a Maub, como se denomina familiarmente al barrio de París situado entre la plaza Maubert y las aguas del Sena que fluyen al pie de Notre-Dame, tiene carácter de aldea donde la gente se saluda al encontrare en su paso por las calles y los vecinos se conocen entre ellos. Como el resto de las zonas de la capital, posee personajes pintorescos y celebridades.
En meses recientes, después de años de aparente inmovilidad, la Maub, barrio de truhanes en la Edad Media, popular durante la primera mitad del siglo XX, aburguesado ahora, tiene cambios perceptibles en su vida cotidiana. El trágico incendio de la catedral de París afectó desde luego la existencia de los comercios al disminuir el turismo y limitó las caminatas de sus habitantes al ser cerrados los alrededores de Notre-Dame.
Otro cambio, más sutil, casi íntimo, invisible al principio, revelado por sus consecuencias benéficas para la vida de la aldea, se fue gestando en silencio, entre sonrisas, gracias a una peinadora japonesa.
Un fenómeno curioso, digno de observación, tema de novelas, teatro o películas es cómo la llegada de una nueva persona a una familia o una tribu puede afectar el comportamiento y las relaciones del grupo donde se introduce. En general, es el extranjero quien se adapta al seguir las reglas en uso del medio al que llega para ser adoptado por los otros. Cuando esto ocurre no hay sorpresa ni tema novelesco. Puede también verse rechazado por el grupo e, incluso, ser expulsado. Esto ocurre en sociedades más bien cerradas. Sucede también que sea el recién llegado quien influya en la conducta de la aldea, acostumbrándolos a sus peculiaridades con su ejemplo. Puede imponer una simple moda o transformar en forma profunda las aspiraciones y la visión de ellos mismos y del mundo.
En la Maub, una calle atraviesa en ángulo curvo el barrio. La rue Lagrange, típica de París, con sus comercios en todas las platas bajas, no es muy larga. Tiene apenas una treintena de números. Una de las vitrinas corresponde al salón de belleza, hasta hace poco uno más del barrio. Jubilada la antigua dueña, una joven japonesa lo adquirió. La transformación del decorado fue total. En apariencia, reinan el vacío y el blanco de los muros, reproducidos por tres grandes espejos. Aparte de los sillones para los clientes, el dispositivo para el lavado de pelo, no hay sino hermosas plantas y arreglos florales de tinte japonés.
La dueña y estilista, Shizuko Tanaka, tomó una iniciativa original al organizar una apertura a la cual convidó a los vecinos y clientes. Sirvió de manera generosa comida japonesa, té, vino. Ofreció también el espectáculo de un profesional, perteneciente al ballet de la Ópera de París, quien bailó una danza japonesa.
Trabajadora incansable, un escrupuloso esmero y una meticulosidad inflexible en el masaje de la cabeza, el corte de pelo, el peinado o el maquillaje son los de una artesana minuciosa. Shizuko llegó a Francia hace 20 años como maquillista para un desfile de modas. Para ejercer su profesión, pasó el diploma francés, el cual exige el bachillerato.
Su presencia en el barrio ha cambiado el carácter de la Maub. Activa, le gusta organizar eventos: exposiciones de pintura japonesa o de arreglos florales de su cultura. El último fue la presentación de dos kimonos vestidos por Cristina, guapísima profesora de piano de origen venezolano-brasileño, y Yuko, la artesana florista que pasa horas haciendo los arreglos florales del salón. Envueltas en los kimonos, Shizuko arregló ante el público el complicado obi, tsujiga hana, cinturón japonés que sube por la espalda en forma de flor. La música del dúo Hamoako sirvió de fondo.
Para este festejo del atelier O’shuz-U, sirvió un coctel en el bistró vecino, llamado La Grange, a cargo del generoso Sylvain. La vivacidad de Shizuko ha influido en los vecinos, ahora sonrientes y amigables a pesar del pesimismo reinante a la entrada del invierno.