s imposible ignorar la pluralidad que desde hace años acompaña el escenario político nacional y local. No obstante ser ingrediente indispensable de la democracia representativa, no puede nunca darse por definitiva.
El vuelco del mundo que empezara en 1989 con la caída del Muro de Berlín y que irrumpiera como avalancha con la globalización promovida como mantra universal por los profetas del mercado mundial unificado y el imperio de la democracia representativa también a escala planetaria, no pudo desplegarse como lo prometían. Las convergencias económicas propaladas derivaron en mayores divergencias, parcialmente opacadas por el impetuoso ascenso chino y el no menos espectacular brote industrializador de su zona de influencia en Asia del Este y del Sur. Pero hoy, en la periferia y el centro, campea la incertidumbre sobre el rumbo y ritmo económicos, debajo de la cual se impone como musgo la catarata de nuevas certezas antidemocráticas y convicciones localistas y de extremo nacionalismo.
Del nacionalismo a nuevas formas imperiales no parece haber mucho trecho. Así lo muestra el inefable presidente de Estados Unidos y así lo resienten los europeos y asiáticos, pero sobre todo nosotros bajo un activismo chovinista que no ofrece nada bueno. Lidiar con el factor de dominio
americano, como lo llamara don Pablo González Casanova en su clásico La Democracia en México sólo será posible a partir de renovadas formas y configuraciones de unidad nacional que además respondan a la restricción democrática alcanzada.
Tarea nada fácil. Respetar la diversidad política e ideológica, entenderla como palanca de evolución cívica y vector de defensa unificada frente a la amenaza trumpiana supone mucho trabajo persuasivo y pedagógico, así como compromisos claros con el respeto al otro. Se entiende, quiero suponer, no sólo a los fieles y leales del gobierno y el gobernante en turno.
Formular una plataforma de compromisos con y por la democracia, como vehículo irrenunciable para la defensa y el ejercicio productivo de la soberanía, vuelve a ser práctica obligada y razón política fundamental para rehacer al arsenal retórico y práctico de una razón de Estado insustituible. Se conocen los peligros de los movimientos que tensan los entusiasmos democráticos y liberales, pero sin plataformas como la sugerida aquí pronto conoceremos las angustias que propicia navegar sin carta de navegación y con motores sin caballaje, sometidos a las inclemencias de los tiempos que son ya, con toda evidencia, los que soplan Trump y su banda.
Otra vez, se nos asesta la peor de las doctrinas gringas, la de su
seguridad nacional, que ahora se extiende a nuestro modo de concebir y realizar la política económica, la de migración y así, inevitablemente, pasar al conjunto de la estrategia del Estado para afianzar el rumbo nacional.
Hoy, Trump y los suyos, junto con el abanico de extrema derecha que acecha sin cuartel en el mundo, reducen los espacios soberanos para hacer política, en la democracia y en la economía, pero también en nuestras relaciones con el resto del mundo. Para encarar el cambio climático, así como para volver realidad progresiva los objetivos y metas del desarrollo sostenible, o el deber humanitario con los nuevos condenados de la tierra que migran para sobrevivir.
Agenda cargada de asuntos de urgente y obvia resolución, como se decía en los congresos de antaño, pero que es vital empezar a desahogarla. Urge que este Congreso tome conciencia de los peligros que se ciernen sobre nuestros débiles y precarios tejidos de entendimiento y compromiso político. Dejar la simplista y majadera taxonomía de los míos contra todos los demás; echar a la cuneta el epíteto y la calcomanía como instrumentos para hacer política del poder son condiciones sin las cuales no habrá Cuarta Transformación para que la Quinta nos llegue como caja de Pandora antes de que termine el ciclo de cierre de una transición que en lo político y en lo económico se nos presenta agrietada sin misericordia por una desigualdad y una falta de crecimiento económico que gangrenan el intercambio personal y comunitario.
¿Para qué corroer las voluntades tratando de imponer la nefasta visión de la política del conmigo o contra mí? ¿A dónde se quiere llegar con proclamas que exaltan diferencias unipolares y niegan la diversidad de creencias, convicciones y posturas?
La extrema derecha cerril se abre paso en silencio, pero sin pausa. Llegó la hora de asumir la necesidad de un frente que defien-da y reivindique el valor con que esa diferencia y esa diversidad enriquecen a la sociedad y dan fuerza a la nación. Que no es propiedad de nadie, sino de todos.