El estreno de Téenek-Invenciones de territorio, de Gabriela Ortiz, estuvo a cargo de la Filarmónica de Los Ángeles
Viernes 15 de noviembre de 2019, p. 3
La nueva partitura de la compositora mexicana Gabriela Ortiz fue estrenada la noche del miércoles en Bellas Artes por la Filarmónica de Los Ángeles, con Gustavo Dudamel a la batuta, y por su excelencia técnica, originalidad, hondura de pensamiento, rigor formal y atractivo estético, elementos valorados con sonoras aclamaciones del público, se consolidó como una de las grandes figuras internacionales de la creación artística.
La obra se titula Téenek-Invenciones de territorio y utiliza la paleta entera de colores de la orquesta, una sección rítmica distintiva del estilo de la autora y un desarrollo magistral en su discurso. Una delicia de partitura.
Abrió así el segundo concierto de la filarmónica angelina en el palacio de marmomerengue y continuó con otro encargo de la orquesta: Must the Devil Have All the Good Tunes?, de John Adams, uno de los patriarcas del océano de autores estadunidenses que dominan el planeta, si tomamos en cuenta la potencia monumental de este músico y sus coetáneos: Steve Reich, Philip Glass, Terry Riley, John Corigliano. Todos ellos en activo.
La composición de John Adams es un juguetote poderoso. Suenan durante 28 minutos monumentales campanas tibetanas formando una cortina visual y sonora que corona la orquesta y al lado el sonido alado de campanas tubulares. Todo apenas perceptible, con la elegancia de un velo de seda que resbala piel abajo.
La joven china Yuja Wang, solista al piano
La solista fue una celebridad de los escenarios, la joven china Yuja Wang, conocida del Disquero de La Jornada por sus afortunadas grabaciones discográficas. En escena, luce su estilo que rompe con estereotipos. Hubo un tiempo en que escandalizó por sus atuendos: minivestidos, tacones de hiperagujas y un desparpajo espectacular.
Gran, notabilísima pianista, Yuja Wang regaló dos encores: Gluck y Prokofiev. Vaya lujo.
La segunda parte del programa fue un acontecimiento: Gustavo Dudamel elaboró una versión alucinante de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, esa partitura salvaje por definición que ya ha registrado Dudamel en discos. Su nueva lectura es fascinante: un uso extremo de las posibilidades técnicas que permite la partitura original, para brindar fraseos nunca antes escuchados. Dotó a esa creación mayor relieve en su condición original: se trata de una partitura de clara y decidida naturaleza sexual. Orgiástica, plena de lascivia. Brutal.
Por ejemplo, en el episodio de La elegida, Dudamel hilvanó transiciones a velocidad inimaginada. Alargó frases, con resultados fieles a la intención de Stravinsky y acortó frases y aumentó velocidades en pasajes de clímax orquestal. Un delirio.
La visita de Gustavo Dudamel al frente de su orquesta, la Filarmónica de los Ángeles, ya es un hito cultural en México.