Felipe Ángeles
l 26 de noviembre de 1919, tras un remedo de juicio, fue fusilado en Chihuahua el general revolucionario Felipe Ángeles, uno de los más brillantes estrategas militares de la Revolución y, sin duda también, uno de los más cultos y preparados científicamente, condiciones que a su vez lo llevaron a ser una persona sensible y amable hacia los demás. Gran admirador y seguidor de Francisco I. Madero, a quien custodió en más de una ocasión, a la muerte de éste ingresó a las filas villistas y en ellas desarrolló acciones memorables.
Demócrata real, fue leal a la Convención y enemigo político del Primer jefe, Venustiano Carranza, quien lo persiguió hasta matarlo.
De este personaje legendario se ocupa la dramaturga Elena Garro en su obra que titula, precisamente, Felipe Ángeles. Aunque da detalles de su vida y trayectoria en general, la escritora se centra en el último día, las últimas horas de la vida de Ángeles, dividiendo su pieza en tres actos que, en la actual versión de la Compañía Nacional de Teatro y bajo la dirección de Rodolfo Guerrero, se compactan en dos, con lo que la narrativa dramática cobra fuerza al llegar al público más rápidamente. Con esta dirección, Guerrero cierra un círculo mágico, ya que hace 20 años él mismo interpretó a este honrado militar.
Escrita en 1955 y desdeñada sin lograr representarse, Felipe Ángeles tuvo que ser modificada por su autora para, al fin, poder subir a escena en 1967, donde tenía que ser, el teatro universitario. Una nueva versión realmente interesante fue presentada por Luis de Tavira en 1999 con el hoy director, como ya quedó dicho, en el papel protagónico, y debieron pasar 20 años que sí cuentan, pese a lo que dice el tango, para que volviera a nuestros escenarios, ahora en ocasión de conmemorar el ignominioso asesinato, disfrazado de fusilamiento, del revolucionario general.
La ocasión marca también otro hecho histórico que esperamos sea realmente trascendental para la cultura nacional, el retorno del IMSS como institución y sus recintos teatrales, en específico al teatro. Y es que, aunque nos alejemos un tanto del comentario del montaje propiamente dicho, vale la pena recordar que la cadena de teatros del IMSS diseminada en toda la República, cumplió durante varios años un muy importante papel en la difusión, creación y educación de la cultura teatral. Ese papel, por supuesto, fue cancelado por y durante todo el periodo neoliberal. Por eso cobra relevancia que una obra como esta vuelva a escenificarse, ahora en el remozado teatro Juan Moisés Calleja, infinitamente más conocido y recordado simplemente como teatro Reforma en el paseo del mismo nombre. Ironías de la vida: vale recordar que el remedo de consejo de guerra que condenó a Ángeles, se efectuó en el Teatro de los Héroes, donde pasó su última noche.
La actual puesta en escena cumple a cabalidad las funciones de ser, por un lado y sin decirlo, teatro didáctico y por otro, teatro épico y poético, difícil conjunción que hay que atribuirle en primer lugar a su director, por supuesto, pero inmediatamente después al equipo técnico en el que descolla la escenografía de Jesús Hernández, encargado también de la complementaria iluminación que subraya espacios y acciones y, naturalmente por tratarse de nuestra máxima compañía teatral, el trabajo actoral de todos y cada uno de los participantes en un elenco grande imposible de citar, pero en el que, por razones obvias, debe mencionarse a Rodolfo Arias, encarnando al, aquí sí, pundonoroso general, cuyas últimas poéticas y proféticas palabras fueron:
“¡Llora por ti, antes de que tus lágrimas desaparezcan de esta tierra regada por las lágrimas! ¡Llora igual que Madero antes de que lo sacaran para su asesinato! Para que luego digan: ‘Madero era un tonto, Ángeles era un tonto’. De las lágrimas tontas de los tontos nacen manantiales de los que surge la frescura de la patria.”