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Dichoso usted...
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as leyendas forman parte de la memoria histórica de la Ciudad de México. Hoy recordaremos la de don Juan Manuel Solórzano, una de las más famosas entre otras causas porque la casona donde se dice que sucedieron los hechos está en pie en la calle Uruguay.

Cuenta la leyenda que el virrey don Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Cadereyta, se hacía acompañar a todos lados de don Juan Manuel Solórzano, Además de juergas y paseos compartían jugosos negocios, lo que le generó múltiples enemigos, cuestión que le mantenía sin cuidado por su estrecha amistad con el gobernante.

Pero sucedió que un día el mandatario, tras un escándalo, se fue de México y cayó en la desgracia su gran amigo; éste, que de milagro se libró de la cárcel, se encerró triste y amargado en su casona, con la compañía de sus múltiples criados y su bella esposa, doña Ana Porcel.

Ese encierro parece haberlo perturbado y empezó a sentir celos feroces de su dulce y fiel cónyuge, que lo llevaron a espiarla obsesivamente. Era tanta su desesperación al no encontrar evidencia alguna del engaño, que finalmente acudió con un brujo, quien estaba dispuesto a darle lo que pidiera.

Éste lo llevó una oscura noche a un costado de la iglesia de San Diego y tras diversos conjuros le dijo: Mi compadre Satanás acepta tu alma, don Juan Manuel de Solórzano. Él y yo sabemos quién es el amante de tu esposa; si tú también quieres saberlo para que tomes justa venganza, sal de tu casa a las 11 de la noche y al que pase a esa hora por la acera mátalo, porque él es quien te roba la honra y la dicha.

Estas instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por el Otelo virreinal y en la siguiente noche, a la hora indicada, salió de la casona cubierto con su capa; al primer sujeto que pasó se le acercó y preguntó: ¿Perdone que lo interrumpa en su camino, señor, pero podría usted decirme qué horas son? Las 11, le contestó, a lo que don Juan Manuel respondió: ¿Las 11? Pues dichoso usted que sabe la hora en que muere, para clavarle a continuación un filoso puñal en el corazón.

Esta escena se repitió cada noche durante varias semanas porque sus celos enfermizos no se calmaban, hasta que una ocasión tocaron el portón de su mansión durante la madrugada para avisarle que su querido tío, don Francisco Medano, había sido encontrado apuñalado a la puerta de su casa, misma escena se sucedió la siguiente noche en la persona de su primo, el amadísimo don Fernando de Aguilar.

Desesperado de dolor y arrepentimiento, buscó el alivio de la confesión; el generoso sacerdote condicionó su absolución a que durante tres días, a la medianoche, rezara un rosario al pie de la horca que se hallaba en la Plaza Mayor, y que al rezar el último volviera y le daría el perdón.

Así lo hizo el arrepentido la primera noche, aunque huyó aterrorizado al finalizar, pues una voz de ultratumba anunciaba: ¡Un padre nuestro y un Ave María por el alma de don Juan Manuel Solórzano! Acudió asustado con el confesor y éste le ordenó que continuara con la penitencia. La segunda noche fue peor, pues vio pasar su entierro.

En pánico regresó con el cura, suplicándole que le perdonara el último rosario y éste, comprensivo, lo absolvió, pero le mandó concluir la pena; con un supremo esfuerzo se dirigió nuevamente al pie de la horca. Al día siguiente la ciudad se conmocionó con el cadáver del rico caballero don Juan Manuel Solórzano colgado de la horca en la Plaza Mayor.

Antiguos dueños y veladores de la mansión afirman que ahí permanece su espíritu atormentado.

Ubicada en República de Uruguay 94, casi esquina 20 de Noviembre, amerita echarle un vistazo, que puede concluir en el restaurante Danubio, ubicado en el número 3 de la misma calle. Después de más de medio siglo sigue con los mejores mariscos y pescados de la ciudad, que incluyen exquisiteces como su famosa sopa verde, percebes, langostinos, cangrejos moros y sardinas portuguesas asadas... para chuparse los dedos.