En entrevista con La Jornada, la escritora explica cómo contrasta el genocidio de los pueblos originarios de EU con el encarcelamiento de la diáspora centroamericana // Mañana presenta su obra Desierto sonoro
Martes 15 de octubre de 2019, p. 5
La novela Desierto sonoro explora las formas de escribir sobre la ‘‘violencia política” y apuesta por la ficción en un ambiente muy adverso. ‘‘De ésta se hallan las hebras que nos unen y las historias fundacionales que nos narramos”, sostiene la escritora Valeria Luiselli sobre su texto finalista del Premio Booker 2019, que mañana será presentado en la Galería Kurimanzutto.
En el libro, publicado por Editorial Sexto Piso, se ‘‘yuxtaponen las campañas de genocidio contra los pobladores originales de Estados Unidos y luego su confinamiento en reservaciones” y el actual ‘‘encarcelamiento masivo de personas que llegan a pedir asilo político”, detalla la autora en entrevista con La Jornada.
‘‘La manera de que fueron exiliados dentro de su propio territorio y confinados en lugares donde la tierra era yerma y no iban a poder prosperar, condenados a la pobreza perpetua. Así siguen las cosas. No muy distinto de lo que hicimos en México”, postula Luiselli (CDMX, 1983).
Este momento ‘‘de violencia histórica de un Estado ejercido contra un pueblo, está yuxtapuesto al presente, cuando el gobierno estadunidense encarcela masivamente a personas que piden asilo político. No han hecho nada ilegal, pero son tratados como criminales, como indeseables e ilegales”.
El diario estadunidense The New York Times consigna: ‘‘Un nuevo clásico que rompe moldes… en manos de Luiselli, la novela se vuelve verdaderamente innovadora: eléctrica, elástica, sugerente y original”.
Mucho camino por andar
Valeria Luiselli menciona que en esa obra ‘‘medita sobre las narrativas fundacionales. El imaginario colectivo de Estados Unidos no admite a las personas que no son blancas, anglosajonas y protestantes. El cuerpo mestizo, el ser humano latino, la persona hispana o nativoamericana no tienen cabida. Esta novela se escribe a contrapelo de esa versión. Hay mucho camino que andar pero es un flujo para esa rescritura de la historia”.
Refiere que inició la novela en 2014. Al tiempo, se hizo traductora e intérprete de niños que llegaban a pedir asilo a Estados Unidos, en la Corte de Migración. ‘‘Empecé a usar el escrito como un medio para denunciar la crisis migratoria. No estaba haciéndole ningún favor a la narración ni a la circunstancia misma, tratando de calzarla en el tejido ficcional. No era ético ni estéticamente interesante”.
Entonces detuvo la escritura ‘‘para adquirir mayor claridad. Escribí el ensayo breve Los niños perdidos, que era mi denuncia directa de lo que estaba presenciando. La no ficción fue el medio adecuado para lo que yo quería hacer en ese momento. Una vez que hice eso, pude regresar a la novela sin sentir que era un instrumento’’.
Desierto sonoro ‘‘era una novela que se interrogaba sobre las maneras de escribir de la violencia política, que dentro de su artificio ficcional se preguntaba qué papel tiene la ficción frente a un mundo como el nuestro y apuesta profundamente por ella. Sólo la ficción es capaz de darnos ese universo en común, el imaginario colectivo. Podemos no estar de acuerdo en todo, pero podemos discordar porque compartimos suficiente para, por lo menos, dialogar”.
En torno a lo acústico, Luiselli destaca que le interesó ‘‘valga la contradicción, el punto de vista sonoro, porque al darle la preeminencia al ojo como órgano por el cual entendemos el mundo, ignoramos muchas cosas. Esa relación visual muchas veces nos obliga a un consumo voraz, vertiginoso e inmediato del mundo. El sonido, en cambio, nos obliga a detenernos un poco, a bajar la velocidad.
‘‘Ocupé esa temporalidad más lenta para escribir esta novela porque sentía que ante la avalancha de la realidad, yo necesitaba bajar mi velocidad. Como documentalista sonora falsa, al colocarme en la protagonista, una conciencia que escucha el mundo más de lo que lo ve, me obligué a esa velocidad y a esa manera de documentar.”
Además, añade la narradora, ‘‘hay una conciencia del eco, más bien desde lo ético. Aquello que te devuelve el archivo al cual estás interrogando mientras escribes, que documenta el encarcelamiento masivo de niños que llegan a pedir asilo, mapas de mortandad migrante en el desierto de Arizona. Te devuelve tu propia pregunta reformulada, trasformada, distorsionada...’’
Luiselli afirma que ‘‘hay una simultaneidad y eso es algo que permite la literatura, por lo menos la contemporánea, pos-Rulfo, que quiebra el tiempo y el espacio con mucha libertad. Puedes colocar el presente, el futuro y el pasado sobre la página y entender susrelaciones”.
El ejemplo claro, en la novela, ‘‘es la yuxtaposición de la historia apache y el actual encarcelamiento de la diáspora centroamericana, pero también la vida cotidiana de una familia que está a punto de diluirse con su pasado. Es una manera de romper el tiempo para reconfigurar las relaciones entre los eventos y entenderlos a través de otra luz, quizá atravesada por la nostalgia, la pérdida, la sensación de fin del mundo”.
Desierto sonoro será presentada mañana a las 19:30 horas en la Galería Kurimanzutto (Gobernador Rafael Rebollar 94, San Miguel Chapultepec), por la autora, Gabriela Jáuregui y Luis Felipe Fabre.