Opinión
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Las fuerzas armadas ante la violencia criminal
S

on frecuentes los ensayos sobre el tema que alude este texto producidos por pensadores latinoamericanos vinculados a centros de estudios militares*. Ellos auxilian enormemente a aclarar un asunto que duele mucho a sus sociedades. El problema es multinacional, pero las características de la violencia y los perfiles de la fuerzas armadas de cada país, fueran históricos o actuales, obligan a estudios específicos, en nuestro caso en México.

Como premisa las autoras del ensayo referido sostienen que todas las naciones de la región han incorporado, en mayor o menor medida, como misiones principales o subsidiarias, a las FFAA para luchar frente al avance del crimen organizado.

“Esta militarización de la seguridad tiene como contracara la policialización de dichas fuerzas, y ambas generan una transformación en las instituciones que no parece haber sido planificada ni pensada en detalle por los países que la están llevando adelante. En consecuencia… afectan a la identidad misma de las FFAA.

“…Es necesario pensar hacia dónde va la institución, considerando que su involucramiento en asuntos de seguridad genera una transformación importante para la que hay que prepararse, modificando no sólo las misiones de las FFAA, sino, en consecuencia, la doctrina y la formación que se les brinda a sus miembros.”

Las reflexiones de las autoras aquí abreviadas son tan simples como contundentes. Para México lo son más. Llevamos décadas sumiéndonos en esa transformación mientras simultáneamente negamos su realismo original. Cada día los ejércitos parecen serlo menos.

La imperativa para nuestra nación no da opción. Hace décadas que es evidente la urgencia de diseñar un plan para la evolución de lo militar en la doctrina, misiones, funciones, organización, educación, tecnología e infraestructura de los ejércitos para hacerlos más idóneos para contender con las nuevas realidades impuestas por un embate universal.

Ejércitos paradigmáticos como el alemán, francés o británico o los latinoamericanos como el colombiano o argentino, hace tiempo que han reformulado sus bases existenciales reconociendo que además de los enfrentamientos tradicionales, sin dejar de ser posibles, ahora enfrentan peligros de nueva expresión, básicamente terrorismo, guerrillas y crimen organizado.

Para México la situación es extrema, sin enemigo extranjero realista, aun ante Trump, nuestros problemas domésticos originados por la violencia criminal son mayúsculos. Cualquier reflexión sobre las relaciones internacionales que apuntara a afectar la integridad territorial sería recusable. No así la auténtica amenaza de la violencia intestina que ha sometido ya a parte significativa del territorio nacional.

El pensamiento político y el propio militar han sido renuentes a aceptar las consecuencias de esta realidad. Hay hechos históricos que explican esa actitud. Registros que vienen de la militarización nacional derivada de la Revolución y del abuso del empleo de lo militar por parte de gobiernos civiles para resolver todo tipo de problemas que alteraran la paz social: huelgas estudiantiles, de ferrocarriles, telegrafistas, médicos, maestros, guerrillas, zarandeos urbanos, etcétera. Encuentra cierta lógica esa aprensión por ambas partes.

De esta manera, empujados por la realidad, en el pasado hemos caído en protestas y disimulos. Actualmente confiamos en soluciones mágicas. El trasvase de tropas de los ejércitos a la policía sin innovaciones tecnológicas en todo nivel no nos hace más idóneos. Podremos ser más, pero no mejores.

Por hoy el vértigo de lo urgente nos devoró. Faltó el plan maestro indispensable en lo político, lo administrativo y lo factual. Ante esas deficiencias que tienen explicaciones variadas, se acudió a los ejércitos mediante una nueva edición que no hace sino cambiar de vestimenta a las viejas simulaciones. Entonces, qué.

Dado el año transcurrido de gobierno y la índole presidencial no es de esperarse un ajuste de la radicalidad indispensable, mas nunca será demasiado pronto para sistematizar una reflexión. En ello están comprometidos el propio Poder Ejecutivo, el Congreso de la Unión, los partidos políticos, los centros de estudio y los propios militares, ya que en ello les va el futuro institucional.

México ha sido campeón del disimulo. Con ese recurso hemos brincado compromisos delicados. Lamentablemente hay la certeza de que seguir con ambigüedades en esta materia y no asegurar el futuro deseado es una invitación al suicidio.

*La transformación de las Fuerzas Armadas latinoamericanas ante el crimen organizado . Carolina Sampó y Sonia Alda. Real Instituto Elcano y Centro de Estudios Estratégicos del Ejército del Perú.