uando, hace 40 años, estalló la insurgencia magisterial en el país, un profesor despedido desempeñó un papel fundamental en descifrar sus claves, sistematizar su experiencia y trazar el rumbo a seguir. Él era uno de los vasos comunicantes entre la lucha magisterial de 1956-60, la resistencia de los años 70 y el ascenso iniciado en 1979. Su nombre es Rubelio Fernández Dorado.
En su biografía se cruzan más de 60 años de lucha docente y 55 de una parte del maoísmo mexicano. Fundador de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), dirigente –junto con el profesor Edelmiro Maldonado– de una prolífica incubadora de líderes nacida en 1972 y bautizada como Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN), Rubelio recorrió durante años escuelas de todo el país, especialmente del sureste. Incansable, dio conferencias, impartió cursos de formación político-sindical, trazó orientaciones y elaboró documentos sobre la lucha docente y la emancipación proletaria.
Referencia política real en la Coordinadora, siempre respetó los acuerdos de las bases magisteriales, aunque difiriera de ellos. A diferencia de otros líderes de corrientes político-sindicales que intentaron negociar con funcionarios de gobierno a nombre del movimiento, el profesor Fernández nunca suplantó a las representaciones legítimas de los maestros en los estados. Más aún, rehuyó el trato con el poder como si fuera la peste.
Rubelio nació el 26 de marzo de 1939 en Guadalajara, Jalisco. Sus papás, Emilia Dorado Baltazar y León Fernández Caudillo, eran maestros militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM). Estudiante en el internado de Nayarit, se vino a vivir con su padre a la Ciudad de México con 13 o 14 años de edad. Ingresó a la Escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior, y conoció al profesor Othón Salazar, quien se convirtió en su mentor político. Fue el primer secretario general estudiantil de esa escuela. Expulsado de allí por defender a unos muchachos que se robaron unas plumas, entró a la Nacional de Maestros y cursó la carrera docente.
El joven Fernández llegó a la Nacional de Maestros cuando la escuela estaba controlada por el grupo de los guerrerenses. Ellos manejaban el internado y el comedor. Nos tocó enfrentar esas bandas hasta derrotarlos
, explica. Fue secretario general de la escuela y participó en tres huelgas; en una de ellas el Ejército tomó la Normal.
Rubelio fue el último estudiante de su generación en recibir plaza. Tenía tres días de maestro de banquillo cuando estalló el paro de la sección 9, a la que pertenecía. Sin dudarlo se incorporó al movimiento. Su cese fue automático. Fue reinstalado 13 años después. Entre tanto se incorporó activamente a las filas del Movimiento Revolucionario del Magisterio, donde militó hasta que Othón Salazar se incorporó de lleno al PCM y a la campaña presidencial de Ramón Danzós Palomino. En ese momento rompió con ellos.
Rubelio se formó políticamente con su padre. Convencido de las virtudes didácticas de la lucha de ideas, lo puso a debatir con Víctor Hugo Bolaños, mayor que él, sobre idealismo y materialismo. Se zambulló entonces por primera ocasión en las aguas turbulentas del marxismo. Como preparación para el combate leyó Materialismo y empiriocriticismo, de Lenin. Fue un problema tremendo poder entender todo aquello
, cuenta.
Simultáneamente a su actividad sindical, se embarcó en la formación de varias organizaciones revolucionarias. Antes de su ruptura con el maestro Othón, junto con él y a otros maestros democráticos, dirigentes obreros y jaramillistas participó en la construcción de una formación político-militar de corte socialista. Fue parte del Movimiento Insurgente Popular Cuauhtémoc, del Movimiento de Independencia Sindical, de la Unión Revolucionaria Obrero Campesina y de la Liga Comunista Espartaco (LCE), en la que fue responsable de su seccional magisterial.
La Liga tuvo un papel clave en la formación de Los coco en el magisterio de la Ciudad de México, articuladores de la resistencia docente contra el charrismo del SNTE a finales de la década de los 60 y comienzos de la de los 70, y promotores del comité de lucha de la Normal Superior.
El profesor Fernández se opuso a la disolución de la LCE y, junto con Refugio González –quien después fundaría la Organización Comunista Cajeme–, trató de mantenerla viva. Conoció entonces a Camilo Chávez, Tereso González y Edelmiro Maldonado, expulsados del PCM en 1963 por sus posiciones prochinas y se sumó a la tesis de la necesidad de reconstituir el Partido Comunista.
A partir de 1972, se dedicó de cuerpo y alma al FMIN. Acompañó la lucha alrededor de la demanda de 105 pesos hora/semana/mes, por expulsar a los charros de los tres cursos matutinos de la Normal Superior, a favor de una reforma educativa democrática y por la elección del director. El derecho a elaborar la reforma se ganó después de una huelga de 62 días en 1976. Al calor de estas movilizaciones y de la organización de círculos de estudio en CDMX, Puebla, Oaxaca, Nayarit, La Laguna, Chiapas, Valle de México y Monterrey se formaron muchos otros dirigentes que, años después, serían claves en la formación de la CNTE. Fue, además, fundador de la Normal Popular Rubén Jaramillo.
Si algo ha sido Rubelio Fernández a lo largo de toda su vida es un formador de docentes. No en balde, el periódico del FMIN fue bautizado como El educador socialista. Polémico, maoísta hasta la médula, congruente, con 80 años a cuestas, sigue siendo un maestro de maestros.
Twitter: @lhan55