|
||||
Ante las violencias estatales,
Daniel Gatica Polco Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-X La moderna sociedad capitalista es un cúmulo de violencias organizadas a nivel de estructura y superestructura. Sin importar si los espacios son urbanos o rurales, la violencia sistémica siempre ha sido encaminada a dominar, explotar y oprimir a los sujetos que desafían el poder como sistema y el sistema como poder. Es decir, la historia del capitalismo colonial sobre los territorios indígenas es la historia de la violencia, el terror, el despojo, del etnocidio, de la invasión colonial, del aniquilamiento y de la muerte de los otros a dominar, explotar y oprimir, en síntesis, “la historia, la de los vencedores, se puede resumir en cuatro ex, de forma muy simplista pero clara: exploración, explotación, exclusión y exterminio (Rozental, 2017: 116). En el caso de México, la violencia desplegada sobre los territorios de comunidades originarias no es una novedad. La historia de la llamada “Conquista” iniciada en el siglo XVI y la Colonia (como proceso jurídico-político), que perduró hasta el siglo XIX, fue la historia del genocidio, del asesinato y de la tortura. Así, frente a estas tempranas violencias los pueblos tuvieron que desplegar sus resistencias, rebeldías y violencias defensivo-comunitarias. Entre ellos, los pueblos que resistieron ante la violencia y exterminio de los conquistadores, colonizadores y opresores moderno-coloniales se sitúan los pueblos Yaqui y Comcaac (tribu seri), ambos ubicados en el actual estado de Sonora. La violencia directa, cultural y sistémica sobre los territorios Yaqui y Comcaac se ha desplegado históricamente (desde el siglo XVI y hasta la actualidad) mediante políticas y prácticas (neo) coloniales, sintetizadas en el uso de los instrumentos político-materiales de la violencia: la espada y la cruz, posteriormente el fusil y la propiedad privada, para luego sofisticarse en complejos materiales de violencia y políticas indigenistas. Armas complejas y medios tecnológico-políticos desarrollados y desplegados siempre bajo la racionalidad política del sujeto moderno colonial/capitalista cuyo fin fue y es la muerte, la opresión, la exclusión, el exterminio y el dominio violento sobre los cuerpos y los territorios indígenas del norte y sur. Por ello, la historia de los pueblos y territorios Yaqui y Comcaac nos enseña que los instrumentos de la violencia material y cultural operan legalmente siempre bajo el monopolio de la dirección y hegemonía de las clases y grupos dominantes, mismos que buscan imponer su racionalidad político-cultural. Así, tanto el pueblo Comcaac como el pueblo Yaqui, han sido presionados durante siglos para ser subsumidos a la racionalidad colonial, luego, a la racionalidad liberal-burguesa, y posteriormente, a la racionalidad neoliberal-capitalista. Dentro de este proceso histórico regional-estructural de conquista, sometimiento y exterminio, el Estado moderno, como instrumento del capital, ha sido quien en los últimos siglos se ha encargado de garantizarla política (neo) colonial, la reproducción asimétrica de la violencia sistémica y la concentración del monopolio de los instrumentos de la violencia para contra los pueblos y territorios indígenas del país.
Los territorios Yaqui y Comcaac en Sonora han logrado sobrevivir a todos estos procesos de exterminio y violencia colonial/capitalista por medio de una especie de uso de la violencia defensiva (por ejemplo, los mecanismos de las Guardias Tradicionales). Si en el sur del país actualmente tenemos experiencias étnico-populares organizativas que han recurrido al uso de las armas para defender la historia, la vida y los territorios mediante estructuras organizativas de policías comunitarias y de autodefensas comunitarias, en el norte del país, históricamente los pueblos originarios como los Yaqui y Comcaac han recurrido a mecanismos de defensa comunitaria. Así lo refiere un integrante de la Guardia Tradicional Comcaac: “para estar en la guardia es necesario no tener miedo y tener ganas de defender el territorio”. El uso de la violencia defensiva ha permitido al pueblo Yaqui y Comcaac no solamente resistir y combatir frente al sujeto legal colonial-capitalista, sino también hacer frente al sujeto ilegal capitalista desplegado y articulado en múltiples frentes, siendo uno de ellos en México el sujeto moderno del narcotráfico y del paramilitarismo, mismos que despliegan su racionalidad criminal y violencia directa sobre los diversos territorios indígenas. En este contexto de violencias sistémicas, directas y culturales, el recurso de las armas, la defensa y las guardias comunitarias en el norte y sur del país responden como una especie de contraviolencia defensiva. Si la violencia sistémica y criminal es como la violencia mítica que plantea Walter Benjamín: “violencia sangrienta sobre la desnuda vida en nombre de la violencia” (Benjamín, 2012: 197), la contraviolencia de la defensa comunitaria de los pueblos Comcaac y Yaqui, comunidades y territorios indígenas de México sería como la violencia “pura e inmediata”, que “es violencia sobre toda vida, en nombre del viviente. La primera exige sacrificios, la segunda los acepta” (Benjamín, 2012: 197). •
|