añana se cumple el centenario del nacimiento del cantante, compositor y director de orquesta Benny Moré, una de las figuras más importantes de la música de Cuba y el Gran Caribe. Sus antepasados padecieron la esclavitud. Y él, la pobreza: aunque era un alumno destacado, apenas logró terminar el cuarto año de primaria, pues tuvo que trabajar para ayudar a su familia.

Pero poseía una voz fuera de serie y enorme talento para asimilar los ritmos afrocaribeños. En busca de mejor suerte abandono su pueblo natal, Santa Isabel de Las Lajas, y a los 25 años en La Habana comenzó su ascenso en el ambiente musical.

Selló su suerte un viaje a México en 1945 como parte del conjunto Matamoros. En los cinco años que estuvo en nuestro país, labró su fama al grabar con el respaldo de las mejores orquestas boleros, guarachas, porros y mambos que no pierden vigencia. Sobresalen las 32 grabaciones con la de Dámaso Pérez Prado. También alegró con su voz siete películas.

Pero más que la fama, era el terruño lo que lo atraía, su gente. Y así, en 1950 regresó a Cuba, donde formó su propia banda, la Gigante, que hizo época. Sus grabaciones a dúo con Lalo Montané, Tony Camargo, Olga Guillot, Pedro Vargas y Alfredo Sadel, no pasan de moda.

Sufrió en carne propia la discriminación racial y luchó contra ella cuando su país se convirtió en el burdel de Estados Unidos y sucursal de la mafia. Se opuso abiertamente a la tiranía de Fulgencio Batista. Al triunfo de la revolución castrista, no aceptó las ofertas millonarias para dejar la isla y grabar en México y Estados Unidos.

Se le acabó la vida en 1963. El poeta Nicolás Guillén lo despidió así: ‘‘Joven todavía se nos ha ido Benny Moré. Después de todo, hay que morir cuando se ha vivido intensamente y corremos el riesgo de dar en la vejez con la carne floja, los ojos cansados, la voz rota’’.

No existe en Cuba y el Caribe una figura más popular, querida y recordada como la de Benny. Y sin duda, como Carlos Gardel, el sonero mayor cada día canta mejor.