Acuerdos o sometimiento del Legislativo
ólo ocuparon un par de minutos de ¿entendimiento? entre legisladores para hacer que las cosas sucedieran como estaban anunciadas, o como se deseaban, o para decirlo mejor, como se habían planchado.
Es muy probable que con esta elección ejemplar los diputados al Congreso local hayan querido mandar un mensaje de acuerdo o de sometimiento que en cualquiera de los casos poco favorece a la ahora primera fiscal general de la Ciudad de México: Ernestina Godoy.
Lo anterior no quiere decir, de ninguna manera, que estemos en contra de la decisión, pero nos parece que desde la tribuna política del Congreso sí debió hacerse un llamado, serio, contundente y de respaldo a la elegida, para que limpie a fondo ese dechado de corrupción que fue la procuraduría y que sin remedio obliga a la fiscalía a nacer envenenada de la perversión que aún campea en la dependencia.
La lucha contra la inseguridad, en el caso de Ernestina Godoy, tiene dos puntas: primero, la limpieza interna que tiene que ver con cambiar, a profundidad, la mayoría de formas con las que trabajan aquellos que dependen de la fiscalía. No, no se trata de cambiar leyes, al contrario, se trata de hacer que se cumpla con la ley que ha sido olvidada por quienes tienen en sus manos su custodia.
La fiscal ha logrado avanzar un tramo en esa tarea, pero los resultados aún no se ven en la calle porque la segunda punta es precisamente esa: lograr que en la vida cotidiana los habitantes de la ciudad sientan que por parte del gobierno existe la protección que se requiere para vivir en paz.
Hoy por hoy, si los comentarios hacia la policía son malos, y merecidos, los que le tocan a la PGJ aumentan dos rayitas, y si juntamos las dos áreas encargadas de la seguridad y los comentarios que sobre su labor se hacen por todas partes, nos daremos cuenta de por qué la percepción de inseguridad se siente en cada una de las opiniones de la gente de la CDMX.
En los mandos superiores, es decir, por abajito de la fiscal, las cosas se han compuesto. La mayor parte de los subprocuradores, ahora tal vez subfiscales, cumplen con su trabajo, pero después, en cada uno de los movimientos que debe hacer un agente investigador, por ejemplo, los hechos se distorsionan o de plano desaparecen.
Por eso, para empezar, debe ponerse un freno a la viejas prácticas, que no empezaron el sexenio pasado, pero cada vez son más dañinas. Si la limpia interna que debe hacerse del sistema judicial falla, a las calles de la ciudad nunca podrá llegar la tan ansiada posibilidad de vivir la Ciudad de México sin miedo.
De pasadita
Ayer a mediodía, en la Central de Autobuses del Sur los pasajeros de las unidades que vienen de Cuernavaca fueron enterados de una nueva forma de asalto que se está dando en ese transporte.
Se dice que los asaltantes suben al transporte llevando consigo algunos pequeños tambos, que después se sabe están llenos con gasolina, que dejan salir a chorros por el pasillo del autobús y amenazan con prenderle fuego en caso de que el vehículo no frene.
Con el transporte estacionado en alguna parte de la carretera México-Cuernavaca, los delincuentes despojan a los pasajeros de sus pertenencias y cometen algunos ultrajes en contra de quienes ellos escogen, para luego llevarse la unidad –dicen los choferes que a Guerrero– y secuestrar al conductor.
La muy poca información que se tiene al respecto es que hasta ayer había cuando menos cuatro empleados de las líneas de camiones desaparecidos o en manos de los delincuentes, quienes se han dado a la tarea de hacer de la carretera un largo camino de terror. ¡Aguas!