Jueves 7 de noviembre de 2019, p. 27
Madrid. El peligro político electoral español se resume en tres letras: Vox, pero su alcance es cada vez más amplio. Su caudillo, Santiago Abascal es la viva imagen, en gestos y discursos, de una nefasta etapa que muchos consideraban superada tras el llamado proceso de transición. Ese proceso no fue tan exitoso como se presume. Tan no fue que se mostró incapaz de poner los candados que impidieran la aparición y crecimiento de partidos neofascistas como Vox, a quien todas las encuestas lo ubican en tercer lugar después del tibio PSOE y el derechista PP.
De aquellos lodos estos polvos, dice el dicho.
Ocho organizaciones pro derechos civiles denunciaron ayer ante la Fiscalía del Estado a Abascal por incitar al odio. Hay mucha preocupación en los círculos progresistas que no pertenecen a ningún partido por la deriva fascistoide de Vox contra los derechos civiles arduamente conquistados. El eje central del discurso abascaliano es la guerra a los migrantes, y lo más preocupante es que ese cavernario discurso prende cada vez más. La ecuación es simple: todos los males sociales están provocados por la perniciosa presencia de los migrantes, presentados como escoria que debe ser expulsada del país ipso facto. Cualquier parecido con Donald Trump y la francesa Marine Le Pen es mera coincidencia.
Pero este émulo del dictador Franco no se contenta con arremeter contra los migrantes: si él fuera presidente eliminaría de un plumazo las autonomías, mensaje dedicado a catalanes y vascos. Esa posibilidad de que acceda a La Moncloa, residencia de los presidentes españoles, suena lejana hoy, pero tal vez los resultados electorales cambien esa ecuación. Cada vez más españoles compran ese discurso cargado de odio e intolerancia.
En términos electorales Vox es una amenaza directa al corazón del PP de Pablo Casado y a Ciudadanos de Albert Rivera. Se da por hecho que el caladero natural de las huestes de Abascal son esos dos partidos, cuyo discurso se endurece porque ven que puede haber fuga de sus votantes hacia Vox. Los sondeos indican que el más afectado sería Ciudadanos porque el discurso de Rivera es digno de la Chimoltrufia. Así como dice una cosa, a los cinco minutos se contradice sin ascos. De ese tamaño es su soberbia.
El reto de las izquierdas
Por el lado de los socialdemócratas del PSOE y de la izquierda medio despistada de Unidas Podemos no hay preocupación de vaciamiento de votos en favor de Vox. El reto para las tropas de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias es sacar a sus votantes del desencanto, de la apatía. Sus bases no acaban de entender que ambos partidos no se pusieran de acuerdo tras las elecciones de abril pasado. Esa falta de entendimiento abrió la puerta a la cuarta elección en cuatro años. A este paso superarán a sus maestros italianos, nomás que en versión hispana.
En las calles el denominador común es el hartazgo. No hay ambiente electoral y eso preocupa a los partidos, especialmente al PSOE y a Unidas Podemos. El voto de la derecha es más seguro y constante mientras que los dos antes citados sufren más el voto de castigo. Se espera un repunte del PP, el crecimiento de Vox y hay dudas sobre cómo se comportarán los votantes de Iglesias y de Rivera, a quienes los sondeos ubican como los grandes damnificados del domingo electoral. Igual hay que recordar que en los comicios del pasado abril las grandes empresas demoscópicas fracasaron estrepitosamente. Fueron las grandes perdedoras de la contienda, de modo que tampoco es cosa de creer sus pronósticos. O sus métodos demoscópicos no sirven, o la mayoría de los encuestados se ríen de los encuestadores.