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Diálogos de un viaje a Sonora Juan Cristóbal Jasso Aguilar y Mauricio Arellano Nucamendi
En este artículo buscamos problematizar un aspecto que permeó nuestro viaje de estudios a Sonora: la problemática socioambiental en relación con el agua; la cual fue planteada tanto por los grupos con quienes dialogamos en tierra firme como por aquellos que sostienen su vida en la interacción cotidiana con la mar. Dentro de estos grupos, nos referiremos a los pueblos Yaquí, Conca’Ac y Mayo, quienes históricamente han configurado su territorialidad a partir de su dominio ancestral sobre amplias franjas marítimas del Océano Pacífico y de cuencas hidrológicas como las del Río Sonora y Yaqui. Sobre estos pueblos y sus territorios se imponen y se busca imponer formas aniquilantes del desarrollo hegemónico: agronegocios, minería a cielo abierto, pesca de arrastre y narcotráfico, sostenidas por una oligarquía conformada por empresarios, políticos y narcotraficantes. La presión sobre los territorios indígenas es brutal y se da en el terreno jurídico, político y (narco) militar; de ahí que su lucha en defensa del territorio ancestral tiende a darse de manera frontal con la conformación de gobiernos y guardias comunitarias fundamentadas en el legítimo derecho a la libre determinación y autonomía política de los pueblos indígenas. Estas reflexiones dan cuenta de distintas luchas que se libran en la franja norte del país, que llevan a cuestionarnos cuál es el sujeto político que se viene constituyendo frente a la amenaza que representan el desarrollo hegemónico y los poderes que el narco gobierno militar empresarial representan. Los Yaquis Los Yaquis enfrentan batallas por varios frentes: 1) Sobre el río Yaqui se libra la lucha contra la construcción del Acueducto Independencia que de momento les favorece, impidiendo con ello que se siente un precedente jurídico nacional que sobreponga el uso agroindustrial y urbano del agua al consumo humano. En Loma de Bácum, las autoridades señalaron que el saqueo del agua opera en realidad ya que erróneamente -nos dicen- permitieron que la construcción de la infraestructura avanzara mientras se peleaba en los tribunales. 2) La construcción del gasoducto Sonora, que a diferencia del Acueducto ha dividido a los Yaquis, ha dejado grandes aprendizajes en Loma de Bácum, único de los ocho pueblos de la Tribu que abiertamente lo rechazan. Para ellos, desde siempre la defensa del territorio pasa por el fortalecimiento del gobierno y guardias comunitarios que hoy día no solo combaten a las fuerzas públicas del Estado mexicano sino incluso a los narcotraficantes que intentan transitar por su territorio. En otro nivel de análisis, dimos cuenta de que el Distrito de Riego del Río Yaqui es uno de los tecnológicamente más avanzados del país. Nos sorprendió 1a inversión que sostiene este complejo sistema computarizado para la regulación de la cantidad y calidad del agua. De acuerdo con los testimonios recabados con funcionarios de este Distrito, anualmente se prioriza el agua para consumo humano y solo después de ello se definen los cultivos agroindustriales que los beneficiarios han de sembrar según la disponibilidad de agua pronosticada. Sin embargo, a pesar de extenderse por el territorio ancestral, los Yaqui prefieren dar en renta sus tierras, siendo el capital agroindustrial el principal beneficiario de esta explotación del agua, como se puede observar en Ciudad Obregón, en los más de 200 kilómetros de cultivos verdes en medio del desierto sonorense. No obstante, en Loma de Bácum, la asamblea sueña con abrir canales para sembrar cultivos orgánicos para el consumo comunitario. Los Conca’Ac Los pueblos Conca’Ac vienen organizándose fortaleciendo su gobierno y guardia comunitaria, donde el caminar del Congreso Nacional Indígena ha alimentado los sueños de las y los jóvenes. Un ejemplo es la expulsión de la empresa minera La Peineta de su territorio sagrado, acción colectiva en la que la postura crítica de las jóvenes, su valentía y su trabajo de sensibilización fue importante para que las comunidades de Desemboque y Punta Chueca tomaran acuerdos en rechazo a este tipo de proyectos y empresas. Otro de sus frentes de lucha es la defensa de sus mares contra el trasiego de drogas. Este proceso es visible tanto en Desemboque como en Punta Chueca, donde el servicio de los jóvenes y la organización que presiden los gobernadores y comandantes han permitido mantener a punta de armas parte de su territorio libre de los cárteles, lo que ha requerido una mayor profesionalización de las guardias comunitarias. Sin embargo, Punta Chueca y Desemboque nos dejaron impresiones muy divergentes, pues en la primera, aunque la guardia es fuerte frente a los capos y militares, el tejido social comunitario parece erosionado por el consumo de drogas que, cual estrategia de contrainsurgencia, se vuelca sobre los jóvenes. En Desemboque la guardia comunitaria se desplaza en lanchas a través del litoral para defender los mares de embarcaciones pesqueras de gran escala, que ante la escasez de especies comerciales en otras áreas (como Bahía de Kino, localidad mestiza en donde si bien hay grupos ecologistas organizados, la entrada de barcos pesqueros ha menguado considerablemente el ecosistema marino), ahora invaden sus aguas en busca de especies comerciales en donde los Conc´Ac han preservado la fauna marina. Los Mayo Los pescadores de la Cooperativa de Paredón Colorado, en el Valle del Tóbari, nos hacen ver que hoy se viven muy distantes a su pertenencia étnica al pueblo Mayo y nos hablan de cómo el gobierno de Salinas de Gortari les despojó de su mar, el cual controlan hoy un sinnúmero de empresas disfrazadas de cooperativas pesqueras que nada tienen que ver con ellos. A esto se suma la entrada de empresas camaronícolas en las zonas de manglar aledañas a Paredón Colorado, mismas que han venido desmontando los palos de mangle, tirando los desechos a mar abierto, alterando el ecosistema, repercutiendo negativamente en la pesca artesanal. En esta localidad observamos los efectos negativos del “desarrollado” Distrito de Riego Yaqui. Hace algunas décadas, por iniciativa de los grupos de poder del estado, la bahía de Paredón Colorado fue rellenada para construir un puente entre la costa y la isla Huivulai, con el objetivo de hacer actividades recreativas en ella. Esta obra dañó sin remedio el ecosistema de la bahía ya que aun cuando ésta ha sido drenada (por presión política a las autoridades ambientales), la masa de lodo vuelve a acumularse por el azolve y la descarga de agroquímicos del Distrito de Riego; lo que hace de la pesca artesanal una actividad poco redituable monetariamente ya que tienen que pescar más lejos porque la diversidad de fauna marina se ha degradado y arrastrar sus lanchas en el lodo, padeciendo con el tiempo problemas de la espalda. Poco queda del control de los Mayos sobre la mar, no obstante algunas cooperativas de pescadores Mayo batallan por subsistir, entre ellas las de mujeres. La catástrofe del Río Sonora La ruta del desarrollo hegemónico no sólo afecta a los territorios indígenas. El Río Sonora, principal cuerpo de agua que abastece la Ciudad de Hermosillo, se ha visto fuertemente afectado por las actividades mineras. Hace 5 años, un inadecuado manejo de los lixiviados, en la mina Buenavista del Cobre, propiedad de Grupo México, en el municipio de Cananea, generó una catástrofe ambiental sin precedentes. De acuerdo con Alonso Gardea, del Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo, las descargas de los desechos de la mina no sólo han afectado a las poblaciones cercanas a ella sino a ganaderos cuyos hatos abrevan y comen pastos a lo largo del Río Sonora, cuya leche y derivados contienen metales pesados. La experiencia del Río Sonora poco parece importar, pues en Cananea se construye otra presa para verter deshechos de minería, lo que se agrava si consideramos que el Estado mexicano permite una mayor contaminación de lo permitido en los estándares internacionales. Las apuestas desde los pueblos Hay luchas que pueden ser analizadas como resistencias por la no valorización del agua y los territorios como una mercancía, sin ser todas claramente apuestas para otra economía: una que esté orientada a resolver las necesidades de la población antes que las de la acumulación de capital. No obstante, las apuestas por una vía alterna al desarrollo hegemonizado laten principalmente en los territorios indígenas. En particular, son los pueblos Yaki y Conca’Ak quienes más allá de criticar los efectos negativos del desarrollo capitalista, han apostado por resguardar sus territorios. Los Yakis, por ejemplo, desde la rememoración de su larga historia de luchas, nos invitaron a reflexionar sobre la pertenencia y la trascendencia como pueblos; ejes desde los cuales construyen una territorialidad aguerrida que ha implicado momentos álgidos en donde la defensa del territorio se juega con la propia vida. Las amenazas son múltiples y constantes. Hoy, la tensión entre el Estado y las naciones indígenas pasa por la conformación de guardias comunitarias y se vive de forma escalofriante por la presencia militarizada del narco y las fuerzas de seguridad pública que buscan instaurar un orden cercano a la acumulación del capital y lejano a la sostenibilidad de la vida. No en vano la gobernadora del estado de Sonora ha sido una promotora tenaz de la minería como una “actividad crucial para el desarrollo sostenido y sustentable”. En la actualidad el uso discrecional que se hace del agua proveniente de las cuencas del Río Yaqui y el Río Sonora, así como la inadecuada administración de los recursos marítimos, beneficia principalmente al agronegocio y a la minería, así como al extractivismo pesquero, sin importar los efectos negativos que estas actividades tienen sobre la población en general, y sobre el ciclo de la vida. La cuenta de este tipo de desarrollo ha salido cara y la han tenido que pagar los pueblos originarios y la ciudadanía en general. En este conflicto entre el agua para la subsistencia y el agua para el desarrollo hegemónico cabe preguntarse si son acaso las amenazas que pesan sobre el agua y los territorios la posibilidad de construir un sujeto político capaz de trascender la mercantilización de los bienes naturales.
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