21 de septiembre de 2019•Número 144•Suplemento Informativo de La Jornada•Directora General: Carmen Lira Saade•Director Fundador: Carlos Payán Velver


Cirila y Rubí. Juntas en Quiahije. Emiliana Cruz

Madre e hija

Dra. Emiliana Cruz  Profesora Investigadora en antropología CIESAS-CDMX

NtʔanG laJ kaJ yʔanE shaA waH siJ riJ ndwaB kyaʔK noA waC jyuʔE neʔC ykwaʔA.
janʔH ndywiʔJ.    
NgyaJ tyʔyuH kwiʔC.
janʔG ndywiʔA.
SkaA kwiʔC ʔanE.
ndywiʔJ.

Su madre solo vio que como los pies de su hija se hundían en el manantial,
Así contaron.
Dicen que la niña desapareció,
Así contaron.
Era una niña.
Así contaron.
Cuento popular de Quiahije (Antonieta Apolonio, 2003) 

Cuando Cirila, una mujer chatina, parió a su hija Rubí en un hospital en Mississippi, Estados Unidos, no pudo conservarla. La razón: hablar chatino, poco español y nada de inglés. Al no poder comunicarse con las personas del hospital, madre e hija fueron separadas. No fue sino hasta después de mucho trabajo que Cirila y Rubí pudieron estar juntas de nuevo.

Cirila es originaria del municipio de San Juan Quiahije y migró a los Estados Unidos en 2006, como muchos de sus familiares y amigos. Ya que, San Juan Quiahije, que se encuentra en la parte suroeste del estado de Oaxaca, es un municipio conocido por su alta tasa de emigración hacia ese país.

Hoy, en el año de las lenguas indígenas, quiero nombrar a Cirila y reconocer su valentía y su dolor.

El año 2019 ha sido declarado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas como el año internacional de las lenguas indígenas. Este reconocimiento se hizo con el fin de sensibilizar a la sociedad sobre la importante contribución que los idiomas originarios hacen a la diversidad cultural y lingüística mundial.

En México, el año internacional de las lenguas indígenas, se ha celebrado con conferencias, invitaciones a intelectuales y activistas indígenas al Congreso para dar un discurso en su lengua usando su vestimenta tradicional. En México, tenemos la tradición de usar las celebraciones como carpetazos simbólicos, pero hoy debemos de pensar más allá del folclorismo. Este año, no solo debemos celebrar las lenguas indígenas con el performance o el ritual: debemos buscar estrategias para mejorar las condiciones para que las lenguas y su uso se fortalezcan en este y los próximos años.

Como país, debemos aceptar que no se puede celebrar lo “bonito” de las lenguas indígenas, mientras siga existiendo discriminación e injusticias contra quienes las hablan. Hoy, en México, los indígenas no tienen acceso a una educación de calidad en sus propias lenguas; tienen poco acceso a la salud; muchos están encarcelados por no tener intérprete durante su juicio y, por si fuera poco, viven el despojo de sus territorios.

Para ir más allá del folclor, es importante conocer de cerca la temporalidad y textura de la vida indígena en el  México de hoy, lejos de la idealización o romantización del pasado. Hoy, la mayoría de los indígenas son o han sido migrantes y viven una vida atravesada por el transnacionalismo. Por ejemplo, en la comunidad de Cirila, la mayoría de la gente de Quiahije que emigra a EUA, va a Mississippi, Florida, Iowa, Carolina del Norte y Washington.

El impacto de la migración ha traído cambios cruciales al municipio, incluyendo la pérdida del chatino y la diferenciación de clases. En la parte lingüística, las familias más jóvenes únicamente le hablan español a sus hijos. Esto se debe a que en EU los chatinos se ven obligados a aprender español, además de que la educación en la comunidad se enseña exclusivamente en español, incluyendo las escuelas bilingües. Son estas algunas de las razones que han contribuido a que muchos niños ya no hablen chatino.

En cuanto a la diferenciación de clases, hay una distinción no solo económica sino “moral”: entre los que encontraron trabajo en EU y lograron ahorrar y los que fueron a EU únicamente a derrochar y divertirse. Este contraste se vive socialmente en la comunidad, donde las diferenciaciones son palpables. Sin embargo, sin importar si se migra para hacer dinero o no, tanto para los primeros como para los segundos, en la mente de un joven chatino está implantada desde muy joven, como un mantra, la idea de migrar al norte.


Niños de Quiahije. Emiliana Cruz

La migración también ha traído cambios positivos, sobre todo en salud y educación. Muchos migrantes han brindado por primera vez salud y educación a sus familiares. Hoy, varios jóvenes van a la universidad a la ciudad de Oaxaca sin la necesidad de trabajar, lo cual antes era casi imposible.

A pesar de que al hacer un balance de las consecuencias de la migración de los chatinos a Estados Unidos, podemos reconocer que algunos migrantes y sus familiares se han beneficiado materialmente -muchos envían remesas o pueden ofrecerle a sus hijos mejores escuelas en las áreas urbanas cercanas-, las pérdidas emocionales y comunitarias son muchas, pues la comunidad, ha experimentado dolorosas tragedias: muertes en el camino, el incremento de enfermedades como VIH y diabetes, separación de familias, incremento en las adicciones, y en la tasa de suicidios y la pérdida de la lengua chatina.

Ahora bien, una vez que llegan a EUA, los migrantes indígenas enfrentan muchos desafíos. En cierto modo, la discriminación que existe en México hacia los pueblos indígenas se repite allá. En México, las lenguas indígenas tienen un estatus más bajo que el español, y a menudo se las llama peyorativamente dialectos. En los Estados Unidos, los hablantes de lenguas indígenas enfrentan una exclusión similar, pues se espera que hablen español o inglés con fluidez.

Los niños en Quiahije

Las implicaciones de la migración y de lo que esto significa en todas las dimensiones de la vida indígena en  Quiahije, desde el nacimiento hasta la muerte se ilustran también con la historia de Cirila y Rubí.

Para dar contexto a lo que digo describo la bienvenida a un bebé en Quiahije: cuando nace un bebé, la familia se reúne para comer una comida especial, esto es para darle la bienvenida al recién nacido. Después de dar a luz, la madre descansa en la cama durante cuarenta días. Para la salud del bebé, la placenta se lava muy bien y luego se coloca en un recipiente de barro, y este se tapa muy bien (si no, se cree que el bebé no tendrá buena visión), esto se siembra en un manantial. La “quema” de los pies del bebé es un ritual muy bello. Se colocan piedras al rojo vivo al pie de la cama en donde se encuentra la madre. Al lado de la cama hay una cubeta con agua y plantas medicinales. El bebé es abrazado y se sostiene sobre las piedras con los pies descubiertos. La familia reza. Las plantas se pasan sobre las piedras y con el agua sale el vapor. El vapor se eleva y entra en contacto con los pies del bebé. Según chatinos, el vapor fortalecerá los pies del niño, lo que le permitirá crecer fuerte y sano para caminar por el territorio de Quiahije, y otros lugares de la región. A continuación el sr. Felix Baltazar describe el ritual de nacimiento que practica con su familia.

ʔyuJ tsanI nlaE janʔH, kanʔH tsaJ renʔI laG kanʔH tsaJ renʔI
Al quinto día, la familia va a rezar por el recién nacido.

ʔyaH renʔJ tiC knyaʔE ndiyaA
Se colocan velas en diferentes sitios ceremoniales.

neʔC lyaG ndigaA
Por ejemplo en la iglesia y otras partes.

yaʔC ymaK ndigaA janʔG ntyʔyaH renʔJ tiC knyaʔE
También colocamos velas en áreas ceremoniales para pedirle a los antepasados.

raK noK noA ntyʔanA renʔA laG kʔanJ tiC knyaʔE ntyʔyaH ʔoE kwiʔJ ntyʔyaH renʔJ
Llevamos muchas velas cuando vamos a rezar.

sʔenA nlaE sʔenA noA ngaJ sʔenI nlaE jinH
También colocamos velas donde nació el bebé.

najinC noA noA niA nangaJ noI kuA renʔA siK kuK renʔJ
Comemos algo especial.

skwaE ktuG jinH ʔoE noA ngaJ skwaE ktuG janʔG
Comemos caldo de pollo.

jnyiJ skaA tuF tiyuI chaʔF sʔweF loA yuI
Alimentamos a la madre tierra.

jalaI nshtyiA keI neʔC ʔanE tiC sʔneE ntyʔoH chaʔF
Antes, teníamos pisos de tierra.

jnyiB skaA tuC tiyuI
Hacíamos un hoyo en el suelo.

kanʔG noA sʔwaB renʔH noA ngaJ skwaE ktuG janʔG ʔoE
Tiramos un poco de caldo de pollo en el suelo.

ʔoE ykwaF ʔoE jaA shlyaK ʔoE janʔE ʔoE noA ndiyaA
Colocamos atole, pan y lo que vamos a comer.

ngyaA noA ngaJ ntenʔF tiyuI janʔG
Todas estas cosas irán al hoyo.

kanʔG noA ndywiʔA renʔA chaʔF nchkuH renʔJ ʔoC ndywiʔE renʔJ jinH
Esta es nuestra ofrenda a los creadores.

kanʔG, sʔwaB renʔB tuF tiyuI sʔenA nlaE renʔJ chaʔF
Entonces, colocamos esto donde nació el bebé.

Cirila da a luz en Mississippi

Cirila hubiera querido el mismo ritual cuando nació su hija Rubí en Mississippi en el 2008, pero ella estaba sola y además no estaba en Quiahije; era migrante indocumentada.

Cirila se embarazó cuando vivía en EU. Una mañana le llegaron las contracciones, no supo cómo llamar un taxi, así que se fue a la parada de autobús más cercano de su casa, como era muy temprano, no había autobús y ella le hizo parada a cualquier carro por tanto dolor. Lo primero que pasó fue una patrulla de policía.

La patrulla la llevó al hospital Singing River. Esta situación no ayudó a Cirila, no era la forma “normal” de llegar a un hospital para dar a luz. Comúnmente, cuando la gente llega al hospital trae porta carro y cosas para el bebé, a Cirila no le dio tiempo, cuando sintió dolor, su hija estaba próxima a nacer y ella salió corriendo de su casa. Dos empleadas y una trabajadora social (del Bienestar Infantil) del hospital, al no poder comunicarse con Cirila le ofrecieron una intérprete de español de Puerto Rico. Cirila no pudo comunicarse con ella. Al darse cuenta de esta situación, éstas personas empezaron a hacer arreglos para separar a Rubí de su madre, las trabajadoras decidieron que Cirila no era apta para la maternidad debido a su dominio limitado del español y la falta de inglés, además de ser indocumentada.

Cirila no entendía lo grave de la situación. Las trabajadoras del hospital le dijeron a Cirila “tu bebé, estará mejor con una buena familia, esa familia le dará todo lo que ella necesita”. Cirila no aceptó, pero de todas maneras, a Rubí la dieron en adopción. A Rubí se la llevó una pareja blanca de clase media alta, los dos eran abogados. Rubí era la bebé perfecta, nació sana, además, Cirila era indocumentada, pronto sería deportada y ellos serían los padres de Rubí. La pareja logró llevarse a Rubí sin pasar por un proceso legal, aunque no tenía licencia para ser padres adoptivos, que es un requisito en Mississippi. Cirila cuenta que se sentía perdida, que se acabó su mundo y esta experiencia le dejó muchos problemas de salud, ya no sabía qué hacer cuando supo que no le entregarían a su hija Rubí. Cirila estaba desesperada. Desde entonces, comenzó a tener problemas para dormir y a sufrir depresión. Durante ese tiempo temió estar separada para siempre de su hija, especialmente porque otra mujer de Quiahije  había pasado por la misma experiencia y le habían quitado a su hija en un hospital en EUA. 

Rubí permaneció con la pareja americana durante un año, y los derechos parentales de Cirila fueron casi finalizados de forma permanente. Por suerte, Cirila llegó al despacho de abogados de Southern Poverty Law Center (SPLC), que decidió llevar el caso de Cirila para restaurar sus derechos parentales, además le dieron una intérprete trilingüe, en chatino, español e inglés. En el juicio, se descubrió que la pareja que se llevó a Rubí era de abogados y amigos de la jueza que le quitó los derechos parentales a Cirila. El SPLC demostró esto y logró quitar a la jueza del caso. En 2009, le cedieron los derechos a Cirila y se reunió con su hija Rubí. En febrero de 2010 ganó todos los derechos parentales. Fue entonces que Rubí y Cirila regresaron a Quiahije. El caso de Cirila no es aislado, muchas mujeres indígenas han perdido sus bebés en EUA por hablar una lengua indígena.

Hija y madre regresan a Quiahije

La vida de Rubí cambió. Después de estar con los padres adoptivos, ella regresó al pueblo de su madre. Cuando Rubí llegó al pueblo, conoció por primera vez a sus abuelos y familiares. Cirila con mucho orgullo dice “Rubí habla chatino”.

Cuando conocí a Rubí, la vi con una sonrisa brillante, a ella le gusta su vida en Quiahije y dice que no se acuerda de haber estado separada de su madre. Su vida es la de cualquier niño, ella estudia cuarto año de primaria, y tiene muchos amigos y amigas en la escuela. Le pregunté a Cirila, ¿por qué es importante para ti que Rubí hable chatino? Ella respondió “Somos chatinos, no debemos olvidar nuestra lengua, además, si ella no hablara chatino, no pudiera platicar con sus abuelos”.

Esta es una pequeña muestra de las injusticias que enfrentan los que hablan una lengua indígena, aunque la historia de Cirila fue en EUA, en México hay muchas injusticias similares.

Actualmente, la situación de la separación de los niños de sus familiares se ha vuelto aún más trágica: muchos niños no solo mexicanos sino también guatemaltecos están siendo separados de sus familiares en la frontera entre México y Estados Unidos. Muchos son de familias que hablan una lengua indígena.

Hoy hablo de la historia de Cirila y Rubí no para generar empatía, sino porque es importante conversar sobre las injusticias que padecen los indígenas cuando hablan su lengua, pues éstas son algunas de las razones por la que la gente decide dejar de hablarla.

Cirila nos ha mostrado su valentía al hacer todo lo posible por recuperar a su hija. Este año de las lenguas indígenas celebramos que Rubí y Cirila están juntas y que conversan y se aman en chatino.

Pero, sobre todo: eduquemos a las sociedades sobre la importancia de las lenguas indígenas, y sobre el hecho de que éstas contienen conocimiento y cuando desaparecen, no solo las pierde la generación que no adquirió la lengua, sino, que perdemos todos como humanidad, pues en ellas encontramos formas distintas de conocer el  medio ambiente; entender matemáticas y música, mostrar nuestros sentimientos, escribir poesía, y mucho más.

Finalmente, me gustaría que este año sea para comprometidamente  pensar en proyectos serios para el rescate de las lenguas indígenas, para que lejos de las celebraciones seamos realmente un país al  que le importa y respeta la diversidad lingüística. Hoy tenemos la oportunidad de ser un paradigma de cambio. No solo en Latinoamérica sino en el mundo.

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