ara honrar a 12 mujeres que han transformado la histo-ria de México, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México decidió instalar a lo largo del Paseo de la Reforma el Paseo de las Heroínas, con estatuas de las más destacadas.
Resulta increíble que ninguna mujer había sido reconocida en ese pasaje, inicialmente bautizado como Paseo de la Emperatriz, cuando fue encargado por Maximiliano para engalanar su ruta diaria desde El Caballito hasta el Castillo de Chapultepec, un paseo ecuestre de élite diseñado para uso exclusivo de la corte imperial. Después de ser rebautizado como Paseo de la Reforma, con todo el sentido antimonárquico de la época, fue en 1877 que Francisco Sosa propuso colocar a los lados, pedestales de los personajes del Movimiento de Reforma. Entre los 38 personajes patrocinados por gobernadores de los estados, ninguna mujer fue elegida para ocupar alguno de esos lugares.
La negación del papel histórico de las mujeres ha persistido por muchos años. En 1910, al inaugurarse la Columna de la Independencia, las únicas esculturas femeninas que acompañan a los héroes de la Independencia son deidades mitológicas: al lado de Miguel Hidalgo está la Historia y la Patria, y en cada esquina aparecen las figuras que representan la Paz, la Ley, la Guerra y la Justicia; en la cúspide, recubierta de oro está la Victoria Alada, inspirada probablemente en la Victoria de Samotracia, escultura del periodo helenístico que había sido descubierta en 1863. Y entre restos de 14 héroes resguardados dentro de esta columna, los únicos femeninos son los de Leona Vicario.
Ahora que 2020 ha sido declarado como el Año de Leona Vicario, es oportunidad para recuperar el papel histórico de las mujeres. La primera mujer elegida como jefa de Gobierno de la Ciudad de México ha decidido dedicar a Leona Vicario la primera escultura del Paseo de las Heroínas; se trata de la primera periodista mexicana, amante de la pintura, la política y la literatura; quien decidió colocar su vida, su conocimiento y sus recursos del lado de los Insurgentes. Las otras mujeres que ocuparán esos lugares son: Margarita Maza, Gertrudis Bocanegra, Josefa Ortiz, Mariana Rodríguez del Toro, Sor Juana Inés de la Cruz, Carmen Serdán, Matilde Montoya, Sara Pérez Romero, Dolores Jiménez, Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto.
Habrá tiempo para difundir las aportaciones de esas grandes mujeres, pero en este espacio quisiera centrarme en dos de ellas, porque ha sido cuestionado su papel como heroínas. Hablo de Margarita Maza y de Sara Pérez Romero, mujeres cuyo trabajo fue clave para lograr las transformaciones que encabezaron sus maridos, Benito Juárez y Francisco I. Madero.
Cuando Benito Juárez fue arrojado al destierro, en plena dictadura de Antonio López de Santa Anna, Margarita Maza decidió trabajar al lado de las artesanas oaxaqueñas, diseñando y tejiendo ropa para alimentar y vestir a sus hijos, al lado de las artesanas de esa entidad. Una de las primeras Juntas de Mujeres del país fue fundada por ella durante la guerra de Reforma, de manera clandestina, esta junta reunía fondos para un hospital que atendía a heridos y enfermos. Ella siempre encontró la manera de cuidar a sus hijos, de mantener su hogar y de mandarle dinero a su esposo, aun cuando Juárez estuviera exiliado en Nueva Orleans. Con seis hijos y un embarazo tuvo que huir del país, refugiándose en Washington, y no pudo regresar a México sino hasta que triunfó la República.
El caso de Sara Pérez Romero representa también una ruptura respecto a los espacios asignados a mujeres en esos tiempos. Sara reclamaba un papel más allá de la esfera privada del hogar y la familia, ocupó calles, encabezó mítines, participó activamente en la campaña y en asociaciones antirreleccionistas; presidió el Club Caridad y Progreso, donde recaudaba fondos, organizaba clubes políticos, como Las Hijas de Cuauhtémoc, promovió la Cruz Blanca Neutral por la Humanidad, que atendía a mujeres y hombres heridos en la guerra civil. Como primera dama sostuvo huérfanos, becó estudiantes, creó escuelas elementales y comerciales, hospitales y comedores populares.
Hace más de 100 años, antes de que se organizaran los primeros congresos feministas del país, mujeres como Margarita Maza y Sara Pérez Romero, además de cumplir con las labores de cuidados de su familia y de un esposo entregado a las tensiones políticas, sin recibir ninguna paga ni reconocimiento, incursionaron en tareas colectivas y en acciones políticas. Son mujeres que no despreciaron las oportunidades que les daba su condición social, que comprendieron la necesidad de formarse con independencia, que accedieron a ilustrarse y a mayores niveles educativos; para decirlo en el lenguaje de su época, son mujeres que decidieron abandonar la inferioridad y debilidad de su sexo para asumirse como mujeres útiles a sí mismas, a la familia y a la sociedad
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*Titular de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México
Twitter: @Gabrielarodr108