2008 con el texto Lo que le vamos quitando a la guerra (Rodríguez, 2008). Además de brindar un análisis de los orígenes y desarrollo del conflicto armado, el libro exponía experiencias de comunicación que, mediante la resiliencia, la creatividad y un decidido amor por la vida y el territorio, iban arrebatándole terreno a aquello que la guerra buscó destruir.

Dos experiencias me enamoraron especialmente: la Escuela Audiovisual Infantil de Belén de los Andaquíes y el Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21. No me imaginaba -aunque lo deseaba- que, 11 años después, estaría volando para conocer estos y otros proyectos de primera mano.

Ante la violencia que vivimos en México, me preguntaba: ¿nos puede ayudar la comunicación a gestar vida en medio de la muerte? ¿Qué posibilidades nos ofrece para tejer territorio, esperanza y empatía? ¿Puede servirnos la comunicación para construir una memoria justa y digna?

La historia es la que cuenta

La casa de Alirio González está casi siempre abierta. “Don Alirio”, como le llaman en Belén, departamento del Caquetá, es uno de los fundadores de la Escuela Audiovisual Infantil (EAI) junto con Mariana García.

Personas entran y salen, sobre todo niñas y niños. Alguien pasa a visitar, tomar un libro, armar un marco para serigrafía, grabar una canción, editar un video, cocinar un almuerzo o simplemente curiosear. A una casa está la sede de la EAI, una construcción con diferentes salas y un jardín en donde se imparten talleres de producción audiovisual, fotografía, música, impresión, carpintería y tantas otras cosas nacidas de la imaginación y las ganas de crear.

Desde 2005, este proyecto ha formado a una niñez que está en peligro latente por la violencia. La consigna es simple pero potente: sin historia no hay cámara. La comunicación no es apropiarse de herramientas o tecnologías, lo más importante es lo que cada quien tiene para contar.

Contar historias implica mirarse y afirmar un lugar en el mundo. Es narrar la vida y construir imaginarios que desmonten la narrativa de pobreza, exclusión y violencia que existe en torno las poblaciones rurales. Una narrativa que a veces se asume y se replica hacia adentro. Contar historias permite que cada voz se escuche, que cada mirada sea vista por otras.

Más que un lugar para producir audiovisual o arte, la EAI un espacio de libertad, respeto, juego y confianza para que niñas y niños echen su cuento como parte de una comunidad diversa con mucho que decir. Allí se aprende haciendo. No se trata, dice Mariana, de darles un discurso, una charla; se trata de vivenciar y soñar. Y así, la transformación ocurre en un hacer artesanal, dedicado, honesto y alegre.

Contando se evapora el dolor

En el departamento de Bolívar, el Colectivo de Comunicaciones Montes de María realiza su VIII Festival Audiovisual. En esta fiesta de la memoria, la imagen y la palabra, se proyectan producciones realizadas dentro y fuera del territorio, se imparten talleres, se baila y se canta la vida.

En Capaca, vereda que habitan personas desplazadas por el conflicto armado, Carmen Meza juega un rol de “tejedora de ilusiones.” La comunicación, el arte y la cultura han sido para ella una verdadera terapia: “raro es la víctima que haya recibido ayuda psicológica […] la parte psicológica la tenemos vivita, guardada […] al compartirla ni tú te burlas de mi dolor, ni yo me burlo del tuyo, sino que hacemos un solo duelo y ahí se evapora.”

Desde hace 25 años, el Colectivo, fundado por Soraya Bayuelo, ha apostado por narrar la vida “más allá del dolor”. La comunicación permite tejer paz, identidad, memoria y formar sujetos políticos para la transformación del territorio.

Como dice Rafael Posso, integrante del colectivo: “hoy ha ido cambiándose el machete por un micrófono, por el arte, por una canción, por la palabra […] Empezamos a contar, a cantar y a dibujar nuestra historia para que Colombia y el mundo la vaya conociendo.”

Ante una narrativa que privilegia la violencia, el miedo, la victimización y el silencio, experiencias como la Escuela Audiovisual y el Colectivo de Comunicaciones me mostraron que la comunicación permite potenciar historias colectivas, transformar imaginarios, proponer narrativas alternativas, abrir espacios para soñar y sanar hacia una paz con memoria, justicia y dignidad. En Colombia, la vida va ganando terrero. •