Martes 17 de septiembre de 2019, p. 6
Desde el balcón central de Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador no cesaba de aplaudir complacido. Encabezaba su primer desfile en la doble condición de Presidente y comandante supremo de las fuerzas armadas. Orgulloso, observaba el arranque de la parada militar con su magna creación en los albores del sexenio: la Guardia Nacional (GN).
Protagonista en la conmemoración por el 209 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, ese ambicioso despliegue de la GN exhibió en sus diversas facetas, formaciones y regimientos, el equipo tecnológico dotado a esta corporación dedicada a la compleja tarea de contener –por ahora todavía infructuosamente– el crecimiento de la violencia en el país.
Miles de soldados y marinos reconvertidos ahora en Guardia Nacional conformaron gran parte del contingente que desfiló bajo el nombre de Agrupamiento Cuarta Transformación. Fugazmente habían pasado en carros alegóricos, como preámbulo a la procesión militar, Hidalgo, Morelos, Aldama, Allende, La Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez, Juárez, Madero, Zapata, Villa. Toda la gama de héroes patrios que en su momento independizaron, reformaron y revolucionaron al país.
Era la apertura del primer desfile militar en este sexenio que, acorde con la visión presidencial, evocó aquellas gestas heroicas bajo el eufemismo de las tres transformaciones para desembocar en la cuarta, oficialmente ya en marcha.
Bajo esta óptica se diseñó el orden de los primeros contingentes que integraron la parte civil del cambio porque insólitamente formaron parte de la celebración, los camiones tanque (pipas) que adquirió Petróleos Mexicanos para la lucha contra el huachicol.
También estuvieron representantes de quienes desarrollan la nueva era en las Islas Marías, ahora convertidas en el centro cultural-ambiental José Revueltas, los ingenieros que se encargarán de construir el nuevo aeropuerto e incluso algunos beneficiarios de los programas sociales insignia: Adultos mayores y Jóvenes construyendo el futuro.
Prolongado paso del agrupamiento Cuarta Transformación, que incluyó las representaciones extranjeras a través de corporaciones similares a la GN: el cuerpo de Carabineros de Chile, la Guardia Civil española, los caribinieri italianos y la Gendarmería polaca, así como delegaciones de Argentina y Portugal.
Esta vez el Ejército y la Marina pasaron a segundo término, desplazadas por la GN el instrumento primordial
, según el discurso oficial, para combatir la delincuencia y alcanzar la paz.
Las innovaciones incluyeron también a los convocados a presenciar la parada desde el Palacio Nacional. Además de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, en el balcón central López Obrador sólo estuvo acompañado por la jerarquía castrense: el general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional y el almirante José Rafael Ojeda, titular de la Secretaría de Marina.
El quinto en ese privilegiado balcón fue, quizá con el Presidente, el más entusiasta observador de la parada militar: Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana. Su semblante satisfecho quedaba muy lejano del que se le vio en su agotadora jornada del pasado viernes 13, cuando se dedicó a tratar de apaciguar a los insurrectos policías federales renuentes a incorporarse a la GN.
Pero esa reubicación de los invitados especiales no pareció caer bien a los principales desplazados del lugar central: ni el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, ni la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Rojas, lucieron buen semblante durante la hora con 41 minutos en la que se desarrolló el desfile. Incómoda se veía a la panista, tan ajena a esto de la Cuarta Transformación, aunque momentos después, en privado, ambos tuvieron una sonriente sesión de fotos con López Obrador.
Paradojas del poder: asignado a ese mismo balcón alterno, el canciller Marcelo Ebrard tuvo ahí un lugar de privilegio. Y fue el único integrante del gabinete –con excepción de los directamente involucrados en esta celebración militar– convidado a presenciarla, lo que generó por supuesto las incipientes suspicacias sucesorias.
Las maniobras aéreas complementaron la exhibición en tierra. Surcaron el cielo los F-5 –aeronaves de combate supersónico tipo caza–, los Texan de reconocimiento y adiestramiento, los helicópteros de transporte de tropas y ambulancias aéreas. En suma, un espectáculo que incluyó 74 aeronaves.
También en su tránsito del aire hacia el Zócalo ocurrió el único incidente en la festividad, cuando el infante de la élite paracaidista de la Secretaría de Marina, Valente Mateo Hernández, movido por una traicionera corriente de aire debió hacer un forzado viraje, se accidentó sobre la calle Corregidora y resultó lesionado.
A las 12:41 el general Dagoberto Espinoza, subsecretario de la Defensa Nacional y comandante de la columna, daba por terminado el desfile: Sin novedad
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