Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de diciembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Salamanca, otro infierno de contaminación
H

ace 19 años se incendió la fábrica de plaguicidas Tekchem, ubicada en Salamanca, Guanajuato, desde siete décadas antes. Una nube tóxica se esparció por 20 kilómetros a la redonda sin que las autoridades alertaran oportunamente a la población de los peligros a que estaba expuesta. Quienes viven en las colonias La Presa y La Cruz, por ejemplo, respiraron ese aire contaminado y, ya muy tarde, las autoridades les dijeron que se bañaran para eliminar de sus cuerpos los residuos tóxicos que el aire había llevado a sus casas. Un año después en esas colonias aparecieron personas con leucemia, atribuida a los desechos tóxicos de la empresa citada.

Desde que ocurrió el incendio, las autoridades locales, estatales y federales responsables de cuidar la salud y el ambiente no han hecho lo correcto para asegurar el sitio donde ocurrió la explosión y enviar a un confinamiento adecuado los residuos tóxicos allí concentrados, en especial de plaguicidas organoclorados y organofosforados, metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes. Sólo cercaron el sitio donde se encuentran: un terreno a cielo abierto que alberga 10 mil toneladas de dichos residuos. A ellos están expuestos los 310 mil habitantes de Salamanca, considerada la ciudad del país con peor ambiente.

Organizaciones sociales llevan años denunciando la forma impune de funcionar de las plantas industriales en ese municipio. Lograron en 2012 que se estableciera el Plan Salamanca para reducir la contaminación y sus efectos en la salud y el ambiente. Contemplaba retirar y enviar a lugar seguro los tóxicos existentes en Tekchem. El famoso plan no se ha cumplido y el sector salud carece de estudios puntuales sobre la causa de muchas enfermedades cuyo origen es la mala calidad del aire de la ciudad. Destaca el cáncer.

Otras dos instalaciones contribuyen a la mala calidad del aire: la refinería Ingeniero Antonio M. Amor, de Petróleos Mexicanos, con serios problemas por su antigüedad, y la planta termoeléctrica de la Comisión Federal de Electricidad. Ambas emiten bióxido de azufre y otros contaminantes. A ellas se suman más de 100 empresas de pequeño y mediano tamaño que están lejos de cumplir con las normas ambientales vigentes. Apenas una de cada cuatro las observa y no con todo el rigor necesario.

La semana pasada, el caso Tekchem revivió y mostró hasta qué punto las instancias oficiales muestran negligencia extrema. Sucede que muchas familias pobres están sacando fierro y otros escombros del sitio donde funcionaba dicha empresa agroquímica. Lo hacen sin reparar el riesgo que significan para su salud esos materiales altamente contaminados y que la autoridad debió enviar en su totalidad a un confinamiento seguro. Apenas una parte (350 toneladas) se puso a buen resguardo el año pasado.

La denuncia la encabezan las asociaciones civiles Fronteras Comunes, que preside Marisa Jacott, y Maura Alicia Vázquez, directora de Huamat. Se sumaron la Alianza Global para Alternativas a la Incineración y diversas personalidades de la sociedad civil de dicha ciudad que llevan años denunciando los problemas que ocasionan las ruinas tóxicas de Tekchem.

Esta denuncia revela, por enésima vez, la falta de cumplimiento de las medidas prometidas por el sector ambiental a fin de remediar el sitio. Y, cómo ni siquiera está debidamente cerrado a fin de impedir que se extraigan materiales de todo tipo que son un peligro para la salud.

El jueves pasado, Víctor Toledo, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, anunció que el gobierno federal atenderá seis cuencas hidrográficas que son infiernos ambientales: Tula, Hidalgo; Juanacatlán-El Salto, en Jalisco; la Independencia, en Guanajuato, la Atoyac (que cruza Puebla y Tlaxcala) y la del Coatzacoalcos, en el sur de Veracruz. Me permito agregar la Lerma-Chapala-Santiago, basurero de industrias, poblaciones y actividades agropecuarias de los estados de México, Querétaro, Guanajuato, Jalisco y Michoacán que han prometido sanear desde hace 40 años.

Salamanca también es un infierno de contaminación y daños a la salud y al ambiente.