esatar la red de complicidades tejida por los Legionarios de Cristo es una victoria de las víctimas que decidieron hacer luz en las tinieblas. Por décadas los que padecieron abusos sexuales del fundador de la orden, Marcial Maciel Degollado, fueron estigmatizados por quienes consideraban que las denuncias eran motivadas por aviesos intereses para desacreditar a los Legionarios y/o a la Iglesia católica romana en su conjunto.
En los estertores de 2019, cuando la mayoría de las personas estaban ocupadas en preparar las fiestas de la temporada, la Congregación de los Legionarios de Cristo presentó el documento Radiografía de ocho décadas para erradicar el abuso (https://www.ceroabusos.org/wp/wp-content/ uploads/2019/12/informe-comision-es-1941-2019.pdf). En el resumen de Ana Langner, publicado en La Jornada el 22 de diciembre, se consigna que de 1941 a la fecha, 175 menores de edad han sido víctimas de abusos sexuales cometidos por un total de 33 sacerdotes de la Congregación de los Legionarios de Cristo. En el trabajo se exhibe que más de 60 pequeños fueron afectados por el mismo fundador de esta agrupación religiosa, Marcial Maciel
(https://www.jornada.com.mx/2019/ 12/22/sociedad/028n1soc).
Alberto Athié Gallo, sacerdote de distinto talante a los delincuentes sexuales, les creyó y decidió acompañar a víctimas de Maciel que le compartieron sus trágicas historias, lo que le costaría ostracismo y persecuciones del arzobispo Norberto Rivera Carrera. El alto clérigo desdeñó las pruebas que le presentó Athié, y lo conminó de forma despótica para que abandonara el caso. No lo hizo, decidió perseverar junto a los primeros denunciantes que se atrevieron a mostrar públicamente evidencias de la continuada vida de Marcial Maciel como depredador sexual y la protección que le brindaron altas autoridades eclesiásticas. La lid por evidenciar a Maciel y sus encubridores se inició en 1997, veintidós años después el reporte de los Legionarios admite que las acusaciones no eran calumnias, sino señalamientos comprobados.
Cuando se conocieron en 1997 las denuncias contra Maciel el personaje tuvo tres decididos defensores: los obispos Juan Sandoval Íñiguez, Onésimo Cepeda y Norberto Rivera Carrera. Los tres altos jerarcas eclesiásticos fueron implacables contra las víctimas que rompieron el silencio y los pocos medios que dieron espacio a sus dolorosas historias, entre ellos destacadamente La Jornada. Al paso de los años ninguno de los tres cambió su postura, al contrario, continuaron con la tesis de que se trataba de esfuerzos por enlodar la obra de un gran hombre.
Es destacable el acompañamiento solidario de Alberto Athié con quienes decidieron romper el silencio y evidenciaron la doble vida del fundador de los Legionarios de Cristo. Athié ha dejado constancia en distintos momentos y lugares de cómo tuvo conocimiento de las continuadas atrocidades perpetradas por Maciel, así como de su posterior involucramiento en sacar a la luz pública el caso. Un valioso documento que resume su itinerario en favor de quienes sufrieron los abusos sexuales de Maciel Degollado está en el libro La voluntad de no saber: lo que sí se conocía sobre Maciel en los archivos secretos del Vaticano desde 1944 (Grijalbo, 2012), obra conjunta de Athié, José Barba (víctima de Maciel) y Fernando M. González (investigador de la UNAM). El volumen presenta un pormenorizado recuento del entramado eclesial católico que hizo posible el accionar y posterior encubrimiento de los ataques cometidos por Maciel.
Pocos días antes de que el cardenal Norberto Rivera cumpliera 75 años, en junio de 2017, Alberto Athié y José Barba presentaron en la Procuraduría General de la República una denuncia en su contra por el presunto encubrimiento de casos de pederastia dentro de la arquidiócesis de México. Argumentaron que el propio prelado reconoció en conferencia de prensa, efectuada en noviembre de 2016, haber sancionado en la arquidiócesis al menos a 15 sacerdotes por abusos sexuales cometidos contra menores. Esos casos no fueron dados a conocer por Rivera Carrera a las autoridades judiciales mexicanas, lo que debió hacer de acuerdo con la legislación, por tratarse de delitos penados por las leyes del país.
Lo admitido por los Legionarios en el reporte dado a conocer a fines del año pasado es nada más un pálido reflejo de una cadena que tiene muchos más eslabones. El número de víctimas es mayor al reconocido por el documento. No se alude a los mecanismos que hicieron posible la pederastia del fundador de la orden y de otros clérigos que perpetraron abusos sexuales en infantes y adolescentes cuyas familias creían haberlos puesto en buenas manos. El velo encubridor fue tendido por instancias eclesiásticas, incluyendo a varios papas.
La pederastia clerical está extendida y se reproduce en instituciones religiosas de distintas confesiones. Las feligresías harán bien si le ponen diques y denuncian los abusos.