Opinión
Ver día anteriorMiércoles 8 de enero de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El extranjero
H

ace 60 años, el 4 de enero de 1960, moría el escritor Albert Camus en un accidente automovilístico. Su desaparición causó una conmoción que rebasó las fronteras de Francia. Apenas tres años antes, este autor nacido en 1913 había recibido el Nobel de Literatura, convirtiéndose así en el segundo galardonado con este premio a sus 44 años, después de Rudyard Kipling.

En su discurso en Estocolmo, durante la recepción del Nobel, Albert Camus insistió en el papel del escritor al servicio de la verdad y la libertad, permaneciendo del lado de los oprimidos en un contexto de destrucción y opresión: “No puedo vivir sin mi arte. Pero nunca he puesto este arte por encima de todo… El arte no es, desde mi punto de vista, un regocijo solitario. Es un medio para conmover al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y las alegrías comunes. Obliga, así, al artista a no aislarse; lo somete a la verdad más humilde y más universal… Los verdaderos artistas no desprecian nada; se obligan a comprender en vez de juzgar. Y, si deben tomar un partido en este mundo, no puede ser sino el de una sociedad donde, según la gran palabra de Friedrich Nietzsche, no reinará más el juez, sino el creador, sea trabajador o intelectual”.

Nacido en Argelia, de un padre francés muerto en la batalla de Marne durante la Primera Guerra Mundial en 1914 y de una madre de origen español, quien no sabía leer ni escribir y padecía una fuerte sordera, Camus conoce la miseria en su infancia. Un tío, Acault, anarquista, carnicero de oficio y lector de Voltaire y André Gide, le inculca el vicio de la lectura.

Periodista militante, entra a la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial y, próximo de las corrientes libertarias, se compromete con los combates morales de la posguerra. No se esquiva ante ninguna lucha y protesta sucesivamente contra las desigualdades que sufren los musulmanes en África del norte, toma la defensa de los españoles exilados, las víctimas del nazismo y del estalinismo y de los objetores de conciencia. Participa en el diario Alger Républicain, órgano del Frente Popular, creado por Pascal Pia. Prohibido este diario en 1940, Camus se traslada a París junto con su segunda esposa, Francine Faure. En 1943 dirige el diario clandestino Combat cuando Pia es llamado a otras actividades por la resistencia.

Su obra literaria desarrolla un humanismo fundado en la toma de conciencia del absurdo de la condición humana, pero también sobre la revuelta como respuesta al absurdo, la cual conduce a la acción y da un sentido al mundo y la existencia: Nace entonces la alegría extraña que ayuda a vivir y a morir.

L’etranger, novela recomendada por Malraux, lector de Gallimard, aparece en 1942. Traducida a 68 lenguas, es la tercera novela francófona más leída en el mundo. La primera frase de El extranjero es una de las más célebres de la literatura francesa: El día de hoy, murió mamá. O quizás ayer, no sé. El protagonista, Meursault, parece ausente de su vida, extranjero a sí mismo. Vela y asiste al entierro de su madre sin poder fingir dolor. Mata a un árabe a causa del calor. Durante el proceso, se muestra indiferente. Es condenado a la guillotina. Extranjero como Camus: en Argelia por sus orígenes franceses, en Francia porque nació y creció en Argelia. Extranjero en todos lados, su territorio es la lengua francesa.

En 1944, conoce a Gide y a Jean-Paul Sartre. En 1946 comienza su amistad profunda con René Char, poeta y resistente. La ruptura con Sartre tiene lugar en 1952, después de la publicación en Les Temps Modernes del artículo donde se le reprocha su revuelta deliberadamente estática.

Dejó sin enviar tres cartas de amor dirigidas a la única, María Casarès; a Patricia Blake, una estudiante estadunidense, y a la actriz Catherine Sellers, cuando ocurrió el accidente del poderoso Facel Vega conducido por Michel Gallimard. Moraleja: nunca se desconfía bastante de sus editores.