21 de diciembre de 2019
• Número 147
• Suplemento Informativo de La Jornada
• Directora General: Carmen Lira Saade
• Director Fundador: Carlos Payán Velver
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Mujeres y hombres del jornal
Kau Sirenio
El zacatecano Gerardo Reyes Chávez salió de su comunidad ilusionado con encontrar mejores condiciones de vida en los Estados Unidos. El destino le trajo sorpresas y terminó de activista por los derechos humanos.
Gerardo hoy lucha desde la Coalición de Trabajadores de Immokalee, donde busca acabar con la explotación laboral en los campos agrícolas de Florida, es decir, para sepultar la “esclavitud moderna”.
“Cuando llegué aquí pensé que iba a ganar buenos dólares, pero no fue así, las cosas no son como te cuentan en México. La verdad, aquí conocí a jornaleros que trabajaban en condición de esclavitud. En 1997 intervino el Buró Federal de Investigación (FBI) para que el caso llegara a la corte federal y el departamento de justicia. Los rancheros fueron procesados y encarcelados”, recuerda Reyes Chávez.
Los rancheros tuvieron a jornaleros trabajando bajo amenazas de muerte, maltrato e intimidación. Agrega que las personas que llegaban reclutadas desde su lugar de origen sufrían los peores maltratos.
El jornalero recapitula: “Conocí por medio la Coalición historias de trabajadores que pagaban renta a los rancheros que además les cobraban cinco dólares para bañarse. Desde que llegué me involucré de lleno en la organización. En Immokalee llevo 18 años trabajando en diferentes cultivos: tomate, naranjas y sandias”.
Gerardo es el más experimentado en activismo, desde que se involucró en la Coalición recorrió con sus compañeros gran parte de los Estados Unidos y juntos boicotearon a corporaciones de comida rápida para conseguir que firmaran un convenio de código de conducta que permitiera acabar con maltratos, violación y acoso sexual en los surcos.
Después de cuatro años de boicot lograron que Taco Bell firmara el convenio, lo que llevó a que los demás corporativos firmaran en cascada. “Esto fue gracias a los universitarios y a las congregaciones de la fe”.
Gerardo narra lo que pasó cuando sus compañeros se opusieron al patrón agresor: “El mensaje que enviamos fue claro y preciso. No queríamos más patrones violentos ni contratistas abusivos, esto ayudó a frenar un poco la violencia aquí en Immokalee, pero sigue ocurriendo en otros lugares donde los jornaleros no estaban organizados”.
Con estos antecedentes, los trabajadores se organizaron en 1995 para demandar salario justo porque una compañía pagaba la cubeta entre 40 y 45 centavos de dólar y el salario apenas llegaba a 4.75 dólares. Un claro insulto para los trabajadores. Había compañías que dijeron que no podían pagar ni siquiera el sueldo mínimo. Esto provocó que los jornaleros organizaran la primera huelga de una semana: tres mil trabajadores dejaron los surcos para protestar contra los abusos y exigir el aumento de pago por cubeta.
Los obreros agrícolas aglutinados en la naciente Coalición de Trabajadores de Immokalee intentaron exponer sus demandas a los rancheros; consistía en: pago justo por cubeta, eliminar los abusos y las situaciones de violencia y trabajos forzados. Los rancheros no llegaron.
Mientras los jornaleros luchaban codo a codo en Immokalee, la Corte Federal atrajo el primer caso por esclavitud en 1997. La sorpresa para los activistas fue mayor, porque no era un solo caso. Había nueve más en la Corte: de estos nueve casos, aún hay procesados por cargos de esclavitud moderna bajo los términos del gobierno estadounidense.
Mientras avanzaban por la vía legal, en Immokalee seis trabajadores se declararon en huelga de hambre por 30 días a finales de 1997 y principios de 1998. Su demanda: instalación de mesa de diálogo con los dueños de las industrias agrícolas. Hasta que un ranchero mediano preguntó a los empresarios más grande, ¿por qué no se sentaba a dialogar con los trabajadores? Les dijo: mira ellos están en huelga de hambre, llevan casi 30 días, unos han ido al hospital, ¿por qué es tan difícil sentarte con ellos? No tienes por qué estar de acuerdo, ni firmar nada, pero al menos escucharlos, ¿por qué es tan difícil escucharlos? No obtuvo respuesta.
Uno se atrevió a contestar: “Nadie tiene que decirme cómo manejar mi rancho”, cita Gerardo Reyes.
“Algunos compañeros venían de México, Guatemala, Haití como jornaleros a estos campos agrícolas, tenían experiencia de lucha en sus países de origen, esto ayudó de mucho porque había experiencia con organizaciones sociales y distintas formas lucha, así que no iniciamos de cero”.
Cuando los rancheros vieron que los trabajadores agrícolas iban en serio con la conformación del movimiento de jornaleros, intentaron contener a los migrantes con ofertas salariales. De hecho, una compañía decidió subir el sueldo, pero el ofrecimiento era irrisorio: 10 centavos.
Reyes Chávez toma la palabra: “En 2000 intentamos de nuevo sentarnos a platicar con los rancheros, pero fue imposible. Así que organizamos una marcha de 234 millas, llegamos a la Estatua de la Libertad en Nueva York. Para darle la bienvenida a los inmigrantes, hicimos nuestra propia versión de la estatua: una mujer morena que llevaba una cubeta de tomates y la cartilla de derechos humanos. Esa estatua está en una exhibición permanente que se llama La nación que construimos juntos”
La primera ciudad que visitaron los jornaleros fue Orlando, Florida: “Ahí hicimos un mitin en frente de la sede de gobierno local, nadie nos recibió el silencio fue brutal. No hubo comunicación”.
Mientras avanzaba la protesta hacia Nueva York, los integrantes de la coalición estudiaban otros escenarios y nuevas estrategias de lucha. En los debates al interior de la organización también se discutían otros mecanismos que no solo incluyera a los rancheros, sino también a los consumidores.
“Empezamos a analizar a los grandes compradores de tomate, ellos hacían presión sobre los rancheros, los corporativos usaban su poder de compra para demandar precio bajo. Ahí nos dimos cuenta de que había una conexión directa entre Taco Bell y una compañía de tomates muy grande de Immokalee, así que decidimos empezar allí”, explica.
En el trayecto, se sumaban universitarios que ayudaban a organizar y repartir volantes, representantes de las iglesias que ofrecían acompañamiento. “Estamos con ustedes, si la gente sabe que nuestra iglesia participa en el boicot, los feligreses se van a organizar a nivel congregacional”.
La coordinadora del concejo de comida justa, Patricia Cipollitti dice que los jornaleros agrícolas logaron aglutinar a dos sectores: “Estudiantes de universidades, high schools, comunidades de fe a nivel nacional, congregaciones, centros de trabajadores, centros comunitarios y otras organizaciones de base que trabajan en justicia racial para las mujeres, ahora suman a 117,000 personas apoyando. Son más de 100 organizaciones que acompañan a los trabajadores”.
El plan de lucha estaba, faltaba fuerza para que los engranajes rodaran hacia Taco Bell. Así que los universitarios y las iglesias empezaron a cartearse con el corporativo establecido en California. Al principio no hubo respuestas, pero después contestaron algunas de las misivas con una respuesta tibia: “Lamentamos las condiciones de abuso, es muy triste escuchar las condiciones que se narran, pero no podemos ayudar que esto se resuelva, no nos corresponde”.
Después de varios intentos por sensibilizar al dueño de la cadena, los jornaleros deciden boicotear a Taco Bell, no sin antes plantearle una pregunta clave: “Ustedes dicen que no tienen nada que ver con estos abusos, pero ustedes se están llevando todo el tomate que nosotros producimos en situaciones de abusos violentos. Respóndenos esta pregunta, ¿puede Taco Bell garantizar que no vendió tomate piscado por un esclavo dentro de la industria de Florida el día de ayer?”
Gerardo recuerda: “La respuesta fue un silencio, no podían responder. No estamos diciendo que ellos esclavicen a las personas directamente, pero sí que tienen responsabilidad de eliminar las condiciones de esclavitud de estas personas. Porque ellos se benefician con la producción que los trabajadores sufren en condiciones de violencia extrema”.
Añade: “Decidimos iniciar el boicot contra Taco Bell. La gente decía que estábamos locos porque era una de las comunidades más pobres y retando a una de las fuerzas más grandes del país: Taco Bell pertenecía a la cadena Yum Brands, que no solo es el dueño de Taco Bell, sino también de Pizza Hot y KFC, era el conglomerado de comida rápida”.
Para concientizar a la población, los integrantes de la Coalición organizamos giras hasta la sede de John Barns, haciendo mitin en cada establecimiento de Taco Bell para explicar a los comensales lo que sucedía en los surcos de Immokalee.
“Nos organizábamos con la comunidad para hablar en público, para exponer nuestra demanda, porque no somos oradores. Así que nos entrenamos en educación popular, conforme avanzábamos con la lucha también tejíamos relaciones y discursos” recapitula Gerardo.
Agrega: “Después los compañeros, aprendieron a exponer las causas que nos llevó a movilizarnos en diferentes partes del país. Sentíamos el cobijo de los aliados, que nos esperaban en el camino con comida y agua. Antes de estas alianzas solo había un pequeño grupo de personas que se unieron a nosotros. Al boicot se sumaron más de 300 universidades y high schools”.
El boicot duró cuatros años, en ese periodo casi todas las universidades participantes sacaron de sus instalaciones sucursales de Taco Bell. La primera declaración de los universitarios durante la campaña fue: “No consumir productos de Taco Bell que ignora la esclavitud en Immokalee”.
La Coalición de Trabajadores de Immokalee logró que Taco Bell firmara el código de conducta en 2005. “Después de conseguir la firma con ellos, nos fuimos contra McDonalds; esta campaña duró dos años. Antes de empezar con el boicot les dimos oportunidades para dialogar, pero no se acercaron. Todavía les dimos diez días de prórroga para firmar el convenio, como no querían, procedimos con el boicot”.
Un día antes del anuncio del boicot, McDonald dio paso atrás a su negativa y llamó a la Coalición: “Nos llamaron para decir que querían llegar a un acuerdo lo más pronto posible. Así que tuvimos que cambiar en menos de 24 horas la protesta que teníamos programada, pero sí nos concentramos en un mitin en las calles frente al consorcio para celebrar el triunfo” celebra Gerardo.
Con la firma de dos cadenas de comida rápida importantes los jornaleros de Immokalee anunciaron boicot contra Burger King, pero este corporativo buscó a la Coalición para firmar el convenio. Lo mismo pasó con Subway y Wal-Mart “ellos vinieron a la mesa de diálogo para sumarse a los acuerdos que otras cadenas ya habían firmados”.
“Llevamos cinco años en campaña contra Wendy’s, porque ellos no compran tomates de Florida o en el programa de comida justa. Como Coalición les dijimos que deben comprometerse con el código de conducta, la respuesta fue lavarse las manos e ir a comprar a México”, dice Patricia Cipollitti.
La activista cuestiona la conducta de Wendy’s: “Dejaron de comprar tomates de Florida, para irse a comprar en México donde las condiciones laborales son peores. En vez de apoyar que mejoren las condiciones laborales de los jornaleros mexicanos, decidieron aprovecharse de la pobreza y explotación de los trabajadores. En respuesta lanzamos el boicot nacional”.
En protesta por la actitud que asumió la cadena Wendy’s el concejo del programa de comida justa, se movilizó en las principales ciudades de Estados Unidos.
“Estamos movilizados en contra de Wendy’s, vamos a sus juntas de accionistas, en la sede central en Nueva York, hacemos ayunos, hasta que vengan a firmar el código de conducta con los trabajadores y consumidores. Sabemos que tarde o temprano vendrán a la mesa, porque eso ha sido el patrón” se envalentona Cipollitti.
El lenguaje de Patricia es incluyente, así como habla de las trabajadoras de Immokalee también lo hace con los hombres de la coalición: “Han desarrollado un movimiento social en el resto del mundo y de los lugares de origen de los trabajadores. Porque ellas y ellos ven que el problema de desequilibrio se arregla desde la raíz del que lo genera.
La activista dice que el logro de la Coalición tienen que ver con la estructura de su comité: “Hay un comité central que lo integran personas activas y de membresía de la coalición que está formada por jornaleros que asistan al menos a dos juntas o a dos protestas. Acá no cuenta la persona que aporte dinero, sino que participe, esto lo hace distinto a los sindicatos tradicionales. Lo valioso es la conciencia que da el cambio”.
La alianza de comida justa se compone de staff asentado en Immokalee. Le siguen dos comités directivos: comité estudiantil, compuestos por universitarios de diferentes universidades, que decide la estrategia de difusión en las universidades; y el comité de comunidades de fe que lo integran representantes de comunidades, católicas, judías y protestantes. •
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