16 de noviembre de 2019
• Número 146
• Suplemento Informativo de La Jornada
• Directora General: Carmen Lira Saade
• Director Fundador: Carlos Payán Velver
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De chile, de mole y de manteca…
Jesús Guzmán Flores Investigador del CEDRSSA
Aunque se reconoce que en el mundo se producen suficientes alimentos para atender las necesidades de alimentación de toda su población, los datos de la estadística alimentaria nos dicen que uno de cada siete de sus habitantes vive en situación de hambre, que casi la mitad esta malnutrida y que una cifra igual vive con miedo a padecer hambre, pues sus ingresos o sus condiciones de vida o de residencia, les hacen difícil acceder a los alimentos.
Por lo anterior, el tema alimentario forma parte de las agendas políticas de los gobiernos y cada día son mayores las acciones de organizaciones ciudadanas para atender sus necesidades alimentarias. Las formas en que se ha estructurado el sistema alimentario mundial y sus componentes en cada país y localidad del mundo hacen imposible que se garantice el acceso a los alimentos a amplios sectores de la población, en las cantidades y calidades que requieren de acuerdo con su cultura, sexo, edad y actividades que realizan.
El mundo experimentó durante el siglo XX un acelerado proceso de industrialización y urbanización, que tuvo como consecuencia que amplios sectores de la población ya no participaran en la producción de sus alimentos. La población campesina que tradicionalmente producía sus alimentos se redujo con respecto a la que se ocupa en las actividades manufactureras y de servicios, y la que continúa en las actividades agropecuarias y pesqueras fue compelida por diversos medios a especializarse en producir únicamente determinadas especies, por lo que su producción para el autoconsumo también se redujo, teniendo que recurrir a los mercados para adquirir sus alimentos.
Las políticas alimentarias de los Estados nacionales que en algunos países consideraron el facilitar el acceso a la tierra y al agua, prácticamente han desaparecido; de igual manera, otras acciones públicas de fomento a la producción y distribución de alimentos, también se eliminaron, por lo que el abasto de alimentos en el mundo está determinado en gran medida por grandes empresas transnacionales que controlan tierras e insumos agropecuarios, así como el procesamiento y distribución de alimentos; por lo que la alimentación mundial tiende cada día a homogenizarse en cuanto a los alimentos que se consumen y a las formas de producirlos y distribuirlos.
Aumenta el consumo de carnes, principalmente de aves, cerdo y res, que se producen en grandes establecimientos y con un alto consumo de cereales, hormonas y antibióticos; también aumenta el consumo de alimentos procesados, que utilizan una gran cantidad de aditivos para conservarlos, saborizarlos y darles presentación comercial. Existen evidencias documentadas de que muchos de los insumos utilizados en la producción primaria y el procesamiento de alimentos tienen efectos negativos en la salud de la población, así como también sobre cómo el cambio de la composición de las dietas ha contribuido a que aumenten los índices de sobrepeso y obesidad en la población, que son causa del aumento de enfermedades crónicas, como las diabetes, los tumores malignos y las enfermedades cardiovasculares.
Ante los problemas derivados de una alimentación insuficiente y/o inadecuada que ha determinado el actual sistema alimentario, desde la población del campo y la ciudad se han promovido acciones para la transformación del sistema alimentario; acciones que en su mayoría se sustentan en el principio de la soberanía alimentaria y la exigencia del respeto al derecho de toda persona a una alimentación adecuada. Si bien en las propuestas de la población se incluyen exigencias a los Estados para que establezcan políticas públicas que atiendan sus problemas alimentarios, también van creciendo las acciones directas de la población para disponer y acceder a alimentos suficientes y de calidad.
Entre estas acciones destacan las que promueven se evite la contaminación de los alimentos con organismos genéticamente modificados y agrotóxicos; las que demandan se incluya en las etiquetas de los alimentos procesados información clara y con advertencias de los que por su contenido de determinados componentes pueden ser nocivos a la salud; las que promueven asociaciones con pequeños productores agropecuarios para que los provean de alimentos producidos de manera sostenible y sin sustancias nocivas para la salud y también están quienes se organizan para producir directamente sus alimentos.
Los que quieren producir directamente sus alimentos, en el caso de México, se encuentran con que ya no existen políticas públicas que faciliten el acceso a la tierra, pues desde la reforma de 1992 al marco jurídico agrario, el derecho a la tierra fue eliminado y ahora el acceso a la tierra sólo es bajo mecanismos de mercado que, tratándose de tierras agrícolas cercanas a las áreas urbanas, estas se cotizan a altos precios, lo que hace difícil su adquisición por la mayoría de la población y, aun en las áreas rurales, para la población de escasos recursos, es difícil que por esos mecanismos puedan acceder a la tierra.
El derecho a la alimentación adecuada incluye el derecho a producir nuestros propios alimentos, lo cual es de la mayor relevancia, si tenemos en cuenta que amplios sectores no tienen acceso a una alimentación adecuada porque sus ingresos o el precio de los alimentos no se los permite y, si sus ingresos fueran suficientes, tampoco existe la garantía de que se puedan adquirir alimentos libres de sustancias nocivas o de las características que determinen nuestras preferencias y cultura; pues estamos supeditados a lo que el mercado defina, regularmente alimentos producidos bajo sistemas industriales, que se caracterizan por el alto uso de plaguicidas y de variedades híbridas, que no son de nuestra preferencia, tal es el caso de uno de nuestros alimentos principales: la tortilla.
Deben de establecerse políticas de acceso social a la tierra, para quienes, por cultura o necesidad, requieren de producir directamente sus alimentos y no cuenten con recursos para adquirir tierras aptas para la producción agropecuaria o acuícola. El acceso puede darse a partir de áreas terrenos de propiedad pública, de los que por extinción de dominio puedan destinarse a la actividad agropecuaria o mediante la constitución de fondos de tierra, mediante acuerdo con los propietarios o poseedores de terrenos y que no los utilicen por cualquier circunstancia. El acceso a la tierra bajo estas propuestas, no implica modificar la propiedad de los bienes que se otorguen, sino otorgar un acceso temporal a quienes, individual o colectivamente, desean producir alimentos para su autoconsumo. •
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