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Economía moral

Entre el estrés y el aburrimiento, se titula capítulo de libro de Tibor Scitovsky

S

e trata del capítulo 2 de The Joyless Economy ( La economía sombría o Frustraciones de la riqueza, como tituló la traducción el Fondo de Cultura Económica). Es el primer capítulo de la primera parte del libro, titulada Sicología y economía de la motivación. Comienza refiriéndose al filósofo racionalista, del siglo XVIII, Jeremy Bentham que, según Tibor Scitovsky (TS), ambas disciplinas llaman su predecesor. Una de las penetrantes ideas de Bentham, añade TS, fue que la segunda taza de café o ración de un platillo, se disfrutan menos que la primera, idea que los economistas consagraron como Ley de la Utilidad Marginal Decreciente. Pero en el siglo XX censuraron incluso ese pequeño pedazo de sicología, y en la actualidad la teoría de la conducta del consumidor se limita a explorar las implicaciones lógicas del supuesto de la racionalidad humana. La frase más famosa de Bentham, sin embargo, que lo ubica como padre del utilitarismo, es: la naturaleza ha colocado a la humanidad bajo la égida de dos maestros soberanos: el dolor y el placer. Les toca sólo a ellos indicar tanto lo que se debe hacer así como determinar lo que haremos. ( Introduction to the Principles of Morals and Legislation. 1789). TS señala que los mismos filósofos racionalistas que explicaban la conducta humana mediante la racionalidad, explicaban el comportamiento animal por los instintos (concepto que los sicólogos después remplazaron por impulsos). Pero señala que, puesto que los impulsos biológicos no podían explicar toda la actividad, la teoría pronto se amplió para incluir impulsos secundarios o aprendidos. Pero actualmente se cree, continúa TS, que el conjunto de impulsos es insuficiente para explicar toda la conducta y que se necesita una teoría más amplia. Entre las razones para buscar otra teoría, TS menciona, primero, que la teoría de los impulsos implica que los organismos son inertes a menos que un disturbio o carencia genere un impulso para su eliminación; y, segundo, que el mayor conocimiento del funcionamiento del cerebro ha mostrado que las células nerviosas y el sistema nervioso central, lejos de estar en quietud cuando faltan tales estímulos, se encienden espontáneamente y que el sistema nervioso central está activo siempre, incluso cuando dormimos. Añade TS:

“La actividad cerebral, conocida como excitación o activación ( arousal), se manifiesta en los impulsos eléctricos que se pueden monitorear mediante un electroencefalógrafo y aparecen en los electroencefalogramas como ondas, llamadas ondas EEG (OEEG). Mientras más rápidas las descargas eléctricas de las neuronas, más alto es el nivel de activación y mayores las frecuencias de las OEEG (que se miden en ciclos por segundo). Las OEEG registran el encendido de muchas neuronas, y la amplitud de una OEEG mide la suma de todas las descargas eléctricas de las neuronas encendidas en un momento dado en una parte dada del cerebro. Cuando el encendido es lento, es también bastante sincronizado: todas las células nerviosas se encienden al mismo tiempo, lo que hace que las OEEG sean lentas, regulares y amplias. El encendido más rápido, por otra parte, es asincrónico, con diferentes células encendiéndose en diferentes momentos, por lo cual las OEEG son irregulares y de pequeña amplitud… El nivel de activación, medido por la frecuencia, amplitud y sincronía de las OEEG depende de la estimulación que el sistema nervioso central recibe del exterior a través de los sentidos (estimulación exteroceptiva), de los músculos y órganos (estimulación enteroceptiva), y dentro del cerebro mismo (estimulación cerebral); pero nunca baja a cero mientras el organismo esté vivo. La muerte está por redefinirse como cese de actividad cerebral y no cardiaca” (pp. 17-18, edición en inglés; mi traducción).

TS explica que el nivel de activación lo sentimos. Al sentirnos mal o bien, dolor o placer, sentimos nuestro nivel de activación. Aún más, puesto que buscamos el placer y tratamos de evitar el dolor, el concepto de activación es central para la explicación de la conducta. Un alto nivel de activación, continúa, se asocia con estado de alerta y rapidez de respuesta. Uno se siente excitado, emocionado, ansioso y tenso. En contraste, argumenta TS, cuando uno se siente lento, poco alerta, flojo y amodorrado, está uno en un nivel bajo de activación. Las partes del cerebro involucradas en esta actividad continua se conocen como el sistema de activación. El nivel de activación también se mide con algunos índices del sistema nervioso simpático como la conductividad eléctrica de la piel, la tensión muscular, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y la dilatación de las pupilas. El nivel de excitación (activación) es importante en dos contextos, según TS: 1) el desempeño eficiente de cualquier tarea requiere un grado apropiado de excitación; 2) el nivel de activación está muy relacionado con si nos sentimos bien o mal y, por tanto, con la motivación de la conducta. Sabemos que la estimulación excesiva y consecuentes niveles extremos de excitación son molestos. Algunos síntomas de la activación extrema son: tensión, ansiedad, nerviosismo, comportamiento frenético y pánico. También lo son el dolor y falta de confort que acompañan las privaciones biológicas o necesidades de los tejidos. Se sabe que todos estos factores (incluida la falta de sueño) elevan la activación. TS también afirma que al igual que demasiada estimulación y el resultante alto grado de excitación son desagradables y provocan el deseo de ponerles término, igual una estimulación muy baja (o su ausencia total) es también desagradable y lleva a desear mayores estímulos. Experimentos controlados han confirmado que la privación de todo estímulo puede ser muy dolorosa. La mayor parte de los sujetos aislados de todo estímulo tuvieron jaqueca, náuseas, confusión, fatiga, alucinaciones y la pérdida temporal de varias facultades mentales. Algo similar, dice TS, ocurre con el trabajo simple y repetitivo que no provee variedad ni estimulación suficiente. Añade que los sicólogos postulan la existencia de un nivel óptimo de estimulación total y activación, que origina un sentimiento de confort y bienestar.

Las desviaciones de este nivel óptimo dan lugar a sentimientos de aburrimiento, cuando la activación está debajo del óptimo y a sentimientos de estrés, fatiga y ansiedad cuando está por arriba. Estas desviaciones se consideran como los inductores para tratar de regresar el nivel de activación a su nivel óptimo. Es decir, los sicólogos visualizan al organismo tratando de mantener su nivel de activación en el nivel óptimo o cerca del mismo. TS termina el capítulo refiriéndose a la reducción del nivel de activación, que es muy alta cuando tenemos dolor, hambre, sed, frío o calor. Pero incluso no es necesario que estas carencias estén presentes. Basta con que pensemos en ellas. Pensar en un problema nos puede estresar y aumentar nuestro nivel de activación de una manera muy similar a como lo hace experimentarlo. Los organismos capaces de prever se sentirán motivados de similar manera, ya sea que estén lidiando con un problema real, posible o imaginario (p. 59, edición en inglés; mi traducción; p. 45, edición en español).

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