Opinión
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Mar de historias

Robos en El Edén

R

ocío lee en voz alta la nota que escribió ayer por la tarde en su celular:

–Miércoles: charla motivacional, entrevista con el nuevo agente, revisión de pedidos, junta a la una... Espero que, al menos hoy, no vuelva a presentárseme la nerviosa.

–Y esa ¿quién es? –pregunta Wendy, su auxiliar en la coordinación departamental a su cargo.

–Una clienta que vino a quejarse porque hay policías en las puertas de El Edén. Dijo que la hacen sentirse vigilada, y ella no es ninguna ladrona.

–A la gente se le ocurre cada cosa...

–Ni que lo digas. Ayer estaba a punto de salir cuando llegó un señor a decirme que no enceremos tanto los pisos: no quiere resbalarse. Tiene razón. Necesito hablar con Carlota. –Rocío ve a Wendy acercarse al teléfono: –Están arreglando el conmutador. No hay líneas. Ve por ella a intendencia.

II

Wendy abre la puerta en el preciso momento en que una mujer está a punto de tocar:

–Buenos días, señora. ¿En qué puedo servirle?

–¿Es usted la jefa? –pregunta la recién llegada.

–No, pero si me dice qué se le ofrece...

–No se ofenda: lo que necesito es hablar con alguna autoridad capaz de impedir que haya más robos.

–¿En El Edén?

–Sí, y no es cosa de ahora. Hace mucho que vienen ocurriendo.

–¿La han robado?

–Y no nada más a mí, pero nadie se atreve a protestar. Yo sí, por eso quiero ver a su jefa.

–Se encuentra muy ocupada. Si me explica...

–¿No oyó lo que dije? Me urge entrevistarme con su jefa. Su obligación es poner orden. Juro que dejo de llamarme Blanca Estela si no logro que me escuche.

III

Rocío ve entrar a Wendy:

–¿Y Carlota? Son apenas las doce. No me digas que ya se fue a comer.

–No pude ir a buscarla. –Señala hacia la puerta:

–Me entretuvo una señora. Está allá afuera, terca en hablar contigo para quejarse.

–¿De qué?

–Según me dijo, han estado robándola. Francamente, no lo creo; es más, para mí que la doña está medio chifladita. Yo en tu lugar no la recibía.

–Ni pensarlo, capaz que hace un escándalo y no quiero que el licenciado Ricalde me llame la atención. Dile que pase, pero si se tarda mucho vienes a decirme que me están esperando para la junta. –Se coloca tras el escritorio y guarda su bolsa en un cajón. –¿Te dijo su nombre?

–Sí, y de una manera muy chistosa. Me salió con que deja de llamarse Blanca Estela si no logra que la atiendas. Por poquito suelto la carcajada.

IV

Rocío se pone de pie cuando aparece la quejosa: una mujer de edad, con ojos claros, el cabello ondulado y muy corto.

–Siéntese por favor, doña Blanca Estela. Me dijo mi asistente que usted desea presentar una queja por robo. ¿Podría describir a la persona que la asaltó?

–No es una, son muchas, pero no las conozco, aunque tal vez las haya visto en la tienda. Soy clienta de El Edén desde que se inauguró.

–Con más razón vamos a atenderla. ¿La habían asaltado aquí en otras ocasiones?

–Varias veces, pero nunca de una manera tan escandalosa y en pleno mes patrio.

–¿Y es la primera ocasión en que lo denuncia?

–Sí, y créame que me arrepiento de no haberlo hecho antes.

–¿En qué departamento se encontraba usted hoy cuando sufrió el despojo?

–En el sótano. Iba a comprar unas toallas y de pronto, al bajar la escalera, me di cuenta de que otra vez me estaban robando.

–Le pediré al jefe de seguridad que venga, pero antes dígame, ¿qué le robaron?

–Lo más valioso: tiempo, mi tiempo. Si ese no es delito debería serlo, y muy grave.

–No entiendo. ¿Podría explicarme..?

–Estamos apenas en septiembre y el sótano está inundado de adornos navideños. ¿Le parece justo que se alteren las fechas en esa forma? Todavía no llegamos al Día de Muertos ni al 20 de noviembre y ustedes ya nos empujaron hasta diciembre. ¿Con qué derecho hacen eso?

–Es una cuestión de mercadotecnia. Créame que este tipo de campañas adelantadas se hacen en todas partes del mundo. Si ahorita fuéramos a San Antonio o a Miami vería que...

–Ahórrese los viajecitos y procure entenderme, aunque lo dudo. Usted es muy joven y no comprende lo que significa para un viejo que le roben dos meses de su vida. Yo sí, y me duele. ¿Quién me dice que estaré viva para Navidad?

–Esperemos que así sea.

–¿Cree que yo no? Va a caer en martes. Le aseguro que para entonces ustedes ya estarán ofreciendo regalitos para San Valentín o para el 10 de mayo. Robos y más robos de tiempo.

–Yo quisiera pedirle...

–¿Que me vaya? Lo haré, pero piense en lo que le dije y, si puede, evite que en El Edén sigan robándonos el tiempo. Adiós.