Desconcertó porque desdeñaba el arte político, por lo que le fueron negados los muros, dice el curador Juan Carlos Pereda en entrevista
México/ 2019/ Fundación Olga y Rufino Tamayo
AC y Alondra Flores Soto
Lunes 30 de septiembre de 2019, p. 8
En 1933, Rufino Tamayo pintó su primera obra colosal en un muro, con el que lanzó una contundente declaración de principios que apabulló a los espectadores por el rompimiento con lo hecho por sus antecesores predominantes, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
Se desconciertan porque hizo un muralismo totalmente distinto
, afirma el curador Juan Carlos Pereda sobre la obra con el canto y la música como musas, con ideas de orden poético. La exposición en el Museo Tamayo, centrada en obras de preparación para sus murales, abre una exploración por esas creaciones de uno de los grandes pintores mexicanos.
La muestra En apariencia otro México: bocetos para murales de Rufino Tamayo da la oportunidad de volver a considerar a Tamayo como un artista polifacético, con capacidad de hacer una gran obra de caballete al mismo tiempo que una mural, y abre nuevos horizontes a este movimiento mexicano, de manera más libre.
La Ciudad de México es un mapa abierto que ofrece la oportunidad de recorrer algunos que están muy accesibles
, como el del Museo Nacional de Antropología, el Palacio de Bellas Artes, el hotel Camino Real de Mariano Escobedo o el Museo de Culturas del Mundo, en el Centro Histórico.
Sin embargo, fue una veintena la que plasmó; otros se quedaron en proyectos. Quise informar al público que hay trabajo mural de Tamayo que no se hizo
, relata el curador. Entre 1933 y 1986 fueron 26 los proyectos para estas obras de gran formato, de los cuales cuatro no se realizaron.
Opiniones incendiarias también fueron las que lanzó contra el muralismo en una conferencia en la academia, que luego fueron publicadas por la revista Crisol. Criticó el arte político, lleno de elementos que lo identifican como mexicano, como los indígenas y campesinos, que inevitablemente remiten al folclor o a la historia de México.
Le dieron su primer muro ya en la segunda etapa del muralismo. Y fue una revelación
con su nueva forma de expresión, cuenta. Lo pinta al fresco, igual que Diego, pero no hay figuras de indígenas, ni un himno de alabanzas al trabajo o a la Revolución, ni ideas políticas
. Con las décadas, también innovó con uso de materiales y paneles transportables que llevaron el muralismo hasta la mirada extranjera.
La obra de 1933, en la entonces Antigua Escuela Nacional de Música, hoy Conservatorio, también significó un hecho azaroso que cambió su vida: el encuentro con Olga, quien fue su gran compañera de vida. Entonces, la joven aspirante a concertista también manifestó su azoro e incomprensión con la obra del pintor oaxaqueño.
Diego Rivera, relata Juan Carlos Pereda en entrevista, sintió admiración por el joven Rufino Tamayo desde que vio una pequeña pintura durante una visita a la academia en 1921, recién llegado de París.
Luego, el guanajuatense invitó al oaxaqueño a colaborar en su primer mural. No sin expresar sentirse honrado, le dijo no ser asistente de nadie, sino un pintor
. Pereda expresa: Tamayo ya tenía una confianza muy firme en que iba a ser un artista
.
Los muros le fueron negados al maestro oaxaqueño por mucho tiempo. Pero desde el primero, hasta otros ya como artista encumbrado, como ocurrió en el Palacio de Bellas Artes, en el Museo Nacional de Antropología o en los que preparó para exposiciones internacionales, siempre expresó su afirmación personal.