16 de noviembre de 2019
• Número 146
• Suplemento Informativo de La Jornada
• Directora General: Carmen Lira Saade
• Director Fundador: Carlos Payán Velver
|
NuestrAmérica
Armando Bartra
Para Juan Carlos, donde
quiera que esté
Mientras que en México lleva un año gobernando la izquierda, en Chile y Ecuador los pueblos se alzan contra el neoliberalismo, en Argentina regresa al poder el progresismo y Lula sale de la cárcel, en Bolivia la burguesía de la “media luna”, los conservadores de diverso signo, la policía y el ejército dan un golpe de Estado.
La violencia ejercida por grupos organizados, no para reponer una elección que en primera instancia habían perdido, sino para derrocar al gobierno, fue conducida por una derecha vieja por los intereses de clase que en el fondo representa, pero nueva por la base social en que se apoya, el discurso que difunde, la forma en que se organiza y el modo en que actúa. Su centro y emblema es el Comité Cívico Cruceño, fincado en el Departamento histórico de la oligarquía, su instrumento la paramilitar la Juventud Cruceñista, su cabeza el empresario Fernando Camacho, cuyo discurso histriónico e iracundo combina racismo con evangelismo. Biblia, fuego purificador y linchamientos.
El sector en el que prenden sus consignas es la clase media. Pero como ha establecido el hasta hace unos días vicepresidente García Linera, en Bolivia hay dos clases medias: la vieja y la emergente. Y la que alinea con la derecha es sobre todo la vieja clase media acriollada, que se siente agredida por la figura y los modos del aymara que gobernaba el país, e invadida por la nueva clase media india que ascendió gracias a las políticas de inclusión social. Aunque también los recién llegados al mundo del consumo se afilian a veces al pensamiento de la derecha. Tal sería el caso de ciertas organizaciones estudiantiles.
“Estamos viviendo la rebelión de las clases medias, que se atribuyen la voz del pueblo, como siempre lo hicieron”, escribió en este mismo periódico Juan Carlos Pinto.
Y la vía elegida por la derecha política para catalizar a estas capas medias es la iracunda polarización. De ahí que la importancia que los conservadores daban a la segunda vuelta en las elecciones se debe a que permitiría condensar el antievismo de todos los colores.
Polarización personalizada que buscan ansiosamente todas las derechas latinoamericanas, en tanto que carentes de verdadero proyecto alternativo. Así, se lanzan contra Lula, contra Cristina, contra Correa, contra Obrador… a quienes se sataniza desde los medios de comunicación que la oligarquía controla.
Y es porque también en Bolivia le apuestan a la polarización, que después de la primera votación utilizaron el diferendo sobre los comicios no para llegar a una nueva jornada electoral, sino para radicalizar y violentar el antievismo, dándole barniz de legitimidad al preconcebido golpe militar.
¿Por qué no fueron a la nueva elección que el gobierno había aceptado, si al sumar a todas las oposiciones era posible que la ganaran? Porque lo que busca la oligarquía no es la alternancia electoral sino la aniquilación del proyecto de cambio y el escarmiento de los que lo impulsan y lo respaldan. “¡Nunca más la Pachamama en El Quemado!”
Por el contenido de sus proyectos, en Nuestramérica se confrontan el neoliberalismo y el progresismo posneoliberal; pero por su forma política se confrontan dos vías: la del golpismo y la de la democracia.
Torpes para ganar elecciones justas e incapaces de gobernar con mínima prestancia, los nuevos restauradores se van decantando por los golpes duros y la dictadura, que tan buenos servicios les dieron en el pasado. Mientras que las nuevas izquierdas apuestan por acceder al poder combinando movimientos y triunfos electorales y gobernar con las reglas del pluralismo político.
Lo que juega a nuestro favor es que en el nuevo siglo los pueblos del subcontinente han aprendido a reivindicar el empleo de las formas democráticas para resolver los diferendos entre proyectos sociales. El derrocamiento de gobiernos electos y la dictadura ya no son, como en el pasado, parte del sentido común subcontinental. Hoy el golpismo puede y debe ser aislado. Sin duda tenemos diferencias políticas profundas pero los que estamos por las formas de convivencia civilizadas somos mayoría. Hagámosla valer ¡No al golpismo!
El imperio, la oligarquía y las derechas son las responsables del golpe. El pueblo boliviano, su gobierno democrático, el partido del cambio y las organizaciones sociales son las víctimas. Y estamos con las víctimas; nuestro pensamiento y nuestro corazón están con los perseguidos, acosados y violentados. Pero es también importante reconocer las debilidades de los nuestros, que facilitaron el provisional éxito de la reacción.
Porque a todos nos puede ser provechoso, reproduzco aquí algunos párrafos del libro ¿Qué está cambiando en Bolivia?, publicado el año pasado por Juan Carlos Pinto Quintanilla, hasta antes del golpe Director General de Fortalecimiento Ciudadano de la Vicepresidencia.
“La conjugación audaz entre [partido] y movimientos que permitió detonar el cambio, se convierte desde la experiencia de ser gobierno, en un dilema político, porque la militancia toma como tarea central el acomodamiento en espacios estatales y no la continuidad del proceso revolucionario [mediante] un proceso de deliberación y construcción de propuestas revolucionarias desde el seno de las organizaciones sociales. p. 58.
“El MAS como identidad política victoriosa se convirtió en freno del desarrollo político de la transformación revolucionaria cuando confundió el horizonte estratégico de trasformación con el pueblo movilizado, con la participación personal de los militantes en el Estado y el cumplimiento de las demandas sectoriales […]. Por eso es comprensible que haya más ‘evismo’ que ‘masismo’ [configurándose] un contexto político en que el liderazgo representa la principal potencia, pero también la mayor debilidad. p. 76.
“La organicidad del [partido] ha resultado exitosa y efectiva al momento de movilizarse contra el neoliberalismo y para alcanzar victorias electorales. Sin embargo, este trabajo activista y movilizador sin trabajo de formación política y cuando los mejores cuadros son llamados a tomar responsabilidades en la representación estatal, hace que militantes y simpatizantes lo vean como un simple espacio de ascenso. p. 60
“Por su parte los movimientos sociales que propiciaron el proceso de cambio retornaron a su identidad de organizaciones sociales con demandas y reivindicaciones particulares. El papel protagónico y estratégico otorgado por la Constitución a los movimientos sociales quedó disminuido por la presencia del Estado y el liderazgo, que son los que asumieron la vanguardia en los procesos de transformación. p. 66, 67.
Frente al reflujo de las organizaciones sociales, que se han limitado a ser acompañantes y beneficiarias del proceso, las decisiones fundamentales han pasado a ser atributo estatal, no solo por las características del liderazgo, sino principalmente porque los movimientos sociales con capacidad de propuesta estratégica, han vuelto a ser organizaciones sociales regionales o sectoriales que demandan gremialmente beneficios al Estado. p. 84.
Muchas organizaciones sociales han entrado en una fase de franca desmovilización […] por otra parte algunas organizaciones han pasado de tener una visión de transformación nacional e integral, es decir revolucionaria, a buscar únicamente reivindicaciones sectoriales y parciales, confrontando las propuestas nacionales del gobierno. p. 56. •
Opiniones, comentarios y dudas a [email protected] |