Si no se cambia la estrategia de desarrollo se corre el riesgo de que este sexenio termine con un drástico incremento de la pobreza, a pesar de los programas sociales implementados por la actual administración, advirtió ayer José Luis Calva, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Detalló que al cierre del año pasado 75 por ciento de la población, es decir, casi 90 millones de habitantes, tiene dificultades y no le alcanza el ingreso para satisfacer sus necesidades básicas, es decir, tres de cada cuatro están en pobreza.

La manera más eficiente de reducirla en México, explicó, es con un crecimiento económico acelerado, acompañado por una política salarial que mejore la distribución del ingreso.

La evidencia económica internacional ha mostrado que la manera más efectiva de reducir la pobreza es mediante desarrollo, el crecimiento y, sobre todo, cuando éste se hace de manera compartida con la población.

Esto, debido a que el crecimiento económico trae mayor generación de empleos y ésta, a su vez, un repunte de los salarios reales. Así tenemos un círculo virtuoso de reducción dramática de la pobreza.

Dos casos

Un ejemplo contrastante es el de China y México. Este último, de manera negativa. En el caso del país asiático, en 1981 la pobreza, definida como la población con ingresos menores a 3.2 dólares por persona, aglutinaba a 99.3 por ciento de la población. En 2015 quedaban sólo 6.97 por ciento de pobres.

Si medimos la pobreza incluyendo un universo más grande, a 5.5 dólares por persona, resulta que el número de pobres era de 99.7 en 1981 y para 2015 bajó a 27.2.

Lo que está detrás de eso es el crecimiento económico per cápita de 8 por ciento anual de 1978 a la fecha. Otra estrategia es que, junto con el crecimiento económico y una política salarial activa, los sueldos manufactureros se elevaron mil 92 por ciento. Así, actualmente, esos ingresos son mayores a los de México.

En México tenemos lo contrario, con una economía en la que el PIB per cápita ha crecido a una tasa media de 0.5 por ciento anual durante los seis sexenios anteriores, es decir, de 1982 a 2018.

Este crecimiento raquítico fue acompañado por una insuficiente generación de empleos dignos y creció dramáticamente la informalidad, que es empleo precario, de bajas retribuciones y actualmente representa cerca de 57 por ciento del empleo total.