21 de septiembre de 2019•Número 144•Suplemento Informativo de La Jornada•Directora General: Carmen Lira Saade•Director Fundador: Carlos Payán Velver

Pueblos indígenas del noroeste
en la mirada museográfica

Milton Gabriel Hernández García, José Luis Moctezuma Zamarrón, Pablo Sánchez Pichardo,
Claudia Jean Hariss Clare, Hugo López Aceves
y Ana Paula Pintado Equipo Regional Noroeste PNERIM-INAH


El rescate. Pablo Sánchez Pichardo

Durante los pasados meses de abril y mayo se exhibió la exposición “Noroeste de México, 20 años de etnografía en el INAH” en el Museo Nacional de Antropología. Este montaje reunió por primera vez 110 piezas etnográficas de cuatro pueblos indígenas de Sonora, Sinaloa y Chihuahua: instrumentos para pesca seri, máscaras de pascola e indumentaria para la danza del venado de yaquis y mayos, el fogón de las mujeres ralámuli y la palma sagrada de los guarijó.

En la museografía se pueden apreciar figuras de palo fierro (ziix acchacj) y de piedra (hast achacj) elaboradas por artesanos seris o comca´ac de las comunidades de Punta Chueca y Desemboque, que se ubican en la costa central de Sonora. Este tipo de artesanías representan especies de flora y fauna del mar y del desierto. También podemos observar la reproducción de una balsa tradicional llamada haascam, elaborada con carrizo y amarrada con raíces de mezquite, la cual se dejó de usar en los años cincuenta. Asimismo, podemos apreciar varios tipos de anzuelos (heen icahit) que aún son utilizados por algunos pescadores para ciertas especies marinas.

En el guion también se muestran aspectos de la visión del mundo de los yoemem (yoeme, en singular) o yaquis, la cual va acompañada de prácticas rituales relacionadas con una peculiar forma de catolicismo nativo. Se observan piezas de origen prehispánico, como las máscaras de los pascolas y algunos de sus instrumentos musicales, como las jirúkias o ‘raspadores,’ la flauta de carrizo de dos piezas, las sonajas del danzante del venado y el senaso, que percuten los danzantes de pascola con sus manos. Debido a la prohibición de conservar y fotografiar los atuendos de los personajes rituales llamados chapayecas o ‘fariseos’, aquí se presentan réplicas en miniatura de las máscaras que usan en cuaresma.

En la exposición también se exhiben unos ténabaris, que son elaborados por los yoreme o mayos de Sonora con capullos secos de mariposa cuatro espejos, aunque en algunos casos ya se hacen a partir de botes de cerveza, pues casi se ha extinguido el ecosistema en el que se desarrollan estas larvas. Estos objetos son utilizados como instrumentos sonoros para las danzas de pascola y venado. También se exhibe un tambor de doble parche, utilizado acompañar la danza. Está elaborado de cuero de chivo y de la madera del árbol denominado como “guázima” (Guazuma ulmifolia lam), el cual se toca conjuntamente con una flauta doble de carrizo.

En la museografía también tuvieron cabida objetos rituales de los yolemem, conocidos como los mayos de Sinaloa. Este pueblo tiene como característica su intensa vida ceremonial, la cual es expresada con objetos de gran valor simbólico. Entre ellos, la máscara del pascola y el sonaso, que se percute con ambas manos. Además, se exhibe un “tambor de agua”, que es ejecutado por los músicos conocidos como cantavenados.

Para los yaquis y mayos, las máscaras de pascola son conocidas por ser una representación del “viejo de la fiesta”, asociadas al chivo y a la serpiente. Estas máscaras y las de los chapayecas se consideran poderosas, de modo que existen algunas prohibiciones para su comercialización. No obstante, las elaboradas en miniatura no tienen la misma potencia y pueden ser puestas a la venta.

Para ilustrar aspectos de la vida cotidiana del pueblo ralámuli (más conocido como tarahumara) en la exposición podemos observar un comal de barro colocado sobre tres piedras y una canasta o tobeke, hecha de la planta de sotol. Los ralámuli consideran que el fogón preserva el fuego vital que mantiene unidos a los tres planos del cosmos: inframundo, terrestre y celeste, representados por las tres piedras que sostienen al comal. Por ello, la mujer es como el sol, dicen los ralámuli, porque así como el sol mantiene los tres planos del mundo, el fogón que la mujer atiza es el centro de la familia. También se exhibe un acomodo de siete faldas apiladas, pues en las fiestas, las mujeres suelen portar hasta esa cantidad de prendas. En las cédulas se habla del contexto simbólico de esta práctica, pues los vestidos representan los siete pisos del universo ralámuli.


Pascola y venado. Pablo Sánchez Pichardo

En la museografía se han incluido objetos de palma que tienen un uso práctico, cotidiano y religioso para los guarijó, que es un pueblo escasamente conocido, a pesar de que habita ancestralmente las sierras de Chihuahua y Sonora. Siendo un “regalo de Dios”, la palma protege a los guarijó durante los chubascos, en la milpa o cuando duermen. El petate de palma utilizado para dormir, también sirve para envolver a sus muertos. Portar el sombrero de palma es un símbolo de su identidad étnica. Es por ello que los objetos elaborados con este vegetal forman parte central de su patrimonio biocultural. En la exposición también se ofrece información sobre las presiones que tiene este pueblo sobre su territorio tradicional debido a la expansión de la propiedad privada, las minas, las carreteras y sobre todo el narcotráfico. Es por ello que a este pueblo cada vez le resulta más difícil acceder a los nichos ecológicos en los que abunda la palma, de modo que se ha vuelto creciente la dependencia de apoyos gubernamentales para conseguir este material sagrado. 

Esta exposición es una pequeña ventana para conocer algunos aspectos profundos de la cosmovisión y de la vida ritual de estos pueblos originarios del noroeste de México, pero también determinadas amenazas que enfrentan sus culturas y sus territorios debido a la expansión de la modernidad, el capitalismo y la violencia.

Esta exposición, a la cual se han agregado otras 180 piezas, podrá visitarse a partir del 3 de noviembre en el Museo Regional de Sonora, que se encuentra en el edificio histórico de la Antigua Penitenciaría de Hermosillo. Posteriormente se podrá apreciar en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Cerro de Trincheras, que se encuentra al norte del estado.•

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