Más allá de lo moral
sta Navidad podemos empezar a hablarles a los niños de lo que realmente existe en el cielo; de nuestra pequeñez en el cosmos y de la brevedad de nuestra existencia. No se trata de desilusionarlos, sino por el contrario de abrir su mente y su corazón a la dimensión real de la vida humana, ya que eso puede ser mejor camino hacia sus preferencias por la bondad, la honradez y la compasión, que si seguimos hablándoles de reyes magos, niños dioses o milagros divinos. La comprensión de la condición humana es básica para combatir equívocas ideas de felicidad basadas en la acumulación de riquezas, propiedades y poder.
La científica planetaria Carolyn Porco, investigadora estadunidense del Sistema Solar exterior y líder de la misión Cassini-Huygens, ha explorado durante más de ocho años la Luna, Venus, Júpiter, Saturno y el cinturón de asteroides Masursky. Ella asegura que: “todos los átomos de nuestro cuerpo van a volar al espacio en la desintegración del Sistema Solar y a vivir para siempre como masa o energía. Eso es –dice la científica– lo que se debe enseñar a los hijos y no cuentos de hadas y ángeles, o buscar a la abuelita en el cielo”.
La condición humana debe ser objeto central de conocimiento en cualquier educación, afirma el filósofo francés Edgard Morin, presidente de la Agencia Europea de Cultura –Unesco– y de la Asociación para el Pensamiento Complejo. Edgard Morin es fundador de la epistemología de la complejidad y ha dedicado gran parte de su formidable obra a definir un conocimiento pertinente
para la educación del futuro, a partir de una reforma del pensamiento urgente y necesaria
.
Debemos buscar la forma de que los niños puedan asimilar que, a pesar de que la inteligencia humana ha logrado prodigios en las ciencias y en las artes, seguimos siendo unos diminutos bichos con delirios de grandeza, perdidos en el Universo infinito que nos ignora.
Memento mori es una frase del latín que significa Recuerda que morirás
, y tiene origen en una costumbre de la antigua Roma: cuando un general desfilaba victorioso por las calles, tras él, un esclavo tenía el encargo de recordarle con esa frase sus limitaciones humanas, para que la soberbia no lo afectara y pretendiera, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando los límites de la ley y de la naturaleza.