Bogotá

En un demostración más del descontento popular que enfrenta desde el 21 de noviembre el gobierno del presidente colombiano, Iván Duque, manifestantes, acompañados de artistas, cantaron, gritaron e hicieron sonar caceloras.

El centro y norte de Bogotá se transformaron en un auténtico escenario de protesta. Una multitud formada principalmente por jóvenes se activó de nuevo para desmentir señales de fatiga y exigir cambios al mandatario, esta vez con el apoyo de músicos e intérpretes locales.

Las calles no se callan, se leía sobre el asfalto. Desde temprano la gente se unió a la iniciativa Un canto por Colombia, concierto itinerante que incluyó tres tarimas fijas a lo largo de siete kilómetros de la ciclovía dominical.

Custodiados por la policía, los inconformes caminaron y corearon consignas contra las políticas oficiales y el intento del gobierno por apaciguar las calles mediante diálogos que, después de tres semanas, no arrojan ningún acuerdo.

En algunos puntos se oyó fuerte el grito: ¡Fuera Duque!, aunque entrada la tarde la protesta transcurría sin incidentes.

La movilización que comenzó hace poco más de dos semanas con una huelga sindical y estudiantil, respaldada por indígenas, se transformó en una explosión del malestar que por décadas quedó contenido por el conflicto con el ya disuelto grupo guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

La firma de la paz dio paso, tres años después, a una protesta social de larga duración e intermitente intensidad, pero ya sin el estigma de la subversión.

Aunque en su mayoría pacíficas, las protestas en Colombia han dejado ya cuatro muertos, medio millar de heridos, entre manifestantes y uniformados, y 204 detenidos.

La fuerza policial antidisturbios encendió los ánimos con la represión inicial y la muerte de un joven de 18 años a manos de un uniformado que disparó su escopeta calibre 12, según las investigaciones.

También la Fundación para la Libertad de Prensa ha denunciado la detención temporal de al menos 19 reporteros.

En Colombia, uno de los países más desiguales del continente, donde los jóvenes sufren con mayor rigor el desempleo que golpea a 10 por ciento de la población, la ciudadanía clama contra la corrupción política, la violencia financiada por el narcotráfico y en favor de que se cumpla cabalmente lo pactado con los rebeldes y se detenga el asesinato selectivo de indígenas, líderes sociales y ex guerrilleros.